Revista Literatura

Oda a los que madrugan

Publicado el 31 enero 2022 por Lachicadelte
Descubro la cama y pongo el primer pie en el suelo. Me tambaleo hasta la ventana y subo la persiana como si estuviera recogiendo la vela de un navío en plena tormenta: pesa horrores. Todavía no es de día, al menos no del todo: se confunden las primeras luces de la mañana con las últimas de la tarde. Podría creerme que está atardeciendo y un nuevo día se acaba solo por la estampa.
A lo lejos, todavía hay guirnalda de farolas blancas, azuladas y cálidas puestas en hilera, y entre ellas, luces de coches que van y vienen. El cielo es rosado, como si todo formara parte de un sueño, y dentro de unos minutos seguramente lo será más. Justo en la línea del horizonte se visualiza perfectamente un color azul intenso, mientras va ascendiendo, fundiendo a lila antes de sonrosarse.
Oda a los que madrugan
Me esfuerzo por enfocar la vista y veo a un transeúnte con un abrigo largo negro, caminando rápido. Me pregunto a qué hora se habrá levantado para estar ya por la calle vestido y desayunado a la hora a la que yo aún no soy persona. Me pregunto cuánto madruga la gente. Me pregunto a qué hora se levantará el vecino. Me pregunto si no me estaré levantando demasiado tarde para poder considerarme a mí misma una persona productiva. Voy a la ducha y dejo caer el agua sobre mi cuerpo mientras me estremezco, motivándome a mí misma pensando en prepararme un té americano cuando acabe. Me pregunto si ya habrán construido un monumento a los que madrugan. 
¡Nos vemos en el próximo té!Oda a los que madrugan

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