Nací, crecí y aún vivo en Bogotá, Colombia. Vengo de una familia católica y desde pequeña me llamaban mucho la atención los ángeles. Mis primeros años de vida estuvieron dentro de esa religión en donde encontré una conexión con Dios, Jesús, María y los ángeles.
Cuando estaba en bachillerato, un tío me llevó a Brahma Kumaris y ahí medité por primera vez, en esa época no era tan fácil encontrar sitios donde meditar. Fue una experiencia que marcó mi vida, conecté con la meditación desde el primer momento, fue algo que amaba hacer. Por complicaciones en los horarios de las meditaciones y otras cosas dejamos de asistir.
Pasaron muchos años y me concentré más en la universidad, la carrera, los amigos, la familia. Un día estaba en el trabajo revisando un material, escuché que alguien me habló y me dijo algo como que eso me podía interesar y me entregó un papel, lo recibí, aunque no le vi su rostro y no sé quién fue. Un rato después, vi el papel y vi que era una invitación a meditar con ángeles en Usaquén. Algo dentro de mí vibró, me parecía maravilloso que dos cosas que amaba se podían unir.
Decidí ir, el lugar me pareció maravilloso, se llama La Casa de los Ángeles, ahora queda en La Castellana. Ahí conocí a María del Pilar Rengifo, ella primero daba una charla y luego hacía la meditación. Y nuevamente volví a conectar, como conecté cuando fui a mi primera meditación, volví a ser más consciente de mi alma.
Aprendí muchísimo, hice muchas meditaciones, conocí muchos tipos de meditaciones, todo fue absolutamente enriquecedor. Siempre asistía mucha gente, en su mayoría mujeres, y era muy especial todo lo que se vivía y la energía que se percibía.
Y nuevamente me volví a desconectar, dejé de asistir a las meditaciones porque no resonaba con una nueva persona que las guiaba y no conocía otro lugar. En el próximo post, les seguiré contando la historia de este camino que se escribe día a día.