Revista Literatura

Paz

Publicado el 11 noviembre 2013 por Benymen @escritorcarbon

Paz, al fin. Las aguas se retiran, vuelven a su cauce y dejan ver los destrozos que ha causado la riada. Al ritmo del saxo y de la trompeta, improvisando una historia mil veces contada, se firman los tratados y comienza la reconstrucción. A golpe de verde, de niebla y de saxo de nuevo. Con ese balanceo típico de barco, pero en tierra firme, con los pies en el suelo. Un suelo lleno de piezas que por fin encajan. Después de darles la vuelta y de probar combinaciones imposibles, el rompecabezas parece tener solución y se intuye una imagen. Una foto o un grabado, ni yo lo sé. Forzado a ello, con mi connivencia, pero sin perder el norte. Temblores, espasmos y frío. Calor, un abrazo de casi metro y medio. Y trompeta, hoy también había trompeta.

Cassandra me manda a dormir con dulzura. ¿Miente? ¿Puede mentir un violín? Hasta la respiración cambia, paz, al fin. Después de mil domingos de batalla, después de mil consejos de guerra, llega la ansiada tregua. Cuatro pisos hoy, ocho mañana, subiendo con las piernas y con el corazón, huyendo de la prisión sin un plan de fuga definido. Un túnel errático que emerge en un bosque sin nombre en el que sólo se escuchan los ladridos de los perros. Y, de repente, ir cuesta abajo te hace llegar más alto de lo que podías imaginar hace un mes. La fuerza de la gravedad ya no consigue agravar nada.

Y se disfruta la pausa. Porque las últimas me convertían en una vieja cinta de VHS. Se disfruta hoy, se disfrutará mañana. Pausa y tempo para un concierto de trompeta, saxo y violines que por fin dicen la verdad. Una obra aderezada de verde, color que, esta vez sí, trae la esperanza.


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