3 de octubre de 2010. Vivía en Madrid y todavía estaba empezando el tercer año de mi carrera. Había un margen de dos años más para que la situación mejorase en España o se vislumbrase algún atisbo de cambio. Sentada en el sofá con en portátil encima de mis piernas, me dispuse a leer la última columna que, semanalmente, publica Concha Caballero en El País. Las ilusiones perdidas.
Cuando terminé de leer el cierre de su columna, “Son una generación perdida para nuestro país y para nuestro futuro. Un tremendo error que pagaremos muy caro en forma de atraso, de empobrecimiento intelectual y técnico. Aunque todavía no lo sepamos”, me recorrió un escalofrío. Acompañado de cientos de preguntas que rondaban mi cabeza…¿Yo también tendré que irme?, ¿cómo es posible que la maravillosa clase política no se de cuenta?, ¿qué pensarán las familias de los que están emigrando?, ¿qué sentimiento tendrá la gente que se vaya hacia nuestro país?, ¿cómo se lo tomarán sus abuelos?, ¿qué pasará si se empieza a ir cada vez más gente al extranjero?… Pues que nos hundiremos en la mierda, literalmente. Y que pagarán justos por pecadores, como se suele decir.
“No hay estadísticas oficiales sobre ellos. Nadie sabe cuántos son ni adonde se dirigen. No se agrupan bajo el nombre oficial de emigrantes. Son, más bien, una microhistoria que se cuenta entre amigos y familiares”. Dos años después, hay datos aproximados del número de españoles que se han despedido de su familia y amigos en un aeropuerto español. El Huffington Post publicaba en un octubre de 2012 una noticia en la que informaba que “según la Federación Nacional de Asociaciones de Consultoría, Servicios, Oficinas y Despachos, más de 300.000 españoles se han ido desde 2008 ante la falta de horizonte laboral. Y de acuerdo a datos del INE actualizados a principios de 2012, 45.000 españoles entre 16 y 34 años se han marchado desde 2010, aunque la cifra es, seguramente, mucho mayor, dado que los datos están condicionados a que la gente se registre en los consulados y embajadas, un trámite que no completa buena parte de los que emigran”. ¡Voilà!
En fin. En este momento, estoy en el inicio del proceso. De toooodo el proceso, mejor dicho. Porque para irte de au pair al país de los yankis tienes que pasar por un proceso burocrático extenso. Espero no morirme antes…jaja. De aquí sale el nombre de mi blog. Se me ocurrió en el momento en el que mi amiga Elena, que también está a punto de cruzar el charco, me reenvió el correo con todos los documentos que había que rellenar antes de partir. Amén, pensé.
Próximamente explicaré paso por paso el proceso que hay que seguir, principalmente, para intentar ayudar a todo aquel que tenga interés en irse al extranjero como au pair. Y digo todo aquel, porque aunque parezca que es algo asociado al sexo femenino no es así. ¡También los hombres os podéis animar a participar en esta aventura!
Resumiendo, que ayudar y compartir mi experiencia en suelo americano con mi familia, mis amigos y cualquiera que tenga curiosidad han sido los motivos principales por los que he abierto el blog. ¡Prometo manteneros informados!