Revista Literatura
Mi otro yo
Publicado el 02 noviembre 2011 por ElenanuraEl fondo ya se hacía visible cubierto por una fina capa de dorado. Un pozo de restos de alcohol. El ron tenía eso, un color maravilloso como de oro fino. Pero su efecto no lo era tanto, más cuando ya tenía en mi estómago casi media botella. Solo en la barra, apenas quedaba nadie con quien brindar, tampoco me importaba, me bastaba aquel líquido y yo. Aquel tipo se acercó silenciosamente y me puso la mano en el hombro, como si me reconociera de tiempo atrás. Como a un amigo al que encuentras después de la vida, y recuerdas la infancia o lo quiera que fuera. Lo miré, -mala noche amigo, -me dijo. ¿Qué coño quieres tío? ¿No busques porque no hay? No me dio tiempo de nada tan solo sentí en la boca del estómago el puñetazo, el barman escurridizo se dio la vuelta y por lo bajo tan solo dijo -aquí no quiero jaleos. ¡Como si aquello fuera de lo más normal! Fue entonces cuando sentí la otra mano en mi hombro. Y entre ambos me sacaron. Aunque no me hubiesen dado el puñetazo que me revolvió el estómago que como erupción sacudía mis entrañas, yo, por mí mismo, tampoco hubiera salido con mejor cuerpo.
La trasera del bar estaba oscura, gatos pardos pululaban sobre los contenedores, y algún ventanuco se cerró conteniendo la curiosidad.
-¡Suéltalo! Me dijeron
¿De qué coño me hablaban? Sentí de nuevo el puño de aquel tipo esta vez en la comisura de los labios que se estallaron. Escupí sin querer la sangre en sus zapatos, no con intensión, sólo porque el dolor me lo pedía. Aquello fue tomado como desplante, y seguido me propinó una tunda, de la que no recuerdo quedará ni un centímetro de mi cuerpo sin sentirla. La conciencia me quería abandonar, la erupción brotó justo con el golpe final y le cayó encima de su enchaquetado cuerpo.
-¡Maldito cabrón! Fue lo último que oí con claridad, luego todo siguió en una nube. Noté como me registraban y extraían todo de mis bolsillos, y un -¡aquí no hay nada! -¿Pero no dijiste que estabas seguro?, ¿que lo llevaba encima?
-Eso creía.
Me desperté con el cuerpo hecho un girón, con un gato lamiéndome la cara. El barman me echó un cubo de agua fría, y un -¡a dormirla a otra parte! Ande como cuatro manzanas errante, evocando los portales que reconocía, cuando entré por la puerta tu me ya te ibas. - ¿Otra noche loca?, vas a acabar mal. Lo nuestro no tiene solución, pero lo tuyo menos.
Salías por la puerta, empaquetada, reluciente, fresca para tu trabajo. Yo no tenía nada de eso. Habías dejado un mensaje, me lo podías haber dando pensé. “Tu hermano ha llamado, quiere pasar y dejarte un paquete”. Mi hermano, otro hombre con la misma cara, pero con otra suerte. Maldito cabrón, es la última paliza que me llevó por él.