William Blake, El cuerpo de Abel descubierto por Adán y Eva, 1825, acuarela sobre madera.
"Si las puertas de la percepciónquedaran depuradas,todo se habría de mostrar al hombretal cual es: infinito"WILLIAM BLAKE
Con este epígrafe del visionario, poeta, grabador, artista plástico inglés e inspirador de muchos artistas famosos tales como Jim Morrison, William Blake — quien, a pesar de su genialidad, se consideraba a sí mismo simplemente un artesano y sufría enormemente debido a su personalidad compleja y a sus percepciones de un futuro apocalíptico para la humanidad —, abre el libro Las puertas de la percepción de Aldous Huxley, cuyo título original es Doors of Perception. Se trata de un ensayo escrito en 1954 por el autor de la genial distopía Un mundo feliz (Brave New World), obra que despertó mi admiración tanto como las novelas orwellianas. La novela precedió al ensayo de Huxley, el cual ahonda sobre los efectos de las drogas alucinógenas. Huxley describe sus propias experiencias con el principio activo del peyote, denominación mejicana del cacto o cactus, venerado como deidad por los indios de Méjico y del sudeste de los Estados Unidos, y muy conocido por sus alcaloides psicoactivos, entre ellos la mescalina, principal sustancia responsable de sus efectos psicodélicos. La mescalina posee una larga tradición de uso tanto medicinal como ritual entre los indígenas americanos y está extendida mundialmente como enteógeno y complemento de diversas prácticas, entre las que se encuentran la meditación y la psicoterapia psicodélica. Asumiendo que el cerebro humano filtra la realidad y no permite pasar todo el espectro de impresiones e imágenes que percibe bajo los efectos de alucinógenos como el que él ingiere. Así es como logra abrir "las puertas de la percepción" que, según él, sólo se le habilitan de manera natural a los grandes artistas como Blake, a los místicos o a los iluminados, y comienza a notar que los objetos cotidianos adquieren una relevancia e interés inusuales. Espacio y tiempo son nociones que se vuelven irrelevantes y la percepción aumenta llegando a ser sobrecogedora. Huxley propone una serie de preguntas interesantes luego de hacer una contundente afirmación acerca de la percepción:
"Vernos a nosotros mismos como los demás nos ven en un don extremo conveniente. Apenas es menos importante la capacidad de ver a los demás como ellos se ven. Pero ¿qué pasa si los demás pertenecen a una especie distinta y habitan un universo radicalmente extraño? Por ejemplo, ¿cómo puede el cuerdo llegar a saber lo que realmente se siente cuando se está loco? O, a menos que también se haya nacido visionario, médium o genio musical, ¿cómo podemos visitar los mundos en los que Blake, Swedenborg o Johann Sebastian Bach se sentían como en su casa?"
A toda persona ordinaria le despierta interés y curiosidad la vida de aquellos que trascienden por algún motivo en particular, dado que todos compartimos ese genuino deseo de trascender. No obstante, como bien apunta Huxley en otra parte de su ensayo:
"La mayoría de los hombres y mujeres llevan vidas tan penosas en el peor de los casos y tan monótonas, pobres y limitadas en el mejor, que el afán de escapar, el ansia de trascender de sí mismo aunque sólo sea por breves momentos es y ha sido siempre uno de los principales apetitos del alma."
A continuación el autor hace una lista de lo que él mismo denomina "modificadores de la conciencia" en la cual incluye al arte, la religión, los carnavales, los saturnales, el baile, el alcohol, el tabaco y las drogas prohibidas en Occidente. Ya en Mundo feliz Huxley presenta al soma como la única forma de soportar esa realidad aplastante del mundo de los personajes de la genial novela distópica, tal como hicieran los brahmanas en la época védica en la India.
Como lectora no sentí que Huxley intentaba hacer una exaltación del empleo de sustancias tóxicas como forma de escapismo. Sí me interesó el despliegue de su amplia cultura a través de ricas alusiones a diferentes artistas de diversos géneros y la exploración sin filtros ni tapujos que el brillante escritor realiza de esas experiencias sensoriales que, como adultos, todos buscamos de la manera que escogemos. Lo cierto es que el síndrome de la avestruz (no veo, no oigo, no hablo), está ampliamente extendido en nuestras sociedades, ese terrible miedo a enfrentar la verdad de lo que somos como comunidad y quienes somos como individuos. Este no es el caso de Huxley, quien se muestra con total transparencia.Una potente y esclarecedora lectura que coincide con un momento de apertura de las puertas de la percepción y de la búsqueda de la verdad por parte de una sociedad, la mía, indignada y harta ya de tanta impunidad y mentiras provenientes de las más altas esferas del poder. ¡Qué sean abiertas las puertas de la percepción por nuestro bien y el de nuestro porvenir!
A boca de jarro
The Marriage of Heaven and Hell ,William Blake, 1793.