Cierto es que con sólo una hora de metraje visionado tampoco debo lanzar las campanas al vuelo, pero no es menos cierto que todo lo visto hasta el momento me ha resultado apasionante.
Sublime tanto en ambientación como en vestuario y exteriores, muestra unas localizaciones (Malta e Irlanda del Norte) escogidas a la perfección para sumergirnos en el desarrollo de la historia. Y todo ello acompañado de una banda sonora -mezcla de músicas célticas, medievales y épicas-, inspiradora y absolutamente subyugante para una servidora. Tampoco he visto fallos de ningún tipo, ni han aparecido el bótox, la silicona ni damas anoréxicas tan en boga por nuestros televisores actuales.
Historia de reinos de espada y brujería, de intrigas y pasiones, de batallas y amoríos, de misterios y conjuras, de tradiciones y traiciones.
Historia de familias y linajes, de orgullos y lealtades, de asesinos, bastardos y fornicadores varios.
Asimismo no puedo pasar por alto ciertos paralelismos entre Juego de Tronos y El Señor de los Anillos. Uno de ellos más que obvio, puesto que su protagonista no es otro que el actor Sean Bean, mi adorado Boromir de la "tolkeniana" saga cinematográfica. Otro, la cabecera de presentación con ese mapa "calcado" al de la Tierra Media. Así como las ciudades amuralladas de altas torres que nos remiten a Minas Tirith.
Por otro lado, entre las diferencias a destacar señalaría una mayor dureza en el guión, además del uso de un lenguaje más común y soez. Sin olvidar, claro está, las explícitas escenas de sexo, desnudos, etc.
Y no me enrrollo más. Si tienes la oportunidad de disfrutar de esta serie, no dejes pasar la ocasión de verla. Para mí, más que recomendable.