Revista Talentos
La historia y yo
Publicado el 27 noviembre 2011 por BeatrizbeneitezBeatriz Benéitez. SantanderCuando era pequeña no me gustaba la historia. De hecho, me parecía un rollo inservible "¿Qué me importa a mí quienes fueron los fenicios?" O "¿Qué más me da que los Reyes Católicos patrocinaran a Colón?" Pensaba yo. Sin embargo, cuando me hice mayor, o al menos mediana, me di cuenta de lo importante que es saber quienes somos y cuáles son nuestras raíces. En realidad, creo que el profesor de historia (antes se llamaba Sociales) que tenía en el cole era el causante del tedio que me provocaba su asignatura. Y digo causante, porque no me gusta la palabra culpable. No creo en culpas, sólo en aciertos y errores; y en causas. Pero vuelvo al profe. Don Miguel era muy bueno. Y tenía más paciencia que el Santo Job. Pero aburría a cualquiera. Era un profesor a la antigua usanza, un maestro de escuela. De los que te sacaban al encerado a decir la lección. Y, por lo que se ve, su paciencia no fue suficiente para trasmitirnos entusiasmo alguno por aquellas lecciones que dictaba con voz uniforme. Así que la mayoría nos dedicábamos a pasarnos notas o a tirarnos arroz con la carcasa de un boli bic a modo de cervatana, mientras Don Miguel hablaba para las paredes.
Para compensar estaba Don Enrique, el de Lengua y Literatura. Era seco y diría que a veces hasta borde. Nunca se molestó en parecer simpático, ni con nosotros ni con algunas de sus compañeras, que cuchicheaban por los pasillos y le ponían verde. Y es que Don Enrique era políticamente incorrecto. Casi siempre decía lo que pensaba (sospecho que algunas veces se mordía la lengua) y recuerdo que hasta fumaba en clase. Pero consiguió que leyera cada noche a escondidas. Teníamos 12 años, y leíamos Marcovaldo, de Italo Calvino; él nos leía en clase capítulos de El coronel no tiene quien le escriba, y otros libros de García Márquez. Con Don Enrique conocimos a Vargas Llosa, a Manuel Puig, a Manuel Mujica Lainez y su Aleph y a otros muchos. Si un día me le encontrara, sin duda le daria las gracias. Todo esto me lleva a pensar la enorme importancia que tienen las personas con capacidad de influencia sobre los niños. Entre ellos, los profesores, que pueden hacer que te entusiasmes con una materia o que llegues a aborrecerla. Por suerte, la historia y yo nos reconciliamos en el instituto.