“Así que para controlarme a mí mismo primero debo aceptarme a mí mismo yendo con mi naturaleza y no contra ella.”
—Bruce Lee
Es lo clásico, uno se establece algunos propósitos al comenzar el año y, algunos meses después, incluso a las pocas semanas de intentar ponerlos es práctica, la motivación con la que se inició comienza a menguar.
Es común que poco a poco vayamos deslizándonos nuevamente a la forma anterior de nuestras rutinas, de nuestros hábitos y formas de pensar. ¿Por qué es que resulta tan difícil cambiar?
Pero también existen esos casos en que el cambio es algo natural que parece simplemente suceder y fluir desde el momento en que comenzamos a implementarlo. ¿Por qué sucede esto? ¿Cuál es la diferencia que existe entre estos dos tipos de situaciones?
Ahora que yo he comenzado este año también con un plan personal de cambio, me he encontrado en estas cotidianas circunstancias de resistirme al cambio o de estar alineado con lo que digo que son mis deseos. Por esto es que he estado reflexionando en las principales razones por las que el cambio puede ser algo natural o algo pesado que pronto nos cansamos de empujar.
Creo que lo principal que hay que considerar sobre nuestra naturaleza humana al momento de implementar cambios de conducta es estar conscientes de cuatro puntos que tocaré en este artículo y que tienen mucho que ver con la primera lección de desarrollo personal que aprendí.
Si te gustaría tener apoyo para descubrir cómo incurres en estos comportamientos que estoy por mencionar y cuáles son tus orientaciones personales, te invito a que inicies un proceso de coaching conmigo… Comencemos.
El dilema del placer y el dolor
Aquella primera lección que ya comenté, y que pienso que es fundamental para comprender nuestro comportamiento cotidiano, podemos revisitarla nuevamente a partir de los siguientes tres enunciados:
- Los seres humanos buscamos y nos acercamos al placer.
- Los seres humanos evitamos el dolor cuando lo encontramos.
- La fuerza con la que los seres humanos evitamos el dolor es mayor que la fuerza con la que nos acercamos al placer.
Lo que esto quiere decir en términos de cambiar nuestras vidas es que si nos encontramos en una situación en que tanto el placer como el dolor están presentes, lo más probable es que hagamos todo lo posible por salir de esa situación, sobre todo si el dolor es igual o mayor que el placer que podemos obtener de realizar un cambio.
Pero, para mayor claridad, pongamos un ejemplo, uno usual: perder peso…
Si en el proceso de perder, digamos, 1o kg encuentro que debo realizar ciertos cambios como cambiar mi dieta por alimentos que no acostumbro y cuyo sabor no me gusta, hacer tiempo en mi día para hacer ejercicio (lo cual reduce mi tiempo de sueño o diversión o descanso), sentir el dolor de mis músculos conforme se van fortaleciendo, y sentirme torpe y ridículo en clase de zumba (o cualquier otra actividad de tu preferencia); es posible, incluso probable, que abandone mis esfuerzos por reducir mi peso.
No importa que mi principal motivación para comenzar haya sido sentirme mejor físicamente, verme mejor, ser más atractivo, y llegar a viejo con un buen estado de salud. El hecho es que, en este ejemplo, el dolor está siendo mayor que el placer que recibiré. Además de que el dolor lo experimento en el presente, mientras que los beneficios vendrán en un futuro incierto (más sobre esto en el tercer punto).
Pero hablemos un poco más de los orígenes de este comportamiento intrínseco a los humanos. Su origen tiene que ver, precisamente, con la evolución de nuestra especie y para eso tenemos que valorar que los impulsos más básicos y primordiales del ser humano, aquellos que pueden sobrepasar todo impulso no esencial, se desarrollaron antes de que siquiera fuéramos humanos, neurológicamente se encuentran en la parte más ‘antigua’ de nuestro sistema nervioso. Esto puede resumirse con la siguiente frase: Tenemos un cerebro humano sobre un cerebro de mamífero sobre un cerebro de reptil.
Y precisamente, es el cerebro de reptil el que se activa cada vez que encontramos algo que nos causa dolor. El comportamiento básico del cerebro de reptil consiste en buscar aquello que lo alimenta, protege y que fomenta su crecimiento y desarrollo a la vez que huye de todo lo que le ocasiona dolor y amenaza con destruirlo. Piensa en una lagartija (o cualquier animal sensible), en cuanto encuentra una amenaza, lo que hace es huir (o, si es acorralado, lo que hará es defenderse). El dolor, para esta parte de nuestro cerebro (y de nuestro comportamiento) está igualado con el riesgo de morir.
Esta reacción, si la pensamos en seres humanos, puede parecer algo extrema, después de todo, ya no enfrentamos constantemente circunstancias en las que el riesgo de morir es alto, sólo encontramos situaciones en las que nos sentimos, simple y francamente, incómodos. No es de extrañarnos que ahora, al encontrar situaciones de incomodidad, que nos llevan fuera de nuestra zona de confort, sintamos esta tendencia a huir.
Porque eso es precisamente lo que hacemos cuando evitamos el dolor en la cotidiana vida actual, estamos huyendo como un animal que tiene que correr por su vida. Huimos, y por eso se nos dificulta realizar lo que queremos, porque algo adentro de nosotros, algo muy básico y antiguo nos dice que debemos de correr, que lo incómodo es un indicio de un dolor por venir y el dolor es igual a nuestra destrucción.
Es decir, no comemos verduras, no nos paramos del sofá a ejercitarnos, no desarrollamos una nueva habilidad porque inconscientemente suponemos que puede llevarnos a nuestro final. Por eso es una conclusión solamente lógica que es mejor prender la t.v. y comer algo de chocolate. ¡Qué bellamente ridículos somos!
Como con cualquier comportamiento inconsciente, el primer paso es darnos cuenta para realizar un cambio en dirección de lo que deseamos. Así podemos pensar en algunas estrategias para usar nuestra naturaleza a nuestro favor para ver qué se pone en nuestro camino cuando deseamos cambiar:
- Aumentar el placer. Si el cambio que queremos realizar no es lo suficientemente placentero, o si no implica suficientes beneficios para nosotros, lo más probable es que lo abandonemos. Entonces algunas de las cosas que podemos hacer son:
- Encontrar un grupo de apoyo para realizar el cambio de una manera social y divertida, competitiva incluso. Recordemos que los seres humanos se desarrollan más rápidamente al interactuar entre sí.
- Hacer una lista de las cosas que más placer y disfrute traerían a nuestra vida en vez de ir sólo con metas socialmente establecidas (perder peso, ganar más dinero, comprar un auto, una t.v., el electrónico de moda). ¿Qué es lo que en verdad quieres hacer con tu vida?
- Recompensarnos después de todo avance significativo. Y con esto no quiero decir que, si estamos buscando reducir nuestro peso, comamos todo lo que hemos perdido después del ejercicio; sino que busquemos alguna recompensa adecuada para marcar nuestro avance: un masaje, un pequeño viaje, un día en que podemos comer cosas ‘prohibidas’, un fin de semana de sexo desenfrenado con nuestra pareja… no sé, tú te conoces mejor.
- Establecer un límite de tiempo positivo. Delimita un periodo de tiempo que te sea placentero, que no te presione excesivamente o decremente la calidad de la experiencia de conseguir tu meta. Recuerda que las cosas se construyen en el tiempo que toma construirlas, que no por apresurarte necesariamente las conseguirás más rápido. Darte el tiempo que requieres puede ser lo que te hace falta.
- Aumentar el dolor. Si no encontramos una forma de aumentar el placer de conseguir nuestra meta, podemos enfocarnos en el sufrimiento que implicaría no alcanzarla. Es el ejemplo clásico del estudiante que no realiza su tarea hasta que le queda un día para terminarla porque el dolor de no pasar el ciclo escolar es mayor que el dolor de hacer un simple trabajo. Algunas ideas sobre cómo crear castigo al no cumplir tus metas:
- Comunica públicamente a otras personas la intención que tienes de cumplir determinada meta. Pídeles que te hagan rendirles cuentas, preguntándote cada tanto tiempo cómo vas.
- Extra: Si no cumples tu meta en determinado tiempo (o no hay ningún avance significativo), pídeles que te castiguen: que te corten al ras el cabello, que te obliguen a acompañarlos a una convención de algún tema que ellos amen y tú no soportes, dales dinero que no recuperarás a menos que cumplas tu meta, deja que te cubran en brea y plumas… tú decide, tú sabes qué es lo que detestas, qué te causaría vergüenza, qué imagen social no podrías tolerar.
- Establece un tiempo límite. Este es un elemento que suele comentarse entre la diferencia entre un deseo y un objetivo: el plazo de tiempo. Entonces establece en qué tiempo quieres lograr qué, si puedes pensar en un castigo por no alcanzarlo, puede ser más eficiente.
- Castígate directamente (si funciona para ti). Ya lo mencioné en los dos puntos anteriores, si no logras tu cometido, busca un castigo adecuado que te haga cumplir, no importa qué suceda.
- Comunica públicamente a otras personas la intención que tienes de cumplir determinada meta. Pídeles que te hagan rendirles cuentas, preguntándote cada tanto tiempo cómo vas.
La orientación de buscar el placer es conocida como ‘de acercamiento’, mientras que la de huir del dolor se conoce como ‘de evitación’. Todos tenemos ambos elementos presentes en nuestra persona, pero puede ser interesante y útil identificar cuál es la más predominante en ti para crear estrategias de acción adecuadas a tu persona. Para descubrir tu orientación, simplemente piensa en las situaciones en las que te ha sido más fácil conseguir tus metas.
He oído decir que para en verdad lograr algo debes de estar enamorado del dolor que te llevará a lo que deseas, pienso que eso sólo es una forma elaborada de decir que el placer de conseguir tu meta debe ser mayor que el dolor por el que deberás atravesar, considerarlo simplemente un efecto secundario.
Para terminar con este punto, tengamos presente que como seres humanos las mayores oportunidades de crecimiento ya no tienen sólo que ver con acercarnos a las cosas ‘placenteras’, aquellas que nos nutren y protegen. Las oportunidades que nosotros tenemos son más complejas, incluso demandan que hagamos cosas que en un principio nos son desconocidas. Por eso es que para crecer conscientemente tenemos que salir de nuestra zona de confort, estirarnos más allá de lo que tenemos, hacer más de lo que hemos hecho hasta hoy.
Nuestras capacidades y funciones como humanos hacen que podamos ir más allá de la repetición, ya que tenemos el conocimiento de los que han venido antes de nosotros, no empezamos en un mundo semejante al de la prehistoria, sino en el mundo de hoy que está repleto de opciones y caminos. Y en este mundo, el dolor es una indicación de que debemos crecer o de que ya lo estamos haciendo.
¿Tú qué dolor quieres? ¿El dolor de quedarte donde estás o el dolor de crecer?
Beneficio secundario
Otra de las principales razones por las que nos resulta difícil cambiar es el hecho de que, en muchas ocasiones, la circunstancia en la que nos encontramos, aquella que decimos querer cambiar, es precisamente una circunstancia que nos trae un beneficio, uno que no es totalmente evidente desde la perspectiva del cambio que deseamos realizar.
Volviendo al ejemplo de perder peso y haciéndolo más particular: existen casos en que algunas personas mantienen un peso que no les es saludable (tener un peso saludable sería un beneficio real, primario) porque eso les hace sentirse protegidos (el beneficio secundario), tanto por la capa que les separa del mundo como porque mucha gente no encuentra atractiva a la gente con un sobrepeso marcado. Estas personas, en varios casos, tuvieron alguna experiencia traumante con el sexo opuesto o alguien más, la cual han generalizado y usan como motivación para mantener ese peso. Si una persona en esta circunstancia, en determinado momento, decide que quiere cambiar su físico, es probable que se sabotee si no ha hecho consciente esa creencia generalizada y los comportamientos que se derivan de ella. Es decir, tiene que darse cuenta del beneficio que obtiene de mantener el mismo comportamiento y los mismos resultados.
Éste es sólo un ejemplo, pero hay muchos más:
- Alguien quiere ganar más dinero, pero más dinero implica el riesgo de más trabajo o no encontrar un mejor empleo o enfrentar la pregunta de en qué soy bueno, qué me apasiona, cómo puedo crear un negocio.
- Alguien quiere conseguir pareja, pero no tener pareja le permite tener más tiempo libre y sin compromisos, no hacer cambios en su vida.
- Alguien quiere dejar un vicio (dejar de fumar, por ejemplo), pero tener ese hábito complementa su identidad, le da una sensación de pertenencia a un determinado grupo.
- Alguien quiere ser mejor persona, pero no serlo le permite seguir siendo autoindulgente y sólo pensar en sí, en qué puede obtener y no en qué puede perder (dar).
Para encontrar en qué casos estás obteniendo un beneficio secundario, te recomiendo que…
- te hagas consciente de cuáles son tus valores y cómo los estás honrando o no en tu vida, con tus acciones y actividades.
- qué te preguntes ‘¿qué gano de no obtener lo que quiero?’ en las circunstancias donde te sientas atorado.
- que visualices que pasaría si obtuvieras lo que deseas. ¿Perderías algo en esa circunstancia? ¿Qué cosa surgiría que te costaría trabajo aceptar?
- pienses en aquello que se dice sobre que ‘sólo aceptamos el amor que creemos que merecemos’. ¿Sientes que no mereces aquello que deseas? ¿Qué es lo que ganas al no obtenerlo? ¿Por qué crees que sí mereces ese resultado?
Es común que haya beneficios secundarios detrás de los comportamientos que nos impiden alcanzar lo que decimos querer. Para poder sobrepasarlos es importante tomar conciencia sobre ellos para ajustar nuestras motivaciones y ver que algunas cosas que no hemos alcanzado en la vida y que son importantes para nosotros están siendo suplidas de forma deficiente y perjudicial en otras áreas que no son las adecuadas para proveernos de los que deseamos.
Gratificación instantánea
Otra más de las grandes razones por las que lo que deseamos se nos escapa, es que muchos incurrimos en buscar la gratificación instantánea. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que nos es difícil retrasar aquello que deseamos, esperar para cosechar resultados. Y en muchos casos, nos olvidamos de los resultados y nos enfocamos en obtener un poco de placer instantáneamente.
Si quiero, nuevamente, bajar de peso pero me encuentro una pastelería mientras voy por la calle, es posible que entre y compre una rebanada de algo chocolatoso. Principalmente porque la panadería está allí y entonces, mientras que mi cuerpo de Adonis está en el futuro, algunos meses adelante… y quizá tenga un accidente y muera sin alcanzarlo. La vida es impredecible, ustedes saben.
Pero para alcanzar nuestras metas requerimos desarrollar la capacidad de esperar por lo que deseamos, porque alcanzarlo requiere esfuerzo y no podemos hacer todo lo que se requiere en un solo día. También es importante porque muchas veces buscar gratificarnos instantáneamente destruye el avance que vamos creando. Si como muchos postres, al final, la dieta que llevo y el ejercicio que hago parece no tener efecto.
Creo que puedes encontrar varios ejemplos en tu vida de cosas que jamás sucedieron porque no encontraste la paciencia de esperar un poco más o porque constantemente te alejas de ellas al seguir cediendo a la gratificación instantánea. Ya sea este constante ejemplo del peso, o el terminar algún programa relevante de estudios, o algo más como encontrar una mejor pareja o empleo en vez de tomar lo primero que venía, haciendo así imposibles o improbables las opciones subsecuentes.
Algunas estrategias que puedes tomar para irte alejando del hábito de tomar la gratificación más próxima son las siguientes:
- Lo que comiences, comiénzalo con una intención. O comenzar con el fin en mente, tenerlo siempre presente. Existe un ejercicio de segmentar tu día conforme lo vas viviendo en pequeños segmentos de actividades. Por ejemplo: desayunar, bañarse, ir al trabajo/escuela, etc. Al comenzar cada segmento declaras tu intención para dicho segmento, sea obvia o no. Por ejemplo, antes de bañarme: mi intención es quedar bien aseado y estar presentable para enfrentar mi día con la mejor imagen de mí mismo y dejar que esto se extienda a todo aquello con lo que interactúo. Tus intenciones no tienen que ser así de elaboradas, pero esto puede cambiar el tono de tu día y entrenarte en darte cuenta de que todo lo que haces y no haces puede responder a una intención que tú escoges.
- Cuenta el tiempo que llevas sin ceder a alguna tentación que te aleja de tu meta, así podrás darte cuenta de lo que rompes al ceder.
- Crea un momento para caer en la tentación. Recompénsate, recordemos que si algo es muy incómodo, puede hacerte tirar tus esfuerzos por la borda. Crea un momento del día, de la semana o mes en que puedas ceder un poco para liberar presión, sólo ten muy en cuenta que no sea algo que destruya tus esfuerzos. Por ejemplo, un postre después de haber hecho toda una semana o más de ejercicio.
- Planea tus acciones. Esto es semejante a tener una intención para lo que haces, sólo que un plan te permitirá ver cómo lo que haces es la base de algo que sigue. Puede ayudarte a ver lo que comprometes al caer en una gratificación inmediata.
- Gratifícate en la dirección de tus metas. Si te resulta un poco difícil no ceder ante algún deseo inmediato que puede romper tu esfuerzo hasta el momento, considera la opción de ceder a ese deseo pero con algo alineado con tu meta. Si tienes antojo de comer algo dulce, por ejemplo, podrías comer una fruta, alguna cosa más sana. O si quieres conseguir pareja, en vez de fantasear con tu amor ideal o la última pareja con la que cortaste, mejor busca algo de información sobre cómo cambiar tu vida y ser más atractivo.
- Toma más acción. Aunque, la verdad, si son muchas tus ganas de distraer tus esfuerzos hacia pequeñas gratificaciones, quizá lo que requieres es tomar más acción. En vez de ceder, sólo reconoce tus súbitos deseos, acéptalos y toma acción hacia donde realmente quieres ir. Respira, cuenta hasta tres y haz algo acorde a tu meta, así es más seguro cortar y redirigir este hábito.
Esta tendencia que todos tenemos no es algo malo, simplemente sucede que en ocasiones nos aleja de aquello que en verdad queremos. Hay que tener en cuenta que, así como el huir del dolor, éste es un comportamiento positivo en cierto contexto. Pero en el contexto de crear un cambio importante y duradero en tu vida puede ser perjudicial.
Y, bueno, como ya mencioné, ésta es una habilidad que se construye, así que en mejor comenzar a practicar para integrarla a tu vida. Y, de hecho, esto nos trae al último punto de este artículo…
Los hábitos que tenemos
Los hábitos, los hábitos, si ponemos atención al estado de nuestra vida, creo que siempre es posible darnos cuenta que son nuestros hábitos los que nos tienen en las condiciones actuales de nuestra vida. Con ellos construimos progresivamente todo de ella: cómo empezamos el día, qué hacemos durante él, cómo lo terminamos.
El hecho es que las cosas que más hacemos en nuestras vidas son aquellas que son hábitos y que, por tanto, repetimos consistentemente a través de los años. Si en verdad hay algo que queremos alcanzar, lo mejor que podemos hacer es integrar esa meta a un hábito o auxiliarnos de varios de ellos para construir el camino que nos lleva a ella.
La forma en que se instalan los hábitos todos la conocemos: la repetición. Entre más repetimos algo en nuestra vida, más probable es que lo volvamos a hacer. De esta forma, ahora que hemos tomado conciencia sobre tres grandes obstáculos para cambiar, podemos hacer un hábito el no permitir que tomen posesión de nuestra vida y nuestras acciones.
Como todo lo que se repite, la forma de instalar un hábito es sencilla, simplemente hay que realizarla muchas veces con la mayor consistencia posible. A continuación de comparto cómo crear un hábito, este método sencillo y variable lo aprendí de Leo Babauta…
- Escoge un hábito. Crea un plan. Ve cómo te comportas cuando realizas tu hábito, escoge un detonador, decide en qué momento del día lo realizarás, qué personas te apoyarán, cómo te recompensarás, cuál es tu principal motivación.
- Establece un detonador para comenzar el hábito que deseas. Un detonador es algo que encuentras con certeza en tu día, usualmente momentos antes de cuando deberías o podrías comenzarlo. Por ejemplo, si has decidido comenzar a correr, pones tus zapatos para correr en el lugar que usualmente pondrías el calzado que usas cotidianamente, ése es tu detonador.
- Sólo comienza, un paso a la vez. Comienza con poco, decide hacerlo por cinco o diez minutos el primer día, después irás incrementando el tiempo durante el que lo haces. Pero sobre todo ve un paso a la vez, después de detonador: te pones los zapatos, no piensas en lo difícil que será correr o en el frío que hace o cuánto preferirías no salir a correr. Después te acercas a la puerta, después la abres, y corres. Primero una zancada, después otra. Procura ir momento a momento.
- Si sientes ganas de detenerte, distraerte u hacer otra cosa fuera de tu hábito, haces una pausa. Observas lo que te está diciendo tu cabeza, por qué deberías detenerte, qué no le gusta en ese momento y demás ideas que surjan. No haces nada, sólo pausas, observas, y sigues haciendo lo tuyo.
- Crea referencias positivas a tu hábito y recompénsate. Para lo primero, cuéntale a las personas que decidiste que te apoyarán, déjales saber que el día de hoy realizaste tu hábito. Si lo están realizando contigo, crea un reto o concurso. El punto es disfrutar lo que haces, aumentar el placer asociado con la actividad y crear un sistema que te haga rendir cuentas por tus acciones (incomodidad al no cumplir, se usan ambas estrategias).
- Ajusta, haz cambios, experimenta. No sabrás cuál es la mejor forma de establecer tu hábito desde el principio, así que es válido ir ajustando conforme avanzas. Es válido fallar, el punto es usar esa información a tu favor para lograr establecer tu hábito.
Los detalles de este enfoque dependen de ti, puesto que cada persona es diferente, le mueven diferentes cosas y deseos en la vida. Por ejemplo, como comenté antes, algunas personas son más de acercamiento y otras son más de evitación; algunos tienen más claridad que otros sobre por qué quieren determinadas cosas y cuáles son sus obstáculos; hay quienes tienen más práctica retrasando la gratificación que otros.
Lo fundamental es encontrar qué es lo que funciona para ti y crear un sistema de hábitos que te apoya en alcanzar lo que deseas. Entre más comportamientos conducentes a alcanzar tus metas establezcas, más sencillo te será alcanzarlas pues ya tendrás la fuerza de varios hábitos de tu lado.
En ese sentido, si aún no lo has hecho, te invito a que escojas doce cambios fundamentales que te gustaría realizar este año y que podrían ayudarte a alcanzar aquello que quieres vivir. Crea un plan e instala uno por mes, o menos, sólo escoge los más importantes. Esto puede revolucionar tu vida.
Creo que todos hemos tenido esa sensación de ser varias personas: una persona que quiere cierto cambio, una que más o menos, otra que no, otra indiferente y otras tantas más. En ese sentido, espero que estos cuatro aspectos que te he compartido te sean útiles para poder ser más consciente de por qué te cuesta trabajo alcanzar ciertos cambios en tu vida y así dejes de estar dividido en lo que se refiere a tus acciones y deseos.
Espero que tomar conciencia hoy te acerque a lo que deseas y que te ayude a eliminar las dificultades que a veces no sabemos de dónde vienen y por qué parecen impasables. También espero que haya algo que estés deseoso de cambiar…
¿Qué cambio que no has realizado te causa incomodidad al pensar en él?
¿Qué obtienes al no cambiarlo?
¿Te estás gratificando demasiado pronto?
¿A dónde te están llevando tus hábitos?