Revista Diario
La bombilla roja
Publicado el 13 marzo 2012 por ChirriCuando los hombres se ponen a conversar sobrela mili, las mujeres hacemos oídos sordos, siempre las misma historia repetidauna y mil veces ad nauseam, puedencambiar los contertulios, pero las historias de los hombres de caqui sonidénticas, puede parecer raro que sea yo, Lola, quien lleve el hilo de estahistoria, pero el Búho Bizco estaba en aquellos momentos en pleno arrebatadordebate sobre quien había sufrido más y mejor en la mili.
- Pues yo en Cerro Muriano hacía marchas de ciento cincuenta kilómetroscon una mochila de ochenta kilos de peso, pues el capullo del sargento mayor metenía manía – Exponía Jota.
- En España sois unas pobres bailarinas en comparación con eltratamiento que nos daba el antiguo régimen maoísta de mi país – Alegaba Goran– A mí me hicieron ir andando hasta Pekín, con un cañón al hombro ¡Y descalzo!
- ¿Y tú inspector? Seguro que la hiciste enchufado en oficinas, o en laPM
- Tienes razón, la hice en la PM, la plana mayor, como conductor y ahoraque hace poco que pasó el aniversario del 23-F, algún día la democracia tendrá que agradecerme lo que hice por ella y que semantenga en España.
Pues sí, (soy Lola de nuevo) loque todos temíamos sucedió, el inspector tomó las riendas de la conversación yapurando el güisqui que tenía frente a él, se puso a hablar.
Madrid, Congreso de los Diputados, 23 deFebrero de 1981, 18,22 horas
Teniente Coronel Tejero dirigiéndose a losdiputados:
- Esperaremos pues a la “autoridad competente” que será la que tenga quedeterminar lo que tenga que ser.
Acuartelamiento de E.G. Plana Mayor delRegimiento, barracón dormitorio de la tropa, 18,30 horas
- ¡Hontanares! Tres a grande, cuatro a chica y cinco a pares.
Ya eran míos, los tenía entre la espada y lapared, si no aceptaban los envites nos saldríamos de puntos, y si osaban echarun órdago, también les ganaríamos, mi compañero de partida y de servicio,Estevez, me acababa de pasar la seña de tres ases, sumados a mis tres reyes lapartida era nuestra, el fin de semana nos libraríamos del servicio y serían elloslos que estarían pringados. Pero no contaba yo con mi perra suerte, por losaltavoces de la cantina se oyó la maldita voz metálica que nos chafaban todoslos planes.
- Conductor y escolta de servicio, acudan al Cuerpo de Guardia.
- ¡Salvados por la campana! – Gritaron al unísono nuestros rivales.
Salimos disparados hacia el Seat 131 queteníamos asignado en cocheras, mascullando nuestra venganza y echando pestesdel maldito mando militar que a esa hora requería de nuestro servicio. En lapuerta del cuerpo de guardia, de pié, nos aguardaba el general G. se le notabaimpaciente mirando el reloj mientras nos acercábamos.
- A Madrid, al Congreso de los Diputados.
- ¡A la orden de vuecencia!
Me lo imaginaba, esta noche comeremos la cenafría, no nos iba a dar tiempo de volver a tiempo, ser conductor, a veces no eraningún chollo.
Enfilamos la carretera a Madrid, en aquellahora atestada de vehículos en plena hora punta de trabajadores de regreso a susdomicilios, este hecho le puso aun más nervioso al general, incesantes susmiradas hacia el reloj de pulsera.
- ¿No hay manera de atajar? Tengo mucha prisa.
- Mi general, a quinientos metros está el desvío de la carretera de ElPardo, está algo bacheada, pero nos ponemos en Puerta de Hierro en un instante.
- Pues venga, no te lo pienses.
No era mi camino favorito, una carreteraestrecha y casi sin señalizar, con un asfalto añoso con bastantes baches yremiendos, pero sobre todo por todo esto, muy solitaria, también tenías quetener mucho cuidado con los ciervos que campaban por el monte y que te podíasencontrar al final de una curva. Con todo esto, lo peor que puede pasar,pasará.
El motor comenzó a ratear y a perderpotencia, hasta que al final se paró, con la inercia que conservaba, detuve elcoche fuera de la carretera entre dos chaparros y le dije al general:
- Lo siento mi general, pero tenemos avería.
- ¡Vaya por Dios! ¡Y con la prisa que tengo! ¿Ahora qué hacemos?
- No se apure mi general, a pocos kilómetros está el pueblo de El Pardoy desde allí telefonearé al regimiento para que nos manden el coche de respeto.
- ¡Pues venga apúrense!
Madrid, Congreso de los Diputados, 23 deFebrero de 1981, 21,05 horas
- Tejero ¿Cómo va todo? ¿Ha llegado ya el elefante blanco?
- ¡Qué va! Por aquí aún no ha llegado nadie, estoy harto, esta situaciónes difícil de sostener.
- No te preocupes, ya sabes que yo no flaqueo, tengo Valencia controladacon los tanques en la calle, esto está hecho, ten un poco de paciencia.
- ¡A sus ordenes mi general!
Barrio de El Pardo (Madrid), 21,15 horas
- Mira, macho, una casa por fin.
- Déjate de coñas, eso es un puticlub ¿Acaso no ves que hay una bombillaroja encima de la puerta?
- ¡Ostras! ¿Y ahora qué hacemos?
- Pues pasar, so panoli.
Así lo hicimos, abrimos la recia puerta demadera y entramos en un mundo desconocido por lo menos para mi, supongo quetambién para Estevez, pues parecía tan pardillo como yo en estos asuntos.Luego, y solo por motivos profesionales, que conste, me introduje en cientos deumbrales parecidos a este. Una luz tenue alumbraba el interior, donde en unalarga barra enfrentada a varios taburetes y sentados en ellos varias señoritasfumaban mientras meneaban la cabeza al compás de la música que un juke-boxescupía disonante “Lady Laura” de Roberto Carlos. Al vernos entrar, unaconmoción sacudió el lugar, todas y cada una se relamieron, no sé si pararesaltar el rouge de labios o pensando en la presa que se les avecinaba. La máscercana a la puerta aprovechó la cercanía a nosotros para espetarnos:
- Hola guapos ¿Venís a desfilar? Cuando queráis nos ponemos firmes.
- Buenas noches señora, hemos tenido una avería, necesitaríamos un teléfonopara hacer una llamada.
- Acompáñame, la cabina la tengo arriba.
Me cogió de la mano y me hizo acompañarlaescaleras arriba, a mi me extrañaba todo mucho, pero no tenía mucho mundo porentonces y pensaba que todo era normal, aunque me extrañó cuando de un armariodel pasillo ella recogió una toalla, abrió entonces una puerta y me hizo entraren una habitación en la que a primera vista no encontré ningún teléfono.
Madrid, Congreso de los Diputados, 23 deFebrero de 1981, 23,17 horas
- ¿Pero esto qué es? Todo se ha ido al carajo.
- Seguro que es una traición, a mí el general G. me juró que se iba aponer al frente de todo el operativo.
- Pues ya lo has visto, al final se ha echado para atrás el muy cobarde.
- Se acabó, a ver que hacemos ahora
- En fin, así gracias a mi persona, la democracia salió triunfante, pero¿Creéis que alguien me recompensó? Al contrario, me gané un mes de calabozo yunas purgaciones.