Este otoño he cambiado un poco la agenda del reto y me he decantado por leer historias del otro género que me apasiona tanto como la romántica. Misterios, policías, asesinos en serie, psicópatas, secretos ocultos... ¿tendré una mente retorcida?
El caso es que me pirran estas historias y tengo unas cuantas pendientes de lectura. Así que ahí van las que han caído este trimestre.
No había leído nada de Reyes Calderón hasta ahora, y que esta novela hubiera ganado el premio Abogados de Novela 2013 me convenció para darle una oportunidad.
Sus algo más de quinientas páginas recogen una historia divida en tres partes, y el estar narrada en primera persona por el personaje principal con una sencillez de calle hace que se lea mucho más ágil y resulte muy amena. Con toques de humor mezclada con dramatismo no tardé en quedarme clavada a sus páginas en los ratos en los que podía decir «voy a leer». La personalidad tan arrolladora del principal, Efrén Porcina, transmitía todos y cada uno de los sentimientos y emociones por los que pasa en cada momento, ya que vive situaciones duras, algunas muy complejas y otras en las que la risa sale sola. Conforme avanza la historia me posicioné a su favor, como suele ocurrir con las novelas; siempre buscas las razones que sean necesarias para darle la razón a su protagonista en todo, aunque en esta ocasión no tardé en cambiar de opinión y más me afianzaba en el hecho de que no era correcta la postura tomada por mucho que pareciera lo contrario. Y al llegar al desenlace no me quedó una buena sensación.
Las consecuencias de los actos llevados a cabo por Efrén y dos personajes más fueron devastadoras, en mi opinión. Soy de las que piensan que siempre hay opciones y alternativas antes de realizar la peor de todas, sin embargo, creo que ellos en su desesperación, provocada por una mala decisión inicial, terminan saliéndose por la tangente.
En definitiva, una historia de abogados de interesante lectura y que, en mi caso, remueve un poco las entrañas.
No fue la sinopsis. No me hizo falta leerla para decantarme por este libro. Todo estaba resumido en su portada. ¿La analizamos?
➧Imagen y diseño: Perfecta. Me fascinó nada más verla.
➧Título: Castigo de Dios. ¿Estará la Iglesia metida en este «fregao»? Pregunta que quedó desvelada en las entrañas del libro.
➧Subtítulo: Asesinato en el campus. Ya la hemos liado... hay crímenes, ¡bien!
Y la frasecita que colmó el vaso de mi curiosidad: «Nadie debería presenciar su propia muerte». Interesante, ¿verdad? ¿Para qué leer entonces la sipnosis si ya lo tenía todo en la portada?
Empieza con una narración muy buena que mantiene un argumento muy sólido en su principio. La trama se va complicando por capítulos y la va haciendo más atractiva a cada paso, el problema está en su extensión. Una historia corta no tiene por qué ser mala, en absoluto. Pero la complejidad que va presentando esta, página a página, la hace necesariamente más extensa para desarrollarla un poco más, pero en un momento se resuelve todo y la forma en que lo hace es lo que menos me llama la atención, tal vez por una prisa desacertada de acabar su escritura.
La resolución de todos los crímenes (sí, son varios los que hay), es buena, se entiende con claridad el por qué de muchas situaciones, pero la conclusión final, el porqué del título, le resta credibilidad a una historia que podría hacer sido fascinante hasta su final. Me deja con un mal sabor de boca.
Este otoño ha sido flojo con las novelas que he podido leer, pero, sin duda, no menos interesante.
He tenido la oportunidad de vislumbrar en estas dos novelas aciertos y fallos a la hora de narrar una historia, qué sirve y qué no. Cómo se puede hacer para que, en un párrafo, el orden de las palabras y el empleo de las adecuadas haga que la historia luzca mucho más. No está todo perdido. La dos han dado mucho más de sí que lo que en apariencia se puede creer.
Ya hemos entrado en ese ciclo estacional en el que se disfruta mucho más con un libro entra las manos, bajo una manta, un sofá cómodo (también vale la cama para la noche). Así que preparo nueva lista de pendientes para el invierno y te vuelvo a ver más adelante.
¡Ah! Antes de despedirme, solo desearte...