El amo respira sobre su rostro dormido. Se pregunta si el dióxido de carbono que exhala al hacerlo es perjudicial para ella. Aunque a juzgar por la paz que transmite su cuerpo caliente no debe de serlo.
Ella apoya la cabeza en las piernas de su amo y no necesita otro universo. Su olor la reconforta.
Es su casa. A veces se enfadan y juegan a pelearse, pero siempre terminan el día ella dormida sobre sus piernas, él acariciando su pelo.
Los dos se cuidan y se dejan cuidar. No saben existir sin el otro. No pueden. Ni quieren.