Queda más de un mes para que la Navidad(la de verdad, no la que empieza en verano en los centros comerciales) irrumpa en nuestras vidas. Más de un mes para que nos volvamos de golpe, bondadosos, amables, generosos y con la sonrisa permanente. Más de un mes para meter un árbol en una casa y adornarlo y decorarlo con múltiples luces, bolitas y muñequitos; para montar el belén con figuras de personajes que a veces ni saben de donde vienen ni el papel que representan; para olvidar la crisis y tirar la casa por la ventana con los ojos abiertos para comprar todo lo(no)necesario, llenar el congelador y después degustarlo en cantidades exageradas en una gran mesa con un gran mantel, sobre la que irá una cubertería de lo más inmaculada...
En fin, queda un mes para que la tradición y el decir: <<no, sí yo no soy católico>>, irrumpa en nuestras vidas; lo que para algunos la falsedad de estas fechas es el ser más amable que el resto del año, para mí, la falsedad es no ser católico practicante y sin embargo, celebrar el nacimiento de Jesús, aunque sea inconscientemente, unido a una tradición...
Sin embargo: ¡Feliz Navidad!, al igual que ¡Feliz verano!, porque no deja de ser, una época más, al igual que se caen las hojas y las flores salen...
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