En la cosmogonía maya el período comprendido entre el 30 de mayo y el 26 de junio es tiempo de luna del conejo, cuya característica es la polaridad, la danza permanente entre los opuestos para trascenderlos y ascender un grado más en la evolución personal. El simpático mamífero se convierte en guía espiritual, rol que emerge de sus hábitos nocturnos y su capacidad de pasar desapercibido ante la presencia del depredador, en base al silencio y a la velocidad que puede desplegar ante el peligro.
El espíritu gregario del conejo le confiere capacidad de comunicación con sus semejantes, adunadas a una gran sociabilidad y cooperación con el entorno, que dan como resultado relaciones de aprendizaje mutuas entre los miembros de una comunidad; es tiempo entonces de germinación de proyectos grupales basados en la horizontalidad, que conjuntamente con la solidaridad y la paz son las premisas a desarrollar en esta incipiente era de Acuario. En sombra se configura una personalidad descuidada y con actitudes y opiniones tan carentes de coherencia como mutables.
Conviene alinearse con las posibilidades que brinda la luna del conejo y trabajar la propia capacidad de interactuar para construir conjuntamente con otros, ya que ello demanda necesariamente apertura mental y generación de vínculos en los que se alterna el rol maestro-alumno. La diversidad y la tolerancia son poderosos vehículos para procesar diferencias y ampliar la manera de ver el mundo, y resultan una poderosa conjunción para elevar la la energía interior, guiados por el familiar tótem de esta luna.
Cerámica de Talavera poblana
El estado mexicano de Puebla se caracteriza por contar con artesanos que elaboran un tipo de cerámica con base de color blanco marfil, cuya tradición se remonta al siglo XVI. Los maestros de las localidades de Atlixco y Cholula son especialistas en esta técnica, no sólo porque llevan siglos perfeccionándola, sino porque la calidad de las arcillas en las que es pródigo el suelo de esta región de México dan como resultado una manufactura de calidad inigualable.
No se conoce con exactitud por qué la cerámica de Puebla ha tomado el nombre de Talavera, a semejanza de la loza española de Talavera de la Reina, de influencia musulmana. Talaveranos y sevillanos, los últimos también especialistas en cuanto a cerámica, se disputan entre los historiadores la influencia del arte en esta próspera región de Puebla. Los maestros loceros que se establecieron en México allá por el año 1580 sentaron las bases para el florecimiento de la técnica, oficio que fue reglamentado un siglo más tarde conjuntamente con la regulación del comercio de las lozas de acuerdo a su decorado y calidad.
Lo cierto es que su auge se ha extendido hasta nuestros días sin distinción de clases: desde la morada más humilde hasta los palacios y museos, todos cuentan en su haber con piezas de Talavera: utensilios de cocina, jarrones, ornamentos y hasta frascos de boticas, extendiéndose su empleo a la vida cotidiana. Se pueden conseguir tanto en conspicuas casas de arte como en los encantadores mercados callejeros, de acuerdo al presupuesto del adquirente.
Habida cuenta del exiguo lugar y restringido peso con que cuentan las maletas del viajero debí declinar mi deseo de proveerme de las piezas de Talavera soñadas, y para alivio de Juan elegir algunos recuerdos de pequeño tamaño de este magnífico arte poblano. Talismanes para recordar los momentos pasados recorriendo sus calles y para agraceder la posibilidad, una vez más, de haber conocido una región de este país tan amable como variado e intenso.
Vituallas cosméticas
En sentido estricto, vitualla es el conjunto de víveres necesarios para el aprovisionamiento de una tropa; en mi acepción personal suelo extender por analogía el significado a los implementos cosméticos necesarios para el transcurso de un viaje, según extensión y destino.
En este caso el traslado fue corto, sólo un par de días en la capital del país por motivos laborales, por ende las vituallas cosméticas se limitaron a una pequeña fragancia para refrescarme durante las cinco horas que demanda el traslado, con más un labial humectante habida cuenta de la calefacción que suele resecar piel y labios por igual.
Elegí como compañeros un pequeño frasco de Tropical Glam de Boutique du Sens y el lápiz cremoso Darling de Reino: el primero con un suave dejo a mango y violetas y el último en un tono rosado invernal. Ambos resultaron reconfortantes hasta que se produjo el arribo al destino pertinente, conjuntamente con la lectura que acorta horas y expande el espíritu.