Revista Literatura

Kevin

Publicado el 23 junio 2010 por Beatrizf
KevinMaría tuvo que pedir permiso en el supermercado, de nuevo la llamaron del instituto de Kevin.
- Mire, que su hijo es "disruptivo" ......
María, recibió la palabra como una bofetada, empezó a notar cómo se le ponían rojas las orejas y dejó de oir al tutor. Kevin estaba a su lado, con la cabeza agachada y tocando con la punta del tenis las rayas de las baldosas del suelo.
- .... ya en el primer trimestre le hemos puesto dos partes y ....
María intentó calmarse y escuchar lo que ese hombre de gafas con cristales gruesos le decía.
Se acordó de que hoy tenía que quedarse un rato más en el trabajo, que tenían inventario, con las prisas ni se había quitado la chapa con su nombre. Seguía intentando concentrarse.
Veinte minutos después salió del instituto tirando de la manga del chiquillo, que miraba hacia atrás triunfante, lo habían expulsado. Ya en la escuela era algo desinquieto, pero ahora en el instituto, no sabía ella qué pasaba que no hacían más que llamarla porque se portaba mal, parece que no atendía en clase y se dedicaba a entretener a los compañeros, jugar con el móvil, lanzar papelitos y eso. Debía ser cuestión de hormonas o yo qué sé, se decía ella para sus adentros.
Una vez en casa le dijo que estaba castigado sin ver la tele y sin salir con los amigos. Salió dando un portazo y aceleró por la calle para llegar pronto.
Le tocaba estar en la caja hasta las 12, habló con el encargado y metió la llavita para activar la caja. Pasó la primera una señora con dos carros llenos hasta arriba, cuando llevaba una tercera parte de la compra facturada sonó el politono de regaeton que anunciaba que le llamaba el niño, se tensó e intentó seguir pasando los productos. Tendría que haber apagado el cacharro, ¿ y ahorá qué le pasa al chiquillo?.
Agarró el datáfono y se lo puso en la oreja, el móvil seguía sonando. Menos mal que la señora estaba a lo suyo entullando la cinta con su compra y no se daba cuenta. Logró colocarse el teléfono (esta vez sí) entre la oreja y el hombro mientras seguía pasando la compra, miró a su compañera en la otra caja que le echaba una mirada compasiva.
- maaaa,
- qué pasa Kevin, que estoy trabajando
- qué dónde me metiste la “play”, que no la encuentro, me abbburrrrro
María sintió que el corazón se le aceleraba y que un calor se le alojaba en el pecho.
- ¡¡ Kevin, por dios ¡¡, tócale a la abuela y dile que te deje cogerla, que está sobre el armario del fondo.
Colgó y le dirigió una sonrisa de disculpa a la clienta, que ya había acabado de colocar toda su compra a modo de torre amenazante.
- Es mi hijo, que salió “disruptivo” como su padre.

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