PORQUE...
Porque las hojas crujen bajo mis pies mientras las ramas se balancean al ritmo que marca la fresca brisa.
Porque dispongo de más tiempo para dialogar con mi amiga redonda, mientras su manto oscuro nos cubre en un abrazo eterno que muere con cada nuevo amanecer.
Porque las lágrimas celestiales despejan los cielos y se desparraman, libres y entregadas, por entre los cabellos de todos los que se dejaron el paraguas en casa.
Porque las ciudades preparan su engalanamiento final con el que despedir el año que acaba y recibir al nuevo que, aún, está por venir.
Porque tus pasos sobre los vetustos adoquines suenan más vivos, más seguros, más cercanos, más paseantes.
Porque las calles se vacían de gentes mucho antes y, solitarias, esperan a que las recorra y las acaricie, una vez más.
Porque las brumas hacen el amor con los techos de tejas rojas, empapándoles de su íntima humedad.
Porque comienza a añorarse ese rayo de sol que, hasta hace tan poco, maldecías.
Porque vuelvo a abrazarme a la lana de ese jersey imaginando que es tu tacto el que descubro.
Porque las montañas, los bosques, los parques y jardines se visten de gala, creando esa paleta de colores: envidia y pesadilla del mejor de los pintores.
Porque los fantasmas y espectros de los que un día se fueron se ponen a bailar con la niebla entre los fríos bancos olvidados.
Porque mi melena vuelve a reinar sobre mis hombros, libre, tozuda, rebelde y orgullosa de darse a conocer.
Porque la Tierra me regala ese perfecto e indescriptible aroma que desprende tras que hileras de agua le hagan cosquillas por todo y cada uno de sus secretos pliegues.
Porque la naturaleza, discreta, serena, señora y sabia, se acicala y prepara su bien merecido descanso posterior.
Porque mis mejillas me regalan esos escalofríos que me recorren por entero cuando el helado viento choca contra ellas.
Porque mis piernas se transforman en un escaparate de las más sensuales, incitantes, pizpiretas, sedosas y provocadoras medias.
Porque vuelve a apetecer saborear una taza de relajante caldo caliente, un tórrido chocolate líquido o una sabrosa y reconfortante sopa.
Porque son fechas de reencuentros, de celebraciones, de intimidades compartidas, de regalos, de sonrisas, de recuerdos, de sueños y de ilusiones.
Porque mi propio otoño vital se acerca cada vez más y, así, nos queda menos para hacernos uno en un infinito abrazo.
Porque los gnomos, duendes y hadas se refugian en sus recien estrenadas nuevas setas, nacidas entre los mojados musgos y líquenes.
Porque, desde siempre, esta nostálgica estación es la que vivo más plenamente mientras me ofrece los meses en que mejor me siento conmigo misma.
Por todo esto y por mucho más me gusta y amo tanto al otoño que ya está aquí...