Mis libretas

A Laura por animarme
No sé si en alguna entrada previa habré comentado mi afición por las pequeñas libretas: me encantan. Las admiro como objetos, me gustan los colores de las pastas, los dibujos que las adornan (o su ausencia en algunos casos), si tienen pequeños bolsillos interiores, si se extienden bien o son de espiral. Tengo muchas libretas dispersas en casa y en el despacho. Me gustan, es un vicio como cualquier otro. Me encantan las ilustradas de Edelvives y (rarezas mías) odio las Moleskine.Pero como en la mayor parte de los casos, lo mejor de las libretas suele estar dentro. Casi siempre llevo una en el bolso, porque no sé cuando voy a encontrarme con una situación llamativa, una palabra necesaria o desconocida, un razonamiento brillante o brillantemente estúpido... Cuando leo un libro y encuentro una cita que me gusta la anoto; también lo hago con noticias de los periódicos; o una idea para algún relato. Transcribo frases que me suenan bien antes de que se me borren de la memoria; algunas son especialmente descriptivas, otras sonoras... no tengo patrón fijo. Según anoto citas, noticias, frases, ideas... las voy dejando caer en el olvido. Normalmente me reconozco en casi todas las cosas que escribo, pero el otro día me sucedió algo extraño. Abrí una de las libretas que suelo emplear y encontré una frase que me encantó por lo exacto de la imagen que reflejaba, pero no sentía que yo fuera la autora y me extrañó porque cuando copio citas hago constar el autor, el libro. Al final llegué a la convicción de que la frase era mía ¿Cómo lo hice? ja, ja,ja porque tenía un pedazo de falta de ortografía como un camión (y de momento sé copiar sin cometerlas). Fue raro no reconocerse en lo que uno escribe, era como si otro hubiera puesto las palabras allí, esperándome. Fue una sensación extraña, pero eso merece otra reflexión.
P.D. Las libretas de la foto son mías, son las cinco que tengo en el despacho, faltan las del bolso y las de casa.