Revista Diario

Las fases

Publicado el 25 julio 2013 por Mamenod
Cuando una tragedia como la de ayer golpea fuerte, tengo la sensación de que a pesar de no ser una víctima directa, el cerebro va pasando por distintas fases hasta asimilar el dolor que nos produce el impacto.La primera sacudida llega cuando, de repente, cortan la programación en televisión para poner un informativo. Ahí ni siquiera es el cerebro el que manda, creo que el respingo en el cuerpo lo ordena directamente el corazón, que sabe que nunca una de esas pausas ha sido para contarnos con alegría que se acabaron los problemas. Y esa cabecera que corta la ingenuidad de la serie de risa o la ficción de la película de intriga, pone la piel de gallina porque la memoria azuza rápidamente la marcha, y vuelve a enseñarnos imágenes de atentados, sangre y luto, que teníamos, desde la última vez, guardadas en el cajón en el que dejamos bajo llave todo aquello que una vez nos hizo daño.Luego, cuando llega la noticia y entendemos la gravedad de lo ocurrido, lo primero que hacemos es pensar lo cerca que hemos estado de ser protagonistas; hace unos días cuando viajamos en un tren de las mismas características, o en ese momento en familia cuando decidimos: el próximo viaje es Galicia.Y entonces, a renglón seguido, siendo verano y sabiendo lo que significa en cuanto a viajes y movimientos, empiezas a repasar mentalmente qué miembro de tu familia más o menos cercana, qué amigo o qué conocido puede estar en esos momentos sufriendo en sus propias carnes lo ocurrido.En mi caso, la mayor parte de la familia de mi marido es de Pontevedra, y entre los míos también hay gallegos de adopción y mucha gente joven que se mueve en estas fechas de un lado a otro. Como afortunadamente, el listado de amigos también es grande, el pulso acelerado me explica que todos tenemos posibilidades de que el hilo frágil que sostiene la vida, haya sido cortado de forma absurda para un ser querido. Se nos instala una incertidumbre insana que al menos en mi caso se traduce en escalofríos, a medida que se va conociendo más la magnitud del accidente. A esas alturas de la noche, ya es el miedo y sobre todo la rabia, los dos sentimientos que se vienen a vivir al corazón. Sabes que si hubiera ocurrido algo, no lo sabrías de inmediato e irremediablemente te quedas alerta a una llamada o a un mensaje que te transmita el drama.Ahora en la mañana, cuando la resaca de lo ocurrido sigue planeando y tienes la "tranquilidad" de saber que el teléfono no ha sonado y que el impacto no ha sido directamente contra tu tejado, es difícil ni siquiera imaginar por lo que tantas familias estarán pasando. Creo que aunque lo intentes, hay un resorte en algún lugar que te distrae para que no sufras el dolor agudo, el desgarro salvaje que debe sentir alguien por dentro cuando ya no hay solución porque sólo hay muerte.Ayer lloré, lloré porque se me agolpaba la pena. No pude evitar recordar que hace un mes yo viajaba en un Alvia desde Madrid a Cádiz y el tren iba lleno de niños. No pude evitar emocionarme con la buena gente que una vez más demuestra que España es un país solidario. Estoy profundamente triste hoy. Esta vez, como tantas, las palabras son difíciles porque los sentimientos desbordan el alma. Mi más sentido pésame. Las fases

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