Revista Literatura

Las 5 sirenas de los escritores: procrastinación experta

Publicado el 01 marzo 2016 por Cabaltc

Que los escritores somos unos expertos en el noble acto de la procrastinación es casi un axioma. De hecho, creo que somos una de las pocas profesiones de este mundo que utiliza este palabro tan raro como es procrastinación. El resto lo llama de maneras mucho más sencillas y evocadoras como hacer el vago, perder el tiempo y cosas menos glamurosas que terminan en palabras tales como la que se refiere a un cuerpo redondeado que producen las hembras de las aves y que contiene el germen del embrión y las sustancias destinadas a su nutrición durante la incubación.

En definitiva, la procrastinación es un arte del que todo escritor es más o menos experto.

Sin embargo, entre aquellos que consideramos la escritura como nuestra profesión, hay una serie de peligros a los que tenemos que enfrentarnos casi a diario para poder levantar la cabeza y escribir esos cientos o miles de palabras que queremos escribir en un día. Tareas tan necesarias como peligrosas que pueden convertirse en verdaderos agujeros negros de tiempo y productividad.

Son unos elementos tan atractivos, atrayentes y apetecibles que hacen que caigamos en sus brazos de manera voluntaria y sin tener el cuidado que deberíamos. Y siempre con más frecuencia y durante más tiempo del que deberíamos. Son, en definitiva, las sirenas de la procrastinación experta. Unos bellos seres a los que todos queremos acercarnos pero que ninguno de nosotros debería tocar jamás.

Sirenas de procrastinación

Las sirenas de la procrastinación

Todas estas sirenas de la procrastinación que aquí recojo son elementos a priori útiles para nuestra labor como escritores. De hecho, muchas de ellas son de vital importancia en nuestra carrera por el ¿éxito? ¿Ventas? ¿Reconocimiento? ¿Público? ¿Nobel? ¿Nébula? Por lo que sea que busquemos.

Sin embargo, como su propio nombre indica, son tareas tan atractivas que podemos perder nuestro norte y terminar estrellando nuestro barco de productividad y hacerlo astillas muy pero que muy pequeñitas.

¿Cuáles son las que más me tientan a lo largo de mi día a día?

 1. Las estadísticas

El number güan, la joya de la corona. El arte de la procrastinación tiene que pasar por perder no un poco, sino mucho tiempo en mirar, remirar, y reremirar estadísticas.

Ya sean las de visitas del blog, las de búsquedas en WebMaster Tools, los datos de cómo, dónde, cuánto y por qué entra la gente en nuestra web con Google Analytics o los datos de ventas de Kindle… O algo tan sencillo y complejo como son las audiencias en redes sociales.

Tenemos a nuestra disposición infinitas herramientas que nos permiten medir y analizar todo lo que hacemos y cómo interactúan los demás con nosotros. Aunque… ¡cuidado con caer en la parálisis por análisis!

, medir hay que medir, pero no, no hay que estar haciéndolo todas las semanas. Ni todos los días. Ni a todas horas. Ni…

Yo adolezco muchísimo de esta sirena de la procrastinación. Me parece tan bella que no puedo evitar caer en ella con mucha frecuencia. Sin embargo, cuanto más tiempo pasa desde que abrí la primera cuenta de algo que podía medir, menos me cuesta pasar días sin mirar sus estadísticas. Y sí, he dicho días. Todavía estoy puliendo este defectillo sobre-analítico que tengo.

2. El estudio

Esta es otra de mis favoritas.

Te planteas un nuevo reto, quieres explorar nuevas maneras de exponer tus tramas o sólo quieres profundizar más en algún elemento que te apasiona de la escritura. Nunca dejamos de aprender, pero se aprende a escribir mucho más rápido si escribimos, no si dedicamos nuestro tiempo de escribir a leer sobre cómo escribir.

Hay que encontrar un balance entre el estudio y la escritura. Un balance que tenga un tiempo determinado y en el que se incluya la premisa de: si escribo, escribo; si estudio, estudio. Nunca ambas juntas.

Sin ir más lejos, redactando uno de mis relatos, me enfrenté a la posibilidad de utilizar un narrador que no había utilizado hasta ahora. Todo esto a mitad de la escritura del relato. Así que… ¿qué mejor forma de aprender este nuevo narrador que dejar el relato a medias, estudiar cómo funciona y reescribirlo todo? Error.

No dejes tu trabajo a medias porque te apetece innovar. Sólo debes dejar de escribir si ese estudio es vital para el correcto avance de tu historia.

Y, salvo con la ortografía, no se me ocurre qué podría ser tan importante como para dejar de escribir.

3. La documentación

Hay escritores que dicen que la documentación es una pérdida de tiempo. Otros opinan que es básico y vital para poder escribir con calidad.

Depende de vosotros mismos. Es igual que decir que un escritor brújula es mejor que uno de mapa. Depende de cómo seamos cada uno, ¿verdad?

Lo que sí está claro es que hay que fijar unos límites a la documentación. No podemos estar un año documentando una novela. Ni tampoco podemos estar perdiendo el tiempo cada vez que en una de nuestras escenas se nos plantea una incógnita que no sabemos resolver.

¿Los uniformes de la policía de Nueva York son azul oscuro, negros o gris oscuro? Terminad de escribir la escena y buscadlo después.

The best is the enemy of the good

Que los árboles no os impidan ver el bosque. Aparcad los detalles a un lado, ordenarlos, clasificadlos y resolvedlos después de escribir. O mejor aun, planificad correctamente vuestra escaleta y vuestras escenas y detectad toda la posible información que vais a necesitar antes de poneros a escribir.

4. Estudios de mercado

Es mi manera políticamente correcta de hablar del plagio corporativo. Todos conocemos casos de éxito, escritores de nicho o blogs que nos sirven de inspiración (otro eufemismo más) para nuestro día a día.

Y es verdad que nuestro mejor maestro es aquel con el que competimos, pero que está varios niveles por encima en cuanto a público, ventas y reconocimiento (sí, y por qué no decirlo, en calidad). Así que siempre tendremos esa comezón interior que nos impulsará a ver qué es lo que ha hecho esta vez.

Está bien hacerlo. Pero no vale como excusa el hecho de que posterguemos todas nuestras tareas cada vez que sale un post, un libro o una entrevista suya en algún medio. La procrastinación tiene muchas caras y no debemos olvidar que nuestro objetivo es escribir bien nuestros textos. No analizar a los demás.

5. Promoción y Marketing

Promocionar nuestra marca y vender es algo básico y vital para cualquier escritor. Es un hecho, si no sois conscientes de ello… replantearos qué estáis haciendo con vuestra vida. Si escribís por placer no digo nada, pero si pretendéis ser escritores de éxito y vivir de lo que escribís… Entonces necesitáis vender.

¿Cómo? Dedicando mucho tiempo a crear audiencias, daros visibilidad y a anunciar vuestro producto (siempre con mucho cuidado).

¿Dónde? En las redes sociales… ¡Pero cuidado! Las redes sociales son la el pozo de procrastinación más profundo que existe. No sólo por el tiempo y el esfuerzo que dedicamos a darles cariño (algo que debería estar muy acotado en nuestro tiempo de trabajo) sino también en contestar a todos aquellos que se ponen en contacto con nosotros.

Sí, hay que cuidar a los lectores. Aunque no a costa de lo que estemos escribiendo.

Fijad unas horas inamovibles de uso de redes sociales y de dedicación a promocionaros y vender vuestro libro. Y nunca os salgáis de ellas.

Extra: El blog

Ya hablé de los peligros del blog para un escritor en otro artículo.

El blog es nuestro gran aliado. Es el que nos permite llegar a cientos de personas. Incluso a miles.

Es el que nos da visibilidad y nos ayuda a promocionarnos a nosotros mismos. Pero ¡cuidado! También puede convertirse en un auténtico lobo de vuestro tiempo.

No le dediquéis más de lo estrictamente necesario. Porque el blog es una ayuda, pero es sólo el escaparate de vuestro trabajo…. ¡Así que vuestro trabajo tiene que estar hecho!

Antes de ponerme serio con este tema, el tiempo que dedicaba a una cosa y a otra era siempre del 50%. Incluso a veces del 60/70 para el blog.

Y eso es un error. Porque sois escritores. Vuestro objetivo es escribir, no publicar artículos en el blog.

En resumen

Como podéis comprobar, todos y cada uno de los puntos anteriores no son (a priori) unos elementos de procrastinación que debamos evitar. Todas son tareas que debemos realizar en algún momento de nuestra planificación mensual.

Sin embargo, es muy importante que todas ellas tengan unos tiempos bien definidos. Si no lo hacemos, podemos encontrarnos con que hemos perdido nuestro tiempo del día en algo que no era escribir.

Así que… controlad el tiempo que dedicáis a cada una de estas tareas.


Escrito por David Olier para el blog El Rincón de Cabal.


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