Lucía siempre había estado muy contenta hasta que un día descubrió una preocupación. Un libro y sensible y reconfortante para hablar con los niños y ayudarles a que compartan sus preocupaciones, no importa lo grandes o pequeñas que sean.
Otra vez estamos por aquí haciendo un hueco en los cajones para nuestros sastrecillos valientes, y se lo hacemos a una prenda lindísima que inicia a los peques en la gestión de las emociones.
La sinopsis habla por sí sola: Lucía es una niña en cuya vida se cruza una preocupación, esta empieza siendo pequeña pero... por todos es sabido que cuanto más le damos vueltas a algo más engorda. Lucía descubrirá cómo conseguir que desaparezca, algo que en principio no le parecía tarea sencilla. Una vez hallada la fórmula, las preocupaciones ya no serán un problema para nuestra pequeña protagonista.
Una historia muy sencilla pero muy tierna. En ella resuenan valores como la integración (no hay más que echarle un ojo a nuestra adorable Lucía), la empatía, la comunicación y la confianza. En ella se anima a nuestros niños a compartir sus temores, a no avergonzarse de lo que les pasa porque es fácil que no sean los únicos en esa situación aunque les parezca imposible.
Una bola cejuda dará vida a esos miedos o temores, a las preocupaciones, y a los mayores sólo nos queda ayudar a los peques a comprender qué es exactamente lo que representa. A los 3 años tal vez les cueste hacer esa abstracción pero es un buen comienzo, es sorprendente el poso que van dejando las historias en los niños.
Puedo decirle a mi hijo mayor cada día que comparta sus miedos con los adultos a los que quiere, que confíe en ellos y les cuente sus temores o aquello que le pone nervioso o no es capaz de quitarse de la cabeza. Puedo intentar hacerle entender que tener ese tipo de pensamientos y sentimientos no le hacen diferente ni más débil si no que todos estamos expuestos. Sí, puedo recordárselo una y otra vez pero estoy segura de que ese cuento que le leo todas las noches y que le habla de "eso" que le pasa y cómo lo resuelve la protagonista le da el ejemplo lúdico que necesita.
¿Os lo recomiendo? Lo cierto es que tal y como sucede con la literatura adulta, una misma historia puede gustarle a un lector pero no a otro y los niños a veces son impredecibles. Sólo os diré que mi hija pequeña (3 años) quiere leerlo todas las noches desde que llegó a casa, que disfruta de sus preciosas ilustraciones y que es capaz de contarme ella misma algunos pasajes. El mayor sólo lo ha leído un par de veces pero hemos analizado juntos qué es una preocupación y qué hacer cuando aparecen, con un apoyo divertido y bonito hemos tenido un peque-charla.
Ahora, está vuestra mano conocer a Lucía o dejarla en el cajón de prendas por probar :)