Paracaídas

No tengo idea la causa, pero hoy siento que mis ganas de verla tienen ribetes de desesperación.
Como si ella y yo fuéramos un intento. Un intento de amor, un intento de esos que guardan millones de preguntas y escasas respuestas.
Por un lado siento que es muy bonito y romántico sentir esto por la mujer que amo, y por el otro me confieso y escucho mi propia voz susurrándome: la amás y eso tiene gusto a poco, de acá hasta que te mueras.
Imaginé mi vida con ella y el vértigo tiene el olor de su jazmín, la suavidad de sus párpados y el deseo casi ferviente de aquél que está a punto de tirarse en paracaídas pero a la vez preguntándose ¿cómo me animé?
Volvía a creer en el amor por ella.
Habiendo tenido todo para no volver a creer.
Habiendo vivido lo suficiente para dudar del destino.
Incluso creo que me ayudó bastante creer en gigantes hijos de ángeles malditos y mujeres soñadoras.
Que bueno que ya no somos un intento.
El sueño del amor eterno
es despertar y tenerla cerca.