Revista Literatura

Privacidad

Publicado el 14 junio 2021 por Lachicadelte

Puede que nunca antes hayamos pronunciado y pensado tanto en la palabra "privacidad" como hoy en día, justo cuando, paradójicamente, tenemos menos privacidad que nunca. Una falta de privacidad elegida y con la que en cierta manera incluso nos sentimos muy a gusto. 

Hoy en día, prácticamente nada puede ser ya privado. Si creemos en las teorías conspiratorias más radicales, podríamos decir que nuestro móvil nos monitoriza las conversaciones habladas y escritas, nos graba sin que nosotros activemos la cámara... Muchas actividades que han sido privadas hasta ahora, pueden dejar de serlo. ¿Cocinar en ropa interior? ¿Practicar sexo? ¿Hurgarse la nariz? Y por supuesto... ¿ir al baño a ducharnos, practicar nuestra higiene diaria o usar el WC? Si te llevas el móvil contigo (voy a poner música para amenizar el rato de preparar la comida, voy a poner esa playlist para la duchame llevo el móvil para ver Facebook mientras estoy en el retrete...), todas esas actividades podrían haber dejado de ser privadas. Muy heavy pensarlo, ¿no?

Muchos se reían de aquellos que, ya hace años, tapaban la cámara del ordenador portátil con un post-it para evitar ser vistos o grabados por terceras personas... Sin embargo, ya no es un secreto que los móviles, incluso desconectados de la red, son capaces de captar al vuelo ciertas palabras que decimos, pasarlas por un algoritmo y ofrecernos publicidad relacionada con esa palabra la siguiente vez que usamos cualquier app. Publicidad que han segmentado de acuerdo a todos los datos que tienen sobre nosotros, datos que, en su mayor parte, nosotros hemos accedido a ceder. 

Todo este tema da miedo, por supuesto. Por eso, cada vez me da más gusanillo coger y sacar algún CD de mi estantería que nadie sabe que he tengo porque lo compré hace unos cuantos años en una tienda particular, pagado en metálico (sin huella de dicha transacción), ponerlo en mi reproductor y disfrutar de él "a escondidas" de los algoritmos de las nuevas tecnologías. Nadie sabe lo que estoy haciendo, nadie sabe qué estoy escuchando, nadie me ofrecerá una recomendación basada en esa acción. O bien irse a un lugar sin cobertura, apagar el móvil y simplemente disfrutar de una vida sin redes ni internet. Simplemente ser

Es una nueva manera de sentirse un ermitaño, ser un ermitaño digital. Una nueva sensación de libertad, la de no sentir que puedes estar siendo observado. No sé si dentro de unos años nos pareceremos más al futuro en el que nuestra interacción social será completamente digital o aquel en el que toda la humanidad ha colapsado y hemos vuelto a la comuna hippie. Yo de momento trataré de permanecer, al menos a partes (casi) iguales, entre el mundo digital y el analógico.

¡Nos vemos en el próximo té!

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