Revista Diario
La chica del autobús
Publicado el 03 marzo 2013 por ChirriEs difícil precisar cuándo empezó todo, tras varios años de tomar siempre el mismo autobús a la misma hora ¿cómo saber cuál fue el primer día que la vi? Lo que sé es que llego inevitablemente a las 08,40 y ella lo hace a las 08,44 y el autobús lo hace a las 08,47 y si alguien se retrasa suele ser el autobús, así día tras día y mes tras mes.
Nunca pensé en que oiría su voz pues cuando llega ella siempre llevo los auriculares puestos escuchando música de los años setenta por lo que tanto los “buenos días” que lanzo como los “buenos días” que recibo quedan evaporados en el limbo de la mañana y nunca llegaron a mis oídos, tampoco me hacía ilusiones sobre el tono de su voz todavía no había llegado a ese grado de interés hacia su persona.
Todo hubiera quedado así si no hubiera sido por esa rubia que después de llegar la última a la parada, se plantó la primera a picar el abono transporte, como el linchamiento incruento o meternos en manada contra una persona que ha hecho algo mal es un deporte realmente excitante, ambos participamos de buen gusto, para esto me quité los auriculares por si la rubia contestaba a nuestras saetas, pero no, se hizo con la capa de invisibilidad de Harry Potter y solo me quedó el consuelo de escuchar la voz de mi perpetua vecina de autobús:
- ¿Será posible? ¡Qué morro tiene!
Primera decepción, una voz ronca y poco femenina salió de su garganta - ¿Qué esperabas? – ¡Serás bobo! Una voz acariciadora me imaginaba que tendría, como la dobladora al español de Rita Hayworth (dios mío, vaya apellido, lo he tenido que buscar en san Google) o la de Ava Gardner si es que no es la misma persona, pero en fin, hoy en día ¿quién se enamora de una voz? Y no iba a ser yo el primero ¡faltaría más!
Segunda decepción, lleva aparato, bueno eso dice mucho de ella, es inconformista, perfeccionista y le gusta sonreír a pesar de todo, no sé si el llevar aparato bucal lleva incorporada alguna virtud más que se me escape, al fin y al cabo solo es un amor platónico, no he pensado ni por lo más mínimo en besarla y menos con esos alambres entre los dientes que más bien parece Hannibal Lecter de paseo en su carretilla ¿habré exagerado un poco?
Tercera decepción, es culibaja, sé que queda feo decirlo pero es así, no puedo remediarlo, me gustan los culos femeninos empinados y que embutidos en unos vaqueros, llenen el recipiente en toda su amplitud, ella no lleva vaqueros, pero estoy seguro que se quedaría a medias dándoles volumen, no es que lleguen a la altura o más bien la bajura de la matrícula de un biscuter, pero no son hermosos.Cuarta decepción, es incapaz de darme conversación, sí, ya sé que no ayuda mucho que abra mi libro electrónico y me imbuya en la lectura ¡Caramba! Ni son las sombras de Grey (¡dios me libre!) ni el collar del neandertal de Arsuaga, soy educado y si me hablan contesto y si quieren entablar conversación, la entablo de mil amores, en vez de eso, sacó un libro de esos “de papel” forradas las pastas, por lo que mi curiosidad sobre qué libro prestaba su atención, quedó insatisfecha. Solo he forrado un libro en mi vida: el libro de acceso a la UNED, más que nada porque tenía idea de venderlo al año siguiente, cosa que no hice.
¿Más decepciones? Seguro que sí, pero no vamos a hacer más sangre del árbol caído, en el fondo me da pena, pobrecilla, seguro que es una desgraciada en su vida, trabaja doce horas para mantener a un marido vago, alcohólico y del madrid, y que en la tartera que porta en la bolsa lleva un par de piedras por el qué dirán de sus chismosas compañeras de trabajo, no se vayan a pensar que su miseria la lleva a esos extremos como el de prostituirse en una esquina de Carretas.
Creo que a partir de ahora la miraré con otros ojos, dándome cuenta que lo mejor es que la siga ignorando, seguiré atento a Simón y Garfunkel y a la lectura de los libros descargados de forma irregular y sin pagar derechos de autor, editor, librero y recepcionista de la editorial, que uno tampoco es perfecto si te pones a pensar, aunque tenga a bien tener el don de una nariz perfecta.