La Bruma, publicación digital amante de géneros fantásticos como terror y ciencia ficción en todas sus variantes artísticas sin distinción, anunció recientemente la presentación del libro de un autor amigo de la casa. La Bruma no distingue entre cuentos, cortometrajes, artículos periodísticos: toda creación artística es receptada y ponderada por La Bruma.
La publicación adelantó el primer capítulo de la novela que finalmente fue presentada en la ciudad el último domingo: Labios del Fin del Mundo. Hace un par de años, Federico me trajo el manuscrito del libro y lo leí en pocos días, sumergida en la atmósfera apocalíptica de sus páginas. No es simple ni acogedora, le respondí ante la pregunta que todo autor formula respecto de sus creaciones.
Labios del Fin del Mundo es una novela descarnada acerca de una hipótesis tan real como inquietante: la presencia de una nube oscura y misteriosa que sumerge a los habitantes de la ciudad en una suerte de penumbra permanente, una media luz sin principio ni fin que se impone con el consiguiente caos de la población y las restricciones a la libertad personal que pergeñan las autoridades como respuesta.
En este contexto Julián y Ana se encuentran y se enamoran: un amor surgido por necesidad porque cada uno carga con sus propias oscuridades personales, que repercuten y circundan las decisiones que han de tomar para sobrevivir en un ámbito que se torna más y más hostil. Horacio Oliveira, el singular personaje cortaziano de Rayuela, se presenta como una especie de alter ego de Julián, un interpelador acerca de sus conflictos no resueltos; su presencia es un tributo de Federico al inolvidable escritor argentino.
Una pregunta sobrevive a la lectura del texto: ¿es el amor surgido casi sin pasión una forma de supervivencia ante la desesperación? Tal vez sí, ha respondido el autor ante el interrogante, tal vez el amor sea una manera de sostener la esperanza, de concebir un final abierto cuando todos los caminos parecen conducir al laberinto de la sinrazón.
El cumpleaños de Fede
Hay veces que un día en la vida se presenta como extraordinario, un momento en que el destino conjura para que las circunstancias sean inolvidables. Fede cumplió años la misma fecha en que se produjo la presentación de su primera novela, un acontecimiento que marca a fuego la vida de un escritor.
Con doble expectativa los invitados arribamos a la cita fijada para el domingo a las 18 horas para acompañarlo en la celebración. Miguel Hoyuelos y Sebastián Chilano, que más allá de la fìsica y la medicina comparten el vicio de escribir, lo acompañaron en una amena charla donde las vivencias y la novela fueron protagonistas.
Más allá del acontecimiento, con Vero, Kari y Candela disfrutamos cantar las canciones de rigor y degustar la torta no apta para paladares refractarios a los sabores dulces. Si bien recibió regalos y muestras de cariño de todas las personas presentes como otros años, esta celebración estuvo rodeada de un aura especial: que las Musas te sigan acompañando, Fede, a lo largo de muchos años más.
Cosmética árabe
Estábamos en la plaza del Zócalo paseando por la Feria de las Culturas Amigas cuando la cantidad de féminas que se agolpaban en uno de los puestos atrajo mi atención. Una vez que logré acercarme entre el enjambre humano, la amabilidad de Fuad me condujo hacia los misterios cosméticos tan admirados en las mujeres árabes.
Los ojos, oscuros y rasgados, se tornan inolvidables con el kohol y el rimmel sin mesura ni discreción; los pómulos se acentúan con polvos tomalizadores que brindan una saludable apariencia a las mejillas.
Seducida por las explicaciones de Fuad y la apariencia de sus compatriotas, algunos de los cosméticos que se encontraban a la venta en el puesto de la feria del Zócalo integraron mi equipaje al regreso: el efecto de ambos se potencia con el recuerdo feliz de las circunstancias de su adquisición.