Tengo derecho a permanecer en silencio, a callarme los te quiero, a escribirte poesía… a morirme por dentro.
Nunca he pensado que las estrellas fugaces duraran más de dos instantes, uno: cuando aparecen, y el otro: cuando desaparecen con el deseo. Eres mi maldita estrella fugaz.
Me encantan los instantes en los que apareces en mi cielo, me sonríes y terminas acercándote un poco más. Pero eso tú no lo sabes, igual que lo de la poesía: esos versos que no lees porque no te los digo y se escriben algo así como:
«Maté a todas las mariposas de mi estómago…».
Tú no lo sabes ni lo sabrás, porque tengo derecho a morirme por dentro.