Revista Diario

La imagen del asesino

Publicado el 04 abril 2012 por Chirri

De nuevo otro crimen sangriento, parece queúltimamente todos los criminales más sanguinarios han salido de su abyectocubil para llenar de sangre y dolor las calles de la urbe. Esta vez un pequeñoindustrial, empresario de una agencia de mensajería había sido asesinado en elinterior de su local, éste a pesar de su enjuto y escurrido cuerpo, habíacreado un enorme charco de sangre a su alrededor, junto a él sus gafas habíansido pisoteadas con saña, haciendo mil añicos los lentes y una figura imposiblede reproducir la montura de pasta.
-  ¿Y bien Guillen*? –Pregunté a mi subalterno.
-  Varón, cincuenta y cuatro años, presenta herida incisa en el vientrede catorce centímetros, con evisceración, afectando a varios órganos, mortal denecesidad, hora aproximada de la muerte las 22 horas de ayer.
-  ¿Testigos?
-  Nadie oyó nada ni vio nada, las persianas estaban echadas y el finadotrabajaba regularmente hasta muy tarde por lo que nadie lo echó de menos, aveces se quedaba trabajando toda la noche, por lo que su viuda no lo echó demenos; lo descubrió el primero de sus empleados al venir a trabajar a las ochode la mañana.
-  ¿Posibles enemigos?
-  Estamos hablando con los empleados, y francamente, les falta muy pocopara empezar a descorchar champán
-  ¿Tanto lo apreciaban?
-  Imagínese, al parecer lo llamaban “Gárgamel” era un explotador segúnsus palabras, once horas de trabajo a toda pastilla por ochocientos eurillos.
-  Es lo que tiene la reforma laboral, enséñeme un mileurista si loencuentra.
-  ¿La viuda?
-  Deshecha, se acaba de marchar al Corte Británico a comprarse unostrapillos para celebrarlo.
Dejéeste diálogo que me empezaba a aburrir y eché un vistazo al local, detrás delmostrador lo de siempre, ordenadores y papeles descolocados sobre las mesas, enun rincón, sobres y paquetes esperaban su distribución y entrega.
-  ¿Los empleados dónde paran?
-  En el bar de al lado señor inspector.
Allíme dirigí, dentro haciendo un ruedo, se hallaban tres recepcionistas y cuatromensajeros, dentro de su comprensible dolor por la pérdida sufrida, bailaban“Paquito chocolatero” con un énfasis realmente conmovedor. Uno de ellos, el másbebido a pesar de la hora cantaba desaforadamente:
Ya se murió el burro de la tía "Vinagre", ya se lo llevóDios de esta vida miserable. Que tururururú, que tururururú
Intentaronenlazar una conga conmigo como cabecera, pero con un hábil juego de cinturaconseguí zafarme de aquellos locos cercanos al coma etílico. A su lado,bastante más despejada pues estaba en estado de buena esperanza, se hallaba una  de las secretarias, me acerqué a ellaconfiado en conseguir respuestas.
-  Veo que están contentos.
-  Tienen sus motivos, el no tener que soportarle tiene mucho valor,aunque mañana con la resaca recapacitarán y verán el futuro algo más gris.
-  ¿Y eso?
-  La viuda venderá la empresa en cero coma, ella también padecía sumezquindad, en cuanto recoja los millones ¡Baden Baden!
-  ¿Quién se alegra especialmente de su muerte?
-  Pregunte más bien, quien no se alegra, seguro que encontrará a menosgente, todos le odiábamos, su viuda, los trabajadores, los clientes hasta ladueña del quiosco de prensa, y eso que no compraba el periódico.
-  ¡Qué barbaridad! No voy a tenerlo fácil para encontrar al culpable.
-  Seguro que no, y por nuestra cuenta no va a encontrar facilidades,todos bendecimos al autor.
-  Veo que tampoco lo apreciaba.
-  Yo me limitaba a hacer mi trabajo, pero he visto y oído muchas cosas,las suficientes para no tener compasión de él, pero no piense que uno denosotros lo hayamos matado, si hubiéramos sido más valientes, nos habríamosmarchado de la empresa, pero fuimos cobardes y nos quedamos, aquí, losuficientemente cobardes para ser incapaces de pergeñar un crimen.
Nuestrodiálogo fue interrumpido por la llegada de la viuda, lo colegí al verla entrarcargada de bolsas de el Corte Britano, le fui presentado por la amablesecretaria.
-  Vaya, parece que el negro para el luto ya no está de moda.
-  ¡Qué gracioso es usted señor inspector! Son cuatro trapitos que hecomprado para los consiguientes actos que llegan.
-  Me hago a la idea, no sé si acompañarla a usted en el sentimiento.
-  Como usted guste, pero que sea rápido que tengo hora en la peluquería.
-  Solo una pregunta ¿Quién puede odiar así a su marido?
-  Ya le habrán dicho estos (señalando a los empleados que ahora hacíanuna especie de ciempiés todos arrodillados en el suelo del bar) que habríaseguramente cola para despachar a mi marido, si la gente hubiera tenidopelotas, pero claro, hay pocos hombres en el mundo, aunque yo me propongobuscar a uno de verdad ahora.
-  Encomiable proyecto, señora mía ¿No estará ocultando algún nombre porpura simpatía?
-  En honor a la verdad y a la justicia, la única persona capaz hubierasido un ex empleado, un jefe de equipo que tuvimos muchos años, hace un tiempoa mi marido le dio por hacerle la vida imposible, el pobrecito aguantó hasta loindecible durante casi dos años fue un sinvivir, hasta que le plantó cara a mimarido, le sacó los cuartos y se largó ¡Ole sus huevos!
-  ¿Recuerda su nombre y dirección?
-  Si, como no, dele recuerdos de mi parte cuando lo vea y dígale que nole guardo rencor, dios le bendiga.
Fueentonces cuando las cosas se empezaron a torcer, no sabía el por qué pero aquellafiliación no me era del todo desconocida, había algo que me desconcertaba, queembarullaba mi cabeza y me decía que nada bueno iba a sacar de aquello, pero elsentido del deber que siempre me acompañaba, despejó aquellas dudas que measaltaban, me monté en el coche patrulla y le indiqué al conductor la direcciónde destino, sin que los densos nubarrones que me acompañaban me dejaran meditartranquilo.
Segúnnos íbamos acercando al barrio de Vallecas donde vivía el sospechoso, unasensación de “deja vu” iba creciendo dentro de mí, esos árboles, los baches, lascalles llenas de inmigrantes, todo ello me hacía pensar que me encontrabadentro de un sueño mil veces repetido, intentaba pensar en mi niñez pero nolograba recordar nada, era como si mi pasado se hubiera borrado de un plumazo,como si fuera pura fachada y detrás de mí no existiera sino un andamio quesustentara mi ser ¿Quién era yo al fin y al cabo? ¿Realmente contribuí a lacaptura del enano del botón rojo, a la detención de Carrillo, a impedir elgolpe de estado del 23-F? ¿O me encuentro en un plano distinto de la realidad?
Todasestas preguntas se me agolpaban en mi mente cuando se auto se detuvo, me apeé yme encaminé al portal, no me hizo falta llamar al telefonillo de ningún vecinopara que me abriera, pues en mi mano apareció un manojo de llaves, una de ellasencajaba perfectamente en la cerradura, subí por la escalera hasta el segundopiso y de nuevo con otra llave abrí la puerta, en la entrada me estabaesperando, le miré fijamente y no supe qué decir, holgaban las preguntas, lasrespuestas salían de repente como una ametralladora, mi mente casi era incapazde comprender a la vez tantos descubrimientos, me di la vuelta y me alejé del espejodel recibidor que me había devuelto la imagen del asesino.
-  Enhorabuena inspector, todos los diarios no paran en mientes de su éxitoal detener a la viuda derrochona, otro blasón en su carrera.
-  Muchas gracias Lola, la mejor de las Lolas del mundo entero.
-  Fue increíble su perspicacia al hallar el arma del crimen, después quea pesar de todos los registros no se le había encontrado encima.
-  No hay nada como saber dónde mirar en el momento apropiado.
-  No le veo muy alegre de todas formas ¿Le ocurre algo?
-  Lola ¿Nunca te has parado a pensar que pudiera ser que somos unosseres de papel, que no existimos y que somos parte de la imaginación de otrosseres?
-  ¡Stop inspector! Tómese un güisqui como solía y deje esas cosas aStephen Hawkins.
 * Me he permitidocambiar el nombre del subinspector Bernal por el de Guillén, ¿motivo?, muysencillo, he descubierto  varios librosescritos por un tal David Serafín cuyo protagonista es el comisario Bernal yambientados en el Madrid de la transición, os los recomiendo, son fabulosos ytienen una frescura que desde el Plinio de García Pavón no había leído, si tenía un motivo para el apellido Bernal,también lo tengo para el apellido Guillén, pues procuro nunca dar puntadas sinhilo, aprovecho también para dar las gracias a Javir (y van…) por sacudirme lapereza en base de darme ideas para desarrollar escritos, ya sabéis, si no os hagustado este relato de quién es la culpa.
La imagen del asesino


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