¿Recordáis esto?:
Hace unas semanas os traje hasta aquí las imágenes de un nido de mirlos que descubrí, sin querer, entre las viñas de mi finquita.
Pues bien, hace tres días, me topé con lo que veréis a continuación:
Ya os podéis imaginar la alegría que me dio al contemplar que ya habian nacido los dos pollos.
Entonces ni siquiera piaban, para mí que no tenían ni 24 horas de nacidos.
Hoy volví a pasar por el nido y me embargó la tristeza al contemplar lo siguiente:
El tercer huevo no eclosionó y lo peor es que uno de los pollos tampoco estaba.
Lo busqué por los alrededores, por todos lados y nada. Ni rastro.
Supongo que alguna de las muchas rapaces de la zona o algún roedor se hizo con él.
Me quedé muy triste, pero la naturaleza es así.
Ojalá que su muerte sirva para alimentar y sacar adelante a otros animales.
Ojalá que su hermano crezca fuerte, sano y feliz.
Al subir a casa encendimos una vela por el malogrado pollito.
Sonrisas y lágrimas.
Alegrías y penas.
La rueda de la vida sigue girando.
La muerte da vida.
Nacer para morir.
Y, mientras, aprender a ser feliz, haciendo felices.