Revista Talentos

La cereza de la semana

Publicado el 28 noviembre 2015 por Sylvia
"La bendición no se arrastra".
Esta semana fue como una semana inglesa de diez días. Se juntaron medio atropelladamente dificultades domésticas, algún inconveniente y emociones económicas. Como si todo eso hubiera fermentado un delicioso pastel: hubo una conclusión maravillosa.
Me puse en camino rumbo a un trabajo remunerado fuera de casa, y eso tuvo lo suyo de conflictuante porque mi ideal sería trabajar solo desde aquí (en la corrección de estilo); pero he movido con lentitud el negocio, y se llegó el tiempo límite para el nivel de ingreso requerido, así que... hay que hacer lo que hay que hacer. El caso es que el jueves fui a una entrevista, y entre preparar papeles que me pidieron, estar lista, y la dinámica de dejar a la niña con otra persona, quedé muy cansada. Pero aquí empezó lo bueno...
Tuve la impresión de que no tengo el perfil que busca la escuela que me entrevistó, y en el camino de regreso a mi casa (para ser exacta: camino a la casa donde estaba B), esa idea me llevó a enfocar el perfil que yo busco. Porque siempre he sido bendecida con oportunidades que cubren el perfil que yo defino. Ahora quiero un trabajo con un horario cómodo, en un lugar cercano a mi casa y accesible, con una remuneración más que justa, en un ambiente de animación intelectual. Dios siempre me ha privilegiado en estos asuntos, y vuelvo a colocarme en mi lugar. En otras palabras: desperté.
Pensé, también: si voy a repartir un par de currículums aquí y allá, ¿por qué no pegó unos cartelitos, aprovechando el viaje? Me lo han sugerido mucho, y siempre lo dejé para después... Pensé en diversificar el servicio y otras cosas, en lo que me dirigía a recoger a mi niña. La pobre la pasó muy mal, en el rato entre que despertó y volvió a verme; pero me sentí confortada al ver cómo la habían procurado, con empatía y paciencia. En el camino de ahí a mi casa (esta vez sí a mi casa), supe que voy a disfrutar mucho volver a dar clases, si en eso ando en enero, y que nos adaptaremos como familia a lo que vaya a pasar... Hoy alguien me dijo que seguramente tenía yo más angustia que la ansiedad que tuviera la niña. Y respondí, dándome cuenta al decirlo: que no. Sufrí bastante al decidir que la cuidara otra persona -de toda mi confianza-; pero una vez puesto en marcha en plan, no sufrí, ni me preocupé: me apuré lo más que pude, pero no de manera angustiada. El peor momento fue cuando oí sus gritos desesperados, a muchas casas de distancia; se me aceleró el corazón y me apenó en el alma, pero no con pesar agobiante -aplastador-.
Quien me dijo que "seguramente tenía yo más angustia..." fue una de mis dos visitantes de hoy... Esa fue la cereza del pastel.-
Estaba yo en este viernes cansado, con la casa hecha un desastre nivel manchas de comida en el piso, cuando recibo una llamada de una amiga que no veo hace meses. Me pregunta si estoy en casa. Le digo que estaré encantada de verla, escondo el tiradero en la recámara, y me sorprendo con que llega primero otra amiga, que no veía hace más tiempo todavía. Se habían puesto de acuerdo, pero para ilustrar el tipo de persona y de visita, mencionaré que su acuerdo pasó por considerar traer café preparado, para no ponerme a calentar agua. De esas personas que una se pregunta qué hice yo para merecer esto, y no queda más que agradecer a Dios.
Pasé un momento delicioso. Y terminé de despertar. Me dejaron verme en su mirada, que entre otras cosas cubrió de valor mi tiempo dedicado a la crianza, y me sentí muy bien. Una de ellas se ofreció a pegar cartelitos en X, Y y Z, para ahorrarme ese ir y venir. De ese tamaño. Así ha sido, así es y así va a ser mi vida. No por mi mérito sino por el favor de Dios, grandísimo. Cada vez que entro en la lógica de los demás, lo olvido y pierdo mi sendero. Así que como decía: vuelvo a colocarme en mi lugar. Al mismo tiempo, es una etapa diferente; es decisivo que haga lo que me toca con toda la mano. No es que no haya tenido noticias de eso antes, pero ahora han terminado de pasar aires polvosos, y me mueve la dependencia de B. Es como si hubiera fluctuado entre dejarme llevar por la corriente en una zona de confort, y luchar contra corriente usando las uñas para atravesar una pared, con etapas en medio durante las cuales hago lo que me corresponde bajo la gracia, y me va muy bien. Voy a instalarme en una de esas etapas.
Silvia Parque

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