Revista Literatura

Microrretos: un cadáver en el ascensor

Publicado el 06 marzo 2022 por David Rubio Sánchez
MICRORRETOS: UN CADÁVER EN EL ASCENSOR
En nuestra última gala de premios del concurso de relatos, Truman Capote nos aconsejó que la mejor forma de contar un cuento es hacerlo de la manera más natural, que para él significaba encontrar la forma absoluta y definitivamente correcta de contarlo. Para comprobar que fuera así nos decía que al terminar la escritura debíamos preguntarnos si podía uno imaginárselo de una forma diferente. Si no podíamos, habíamos logrado un cuento perfecto.    Viniendo de Capote, desde luego que hay que tomar en cuenta ese consejo. Pero lo bueno de la Narrativa es que no existen verdades absolutas ni un solo camino para lograr una buena historia.    De hecho, un escritor francés de la misma época demostró que una historia podía contarse ¡de 99 formas distintas!

Las 99 maneras de contar una historia

Raymond Queneau fue un escritor francés. Podríamos calificarlo como surrealista, aunque su estilo experimental haría de incalificable un mejor adjetivo. De él se dijo que era demasiado inteligente, creativo, divertido, experimental, incisivo y culto como para que interese al gran público, que valora justamente lo contrario a lo que representa este escritor. Palabra que quien dijo esto de él no fue su abuela.    En 1947 publicó una obra titulada Ejercicios de estilo. En ella, partió de un pequeño relato, una anécdota en realidad, cuya versión original rezaba de esta forma:

Una mañana a mediodía, junto al parque Monceau, en la plataforma trasera de un autobús casi completo de la línea S (en la actualidad el 84), observé a un personaje con el cuello bastante largo que llevaba un sombrero de fieltro rodeado de un cordón trenzado en lugar de cinta. Este individuo interpeló, de golpe y porrazo, a su vecino, pretendiendo que le pisoteaba adrede cada vez que subían o bajaban viajeros. Pero abandonó rápidamente la discusión para lanzarse sobre un sitio que había quedado libre.    Dos horas más tarde, volví a verlo delante de la estación de Saint-Lazare, conversando con un amigo que le aconsejaba disminuir el escote del abrigo haciéndose subir el botón superior por algún sastre competente. 
 
Este incidente, reconozcámoslo, no parece ser gran cosa ni, para el caso de que viéramos una escena parecida en nuestra vida diaria, nos animaría a anotarla en nuestra libreta como posible historia. Pero Queneau, inspirado en El arte de la fuga de Bach (donde el maestro, partiendo de un tema en Re menor simple, compuso cuatro cánones), se estrujó a base de bien las neuronas y se propuso escribir 99 versiones distintas de este mismo hecho, simplemente usando distintos estilos narrativos. Para lograrlo cambió los puntos de vista del narrador; usó la primera, segunda y tercera persona del mismo; varió los géneros y el tono de la misma, encontrándonos con variaciones humorísticas, realistas, metafóricas, suspense, terror…    Los siguientes ejemplos, extraídos del libro, nos pueden dar una idea mucho más clara de cómo Queneau fue capaz de contar la misma historia de muy diversas maneras:
GUSTATIVOAquel autobús tenía un sabor especial. Curioso, pero indiscutible. No todos los autobuses saben igual. Como suele decirse, pero así es. Basta con probarlo. Aquel -un S- para ser sincero, tenía un ligero sabor a cacao tostado, y no digo más. La plataforma tenía su aroma especial, a cacahuete no sólo tostado, sino, además, pisotado. A un metro setenta del suelo, una golosa, aunque allí no había ninguna, hubiese podido lamer una cosa un poco agria que era un cuello de hombre treintañero. Y veinte centímetros aún más arriba, se ofrecía un paladar refinado la exótica degustación de un galón trenzado con un ligero sabor a chocolate. A continuación degustamos el chiclé de la pelea, las castañas del cabreo, las uvas de la ira y los racimos de la amargura.    Dos horas más tarde se nos ofrecieron los postres: un botón de abrigo... una auténtica guinda...

SUBJETIVONo estaba descontento con mi vestimenta, precisamente hoy. Estrenaba un sombrero nuevo, bastante chulo, y un abrigo que me parecía pero que muy bien. Me encuentro a X delante de la estación de Saint-Lazare, el cual intenta aguarme la fiesta tratando de demostrarme que el abrigo es muy escotado y que debería añadirle un botón más. Aunque, menos mal que no se ha atrevido a meterse con mi gorro.    Poco antes, había reñido de lo lindo a una especie de patán que me empujaba adrede como un bruto cada vez que el personal pasaba, al bajar o al subir. Eso ocurría en uno de esos inmundos autobuses que se llenan de populacho precisamente a las horas en que debo dignarme a utilizarlos.RETROGRADOTe deberías añadir un botón en el abrigo, le dice su amigo. Me lo encontré en medio de la plaza de Roma, después de haberlo dejado cuando se precipitaba con avidez sobre un asiento. Acababa de protestar por el empujón de otro viajero que, según él, le atropellaba cada vez que bajaba alguien. Este descarnado joven era portador de un sombrero ridículo. Eso ocurrió en la plataforma de un S completo aquel mediodía.

Creo que es una buena muestra de cómo algo se puede contar de maneras muy diversas y que es bueno experimentar distintas formas narrativas para dar con esa naranja perfecta de mencionaba Capote. Si queréis leer las 99 variaciones podéis acceder AQUÍ a la obra Ejercicios de estilo.

MICRORRETOS: UN CADÁVER EN EL ASCENSOR

Monsieur Queneau en todo su esplendor


Bueno, pues dicho todo vamos al Microrreto de este mes que, no me digáis que no, tiene un título realmente chulo, ¿verdad?

MICRORRETO: UN CADÁVER EN EL ASCENSOR

Aunque me he sentido tentado de plantear un texto completo al estilo del de Queneau, reconozco que no me gusta encorsetar demasiado los retos. Prefiero no poner demasiados límites a la imaginación. Así que me decanté por una situación menos elaborada pero más sugerente: un micro en el que aparezca un cadáver en el ascensor.    Desde luego no es algo que uno quiera encontrarse cuando uno llega a su casa y se dispone a coger el ascensor, pero seguro que tras ese primer susto, vuestra cabeza escritora comenzaría a darle vueltas a la posible historia y las circunstancias que hubieran llevado a esa persona a encontrar un lugar tan poco discreto para morir.    Con ese único requisito podéis escribir un micro usando el género que queráis (suspense, terror, humor, romántico, realista, surrealista, periodístico…); o narradores en primera, segunda o tercera persona; incluir cualquier clase de personaje… Todo vale siempre que en el micro aparezca, de manera explicita o referida, un cadáver en un ascensor.    En esta ocasión, y creo que puede ser divertido, también será posible usar personajes o situaciones del resto de micros que participen, bien para complementarlos, bien para darles otro enfoque. Si optáis por esta opción, deberéis mencionar el micro del compañero en el que os hayáis inspirado.    No sé si superaremos las 99 variaciones de Queneau, pero seguro que vamos a descubrir que la historia en torno a un cadáver en el ascensor se puede contar de muchas formas diferentes. ¡Ah! Quiero agradecer a Eme su oportuno recordatorio de esta obra para dar forma a este reto.

REQUISITOS de participación

  • Escribe un micro en el que aparezca un cadáver en un ascensor con una extensión máxima de 250 palabras.
    • Opcionalmente, también puedes inspirarte en uno de los micros que participen para escribir una versión diferente del mismo (p.e. usando otro punto de vista, otra persona del narrador o bien cambiando el estilo narrativo)
  • Publica el microrrelato en tu blog.
  • Deja un enlace a tu micro en los comentarios de esta entrada para que pueda añadirlo a la lista y que todos puedan leerlo.
  • Tienes de plazo hasta el 30 de marzo de 2022.
  • Todos los microrrelatos serán publicados en formato de revista digital o ebook.

MICRORRETOS: UN CADÁVER EN EL ASCENSOR

Si queréis, podéis utilizar esta imagen para acompañar vuestro micro


MICROS PARTICIPANTES (Hasta el 30/03/2022)

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¡Saludos tinteros!

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