Revista Diario

Menos mal que nos queda el fútbol

Publicado el 21 abril 2011 por Negrevernis

Son las 15:05. Me he retrasado al recoger la cocina; caliento la leche de mi té mientras termino de secar el fregadero -nunca me gustaron las tareas de casa, excepto contemplar mis libros en el salón para elegir cuál será el siguiente. Prefiero la taza blanca y negra, la de manchas que me regaló mi amigo Juancarlos un día de cumpleaños. Por la ventana de la esquina apuntan nubarrones de Semana Santa y lluvia. Enciendo la televisión, paso rápidamente al tercer botón y me preparo para enfrentarme al telediario. Niña Pequeña juega en su cuarto vestida de princesa.
Un trascendental partido de fútbol llena la parrilla de entrada del telediario. En una especie de duelo, los hinchas de cada bando, Real Madrid y Barcelona -no lo sé a ciencia cierta: nunca me gustó el fútbol, deporte de masas de pan y circo- van llegando a no sé qué ciudad para disputarse el honor y la gloria de algo sublime.
Son las 15:10. La hora de los deportes en el telediario suele ser al final, pero hoy la importancia política del balompié deja atrás cualquier otra noticia. Zappeo rápidamente por las otras cadenas. Algo ocurre en Yemen, un joven ha disparado a otro en un colegio de Estados Unidos, hace un año de un terrible vertido en el mar que ya no interesa a nadie. Clic, clic. Vuelvo a mi cadena de siempre. Siguen hablando del partido.
15:20. Es noticia. Como hordas germanas a las puertas de Roma en el s. V, cientos, tal vez miles de hinchas han tomado la ciudad mediterránea del partido -ahora sí: Valencia. Tras horas de viaje soy informada puntualmente: a la hora de la comida todos abandonan sus rivalidades para sentarse a la mesa ante paellas y dulces de la tierra. Vuelvo a zappear, por si ha pasado algo en el planeta que pueda ser digno de mención, alguna noticia secundaria de escaso interés, algo como un expreso etarra huido a Francia tras haber sido soltado de la cárcel por error -no pasa nada, me quedo tranquila, pues el vicepresidente primero del Gobierno me indica casi personalmente que un error lo tiene cualquiera.
Recobro la compostura y busco abrigo bajo la manta de cuadros. 15:25. Para evitar problemas y dar ejemplo de civismo y buenas maneras, la policía ha trazado y protegido las calles por las que los fanáticos de cada equipo de fútbol accederán al campo de juego, terreno de batalla, espacio de lid sin igual. Esta noche sus nombres serán recogidos y esculpidos junto a las estrellas, casi a la par que los de los héroes y dioses griegos. Un japonés ha viajado durante quince horas de avión para degustar y rozar con los dedos la gloria eterna del fútbol. Se paraliza el país.
15:30. La amable presentadora se apiada de mí, el té casi se me queda frío y han pasado más cosas, aunque no lo parezca. En una riada de segundos informativos me entero de que a una atleta, campeona del mundo, le han declarado inocente, un partido político puede ser ilegalizado ante las próximas elecciones autonómicas, llora y llueve sobre las procesiones de Semana Santa y miles de personas se quedan paralizados en la autovía, camino de la playa. La presentadora vomita rápidamente otras noticias de casi interés, cansada de estar de pie ante la cámara. Libia, Estados Unidos, cuatro noticias locales.
15:35. Se cierra el informativo, no sin recordarme que habrá partido de fútbol. Posiblemente las otras cadenas no podrán hacer frente a semejante notición y me veré obligada a convertirme en un paria sobre la Tierra: esta noche me iré antes a mi cama a leer.
Menos mal que nos queda el fútbol.


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