Revista Diario

Macumba

Publicado el 24 octubre 2010 por Chirri
Ella se balanceaba poco a poco al ritmo de la música, giraba la cabeza, suavemente al principio, luego, según se incrementaba el ritmo de los tambores, más deprisa cada vez, agitándose espasmódicamente, empezó a dar vueltas sobre sí misma, cada vez más deprisa, como una patinadora sobre hielo, pero ella era una diosa de ébano, con una falda de flores que se despegaba del cuerpo, cada vez más, según iba tomando velocidad, un giro y otro y otro.
El resto de la gente batía palmas al compas de los tambores, algunas mujeres también movían la cabeza de uno a otro lado, los ojos en blanco mientras salmodiaban: “gros bon ange, ti bon ange” Dos mujeres entraron en trance con grandes gritos se lanzaron al suelo, comenzaron a revolcarse echando espumarajos por la boca.
Entró en escena el sacerdote, éste se cubría sucintamente con un taparrabos y un sombrero de copa, en su mano izquierda un bastón negro y en la derecha un látigo, con el que comenzó a flagelar a las dos mujeres. La entrada en escena de dos acólitos, hizo que todos callaran, incluso los tambores dejaron de sonar, uno portaba un gallo negro y el otro un puñal, el sacerdote, dejó el látigo y el bastón y agarró por las patas al gallo y con la mano derecha el puñal, lo alzó al cielo estrellado y de un certero tajo, cercenó el cuello del gallo, lo levantó sobre la cabeza de la diosa de ébano y la sangre del gallo comenzó a correr por su cuerpo, haciendo que la blusa se le pegara a su pecho, marcando las curvas perfectamente, ella se arrodilló, puso los brazos en cruz y comenzó a hablar en voz apenas audible en francés, los tambores comenzaron de nuevo a sonar, por lo que no pude entender lo que decía, de pronto todos se pusieron de pié, y comenzaron a bailar, empujándome, me obligaron a moverme al compás, alguien me puso una calabaza con un liquido en la boca y bebí ávidamente, la cabeza me comenzó a dar vueltas, apenas sentía mis piernas, era como si tuvieran vida propia, todo mi cuerpo comenzó a escapar del dominio de mi mente, me dejé llevar por la música.
Entre tinieblas vi a la diosa de ébano, se acercó a mí y me abrazó, acercó su boca a la mía y en vez de un beso, me mordió con furor el labio, yo grité de dolor y ella respondió con una risotada, el brujo también reía mostrando sus blancos dientes en el centro del rostro más negro que vi jamás, me ofreció otra calabaza con liquido, bebo y pierdo la consciencia.
Por fortuna estoy de nuevo en el hotel, la cabeza me duele, apenas puedo abrir los ojos, un sudor pegajoso me rodea y hace que la sabana se pegue a mi cuerpo, apenas puedo moverme, al cabo de un rato, molesto por el sudor, levanto la sabana y compruebo horrorizado, que el sudor es sangre, chorros de sangre a mi alrededor y a mis pies, cercenada, la cabeza de la diosa de ébano con ojos que me miran acusadores.
Macumba

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