Ciudad de México se expande en una vista panorámica sobre los cuatro puntos cardinales desde el Mirador Torre Latinoamericana, inaugurado en el año 1956 como edificio de la compañía de seguros La Latinoamericana S.A. Desde entonces se ha mantenido incólume pese a los terremotos que afectaron a la ciudad con sus 44 pisos y 188 metros de altura y constituye un mirador privilegiado desde sus pisos 41 y 42, para asombrarse con la extensión de esta gran urbe.
En el piso 38 se encuentra el museo La ciudad y la torre a través de los siglos, en el que se puede conocer la evolución histórica y geográfica de esta megalópolis, desde los tiempos en que una tribu proveniente de Aztlán arribara a una isla rodeada por lagos en la que avistaron el sitio ideal donde instalarse. La señal proveniente de los dioses fue determinante: un águila devorando a una serpiente confirmó la decisión y se establecieron en el valle custodiado por dos volcanes nevados.
Consumados guerreros, conquistaron a las tribus vecinas y cuando en el siglo XVI los españoles arribaron a estas tierras quedaron deslumbrados por la organización política y la riqueza de sus habitantes. Moctezuma, por aquel entonces gobernante supremo, contaba con zoológico propio donde residían los animales más bellos de la región, emplazado en el lugar hoy ocupado por la Torre Latinoamericana.
La conquista y evangelización de los pueblos originarios mutaron la geografía natural que fue reemplazada por los edificios de la corona y la iglesia; en el zoológico de Moctezuma se levantó el convento de San Francisco, que para el año 1856 contaba con biblioteca propia y un valioso patrimonio artístico. También llegó la hora del fin para la otrora poderosa fraternidad, porque en dicho año el presidente Ignacio Comomfort ordenó liberar y armar a los presos que se encontraban en la cárcel para que destruyeran los edificios pertenecientes a las órdenes religiosas. De San Francisco sólo se conservó el claustro, hoy vecino a la Torre Latinoamericana.
Sobre estas tierras se asienta el que fuera el edificio más alto de Latinoamérica hasta el año 1972, en que fue superado por el Hotel de México, hoy World Trade Center. Es una de las seis estructuras que existen ubicadas en zona de alto riesgo sísmico y fue el primer edificio del mundo con fachada vidriada; más allá de sus cualidades arquitectónicas, el sitio donde se emplaza resulta privilegiado por la riqueza histórica que ha acumulado a través de los siglos.
La Gran Pirámide de Cholula
Maleza y vegetación tapizan la mayoría de la cuarta y la totalidad de la quinta construcción superpuesta de la pirámide más grande del mundo en cuanto a bases se refiere: 400 metros de lado y 65 de altura dan cuenta de los diez siglos de la monumental Tepanapa, ubicada en el sitio arqueológico de Cholula, en cuya cima se emplaza el templo de la Virgen de los Remedios.
Cuando Hernán Cortés desembarcó en México, Cholula era un poderoso enclave azteca; dos años después, producto de la matanza indiscriminada de los indígenas, la conquista y evangelización habían hecho su trabajo. Los edificios dedicados al poderoso Quetzalcóatl fueron sustituidos por templos católicos, pero ante la inmensidad de la Gran Pirámide de Tepanapa se cree que los españoles desistieron de su destrucción y se limitaron a construir la iglesia en la cima.
A Tepanapa ingresamos para recorrer un tramo autorizado de 400 metros, de los ocho kilómetros de túneles laberínticos a los que tienen el acceso vedado los visitantes. El arquitecto Ignacio Marquina inició su exploración en el año 1931 y se puede apreciar la base de la pirámide, las pendientes y las escaleras; la imaginación hace el resto al volar hacia los tiempos de los aztecas, consumados constructores de edificios monumentales como la Gran Pirámide de Cholula.
Unos kilómetros hacia el sur de Cholula se encuentra una de las iglesias más hermosas de México, de estilo barroco indígena: Santa María Tonantzintla está cubierta en todo su interior por angelitos, flores, frutas y rosetones tallados en yeso y pintados con alegres colores. El sincretismo artístico de este pequeño templo ha dado como resultado una construcción de increíble belleza en la que sólo es posible, casi sin respirar, abarcar cuanto se pueda con la mirada para atesorar su recuerdo al partir.
Puebla de los Angeles
Conocida también como Angelópolis por haber sido según la leyenda trazada por ángeles, Puebla es la cuarta ciudad de México en extensión, capital del estado homónimo. Urbe industrial y comercial próspera, famosa por la cerámica de Talavera y la gastronomía, en relación a esta última es considerado un sacrilegio partir sin haber probado el mole poblano.
En Puebla se establecieron tanto las órdenes de los jesuitas como los dominicos; los primeros, en franca oposición al obispo Juan de Palafox por diferencias tanto religiosas como mundanas, fueron los fundadores de las instituciones educativas poblanas. Los dominicos, devotos de la Virgen del Rosario, erigieron en la iglesia de Santo Domingo la que se considera la obra cumbre del barroco en México: la Domus Aurea.
La Capilla del Rosario es una joya en sí misma, una expresión artística descomunal pletórica de simbolismos, en la que no se ahorraron elementos suntuosos para su decoración: ónix, azulejos y láminas de oro tapizan el interior de la nave, decorada con lienzos que evocan los misterios de la Virgen, desde la Anunciación hasta su coronación como Reina del Cielo.
Antes de retornar a Ciudad de México se impone dar unas vueltas por el Parián, mercado artesanal en el que se puede encontrar desde cerámica de Talavera hasta dulcería poblana y papel amate, para adquirir algunos recuerdos de la visita a esta polifacética ciudad.