Revista Diario

La tienda de la esquina y otros olores

Publicado el 05 noviembre 2012 por Chirri

Hoy han cerrado la corsetería de la esquina de la avenida de Moratalaz, la misma que me alegraba la vista en mis paseos, como sabéis tengo por obligación el caminar un mínimo de media hora diaria, exigencias de la cardióloga, aunque mis paseos cubren más bien la hora completa y muchas veces bastante más.
Pues sí, corsetería Lola´s ha echado el cierre, francamente en el nombre se lucieron, era lo único que aborrecía, primero porque tiene el mismo nombre que mi jefa y segundo porque parece una coña que bautices el local con aquello que precisamente vas a ayudar a ocultar con el género que precisas mercar.
Maldita crisis que acaba con los pobres minoristas de toda la vida, hoy las mujeres de los barrios obreros van a los chinos o a los mercadillos para comprar los hábitos que precisan, o directamente, para los más pudientes y privilegiados mileuristas, en los atiborrados centros comerciales, lugares abyectos, templos del consumismo, con una cacofonía de voces del gentío presente, provocada por arquitectos infames que no conciben en un lugar así, una silla o una alegre fanerógama.
Todavía retengo en mi memoria al bueno de Aquilino, el dueño de la tienda de ultramarinos del  barrio, alimentos servidos a granel y sin envasar en el plástico asesino, papel de estraza o incluso de periódico servían a tal fin, legumbres, galletas, embutidos, latas de todos tipos, colores y contenido; todo ello provocaba un olor especial incluso fuera del local, que no he vuelto a percibir.
Otro olor que añoro es el de la clase del colegio de la infancia, un olor mezcla de goma de borrar y madera de lapicero, de tinta china y de bolígrafo, de miedo a que el maestro te pregunte la lección y no la sepas con el consiguiente sádico castigo en forma de golpes con la regla de madera, añosa y ajada a fuer de su uso y abuso en tantas carnes pecadoras (peccata minuta) al fin y al cabo, años del ciego “la letra con sangre entra”. Dómines que enjugaban su frustración y ralos sueldos con castigos baremados en azotes.
Este añejo olor se mezcla con el que salía de la fábrica de cortezas que medianero, emanaba con toda plenitud y atormentaba nuestros estómagos, hoy en día sería inimaginable que junto a un colegio se acumulasen tantas bombonas de propano y de aceite que juntas podrían provocar una tragedia pavorosa, pero aquellos eran otros tiempos.
Vaya, con tantos olores me he perdido en mi infancia, y todo porque una pobre gente ha tenido que cerrar el negocio y que cuando camine por allí no podré alegrarme la vista con las últimas tendencias de dèshabillées y otros vestidos escasos de tela y plenos de sutiles transparencias. La tienda de la esquina y otros olores 

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