Revista Diario

Ramón

Publicado el 09 mayo 2011 por Julio
Cada día le cuesta más levantarse de la cama, hace rato que ya se debe haber duchado, pero hoy está más perezoso que nunca.  Envuelto aún en las sabanas, enrollado y atrapado vuelve a mira el reloj y ve que sólo le faltan veinte minutos para abrir la tienda, no se duchará, hoy no, es lo único positivo que ve de tener su propio negocio, además sabe que hasta media mañana no entrará ningún cliente. Es  mala época para una librería de novelas extrañas, podría decirse independientes. Fue una de sus primeras normas, no vendería ningún libro que no se lo mereciera, y la mayoría de los best-Sellers no creé  que tuvieran el honor de compartir las estanterías con libros que él amaba de verdad. Abrir la librería fue idea de su antigua novia Helena, juntos comenzaron esa aventura hasta el día que ella marchó para expandirse profesionalmente. Estudiaban juntos en la misma universidad, Ramón filosofía y Helena Derecho, a pesar de tan distintos caminos fueron una pareja que desde un principio todos creyeron que iban a acabar juntos para toda la vida. Fueron amigos desde la infancia, toda una vida juntos hasta que a ella le ofrecieron un puesto en uno de los mejores buffets de abogados de toda Europa. A ella le apetecía para crecer profesionalmente, siempre le gustó el derecho internacional y ésta era su mejor oportunidad. Y así fue, después de casi doce años juntos emprendió su aventura en Bruselas dejando a un Ramón descompuesto, él sabía que la distancia era un gran enemigo para lo suyo. En la despedida él se despidió sabiendo que de verdad ese era el fin de aquello que construyeron juntos. Poco a poco, las llamadas fueron reduciéndose, hasta casi ser llamadas de cordialidad en las fechas señaladas. Todo acabó un año después cuando Ramón harto de la situación le dijo la noche de su cumpleaños que vendería la librería y se mudaría con ella. El mundo se le acabó cuando ella dijo que no hacía falta, que los dos sabían que todo había acabado. El golpe más duro fue cuando le escuchó decir con esa voz de culpable que tanto conocía:-He conocido a alguien. Desde entonces Ramón ha vivido entre sombras, solitario, sin poder rehacer su vida a pesar de los intentos de sus amigos, que siempre fieles se posicionaron a su lado. Nadie entendió lo que hizo Helena y todos vieron lo destrozado que se quedó Ramón.Siete años han pasado de aquello, siete años en los que Ramón no la ha olvidado, siete años y anoche recibió la primera llamada de Helena, en la madrugada, Ramón no se lo podía creer, al principio creyó que era una broma de su amiga Sonia pero no creyó posible que ella fuese capaz de gastar una broma tan pesada, sobre todo a esas horas. Baja las escaleras, muy pensativo, muy despacio, va contando los escalones, su mirada no está en este mundo, está vagando en los recuerdos. Cuando sale a la calle el Sol le deslumbra y hace que cierre los ojos, así, con los párpados caídos dirige su cabeza hacia el Sol y respira profundamente mientras disfruta de ese momento, solo para él, solo con el Sol. No puede pensar. Abre la persiana de la tienda y vuelve a respirar hondo, el olor a libro le tranquiliza, siempre ha sido su mejor revulsivo contra el miedo y la soledad. 
-Ramón
-¿Quién?
-Ramón, soy yo, Helena.
-………….
-…………..
-¿Qué Helena?, no son horas para…. Helena ¿eres tú, de verdad?
-Si.
-Pero…
-Lo sé Ramón, no te lo esperabas, sobre todo con lo mal que me porté, lo siento Ramón, por llamarte a estas horas y por no haberlo hecho antes, perdón por haberme marchado y por haberte abandonado, perdón. Sé que no soluciono el dolor con esto pero necesito decírtelo.
-¡Helena! No puedes hacerme esto, no lo he superado todavía y me vienes ahora con esto. Helena, estás siendo cruel, no te imaginas lo que me duele.
-Ramón, escucha, no tengo tiempo, te quiero, te quiero mucho, siempre lo he hecho y no he podido olvidarte. Mañana me caso, a las siete de la tarde, dime que me quieres y lo dejo todo, soy egoísta lo sé, pero te quier…
(Se corta la llamada) Se coloca tras el mostrador, son las diez y cinco de la mañana, después de la llamada intentó volver a llamar al teléfono pero no pudo, debió de llamarlo de un teléfono público, no entendía nada, no durmió nada, no sabía que podía hacer.Por un lado echaría a correr hasta alcanzarla, pero han sido siete años de sufrimiento, sobre todo porque no entendió nada.-¿Siento como ayer?Esa pregunta se la ha repetido durante toda la noche y aunque intente ocultar las ganas, minutos después de la llamada  entró en Internet y buscó el primer vuelo a Bruselas. No consiguió nada, solo había dos vuelos y estaban completos, la única opción sería tomar un tren a las once de la mañana que llegaría a París, a las tres y de allí a Bruselas dos horas más, llegaría justo a tiempo para… ¿Qué? ¿Ramón, pero de verdad estas pensando en darla otra oportunidad?Todo se lo ha callado, no ha llamado a nadie, no se lo quiere decir, no quiere que lo intoxiquen, todos han visto lo destrozado que quedó y seguro le retendrían.Todos los pensamientos le llevan al reencuentro, lleva mucho tiempo soñando con volver a tocar su piel, a recostarse a su lado y verla dormir, respirar, vivir.Son las diez y media, la tienda está completamente sola, abandonada, Ramón ha salido corriendo.Helena nerviosa, camina de un lado a otro de la habitación llena de espejos y flores blancas como su vestido, son las cinco y media de la tarde y su mirada no para de fijarse en la puerta, espera que llegue Ramón, no confía mucho, la verdad que hay momentos en los que se arrepiente de haber hecho esa llamada, no por lo que le dijo, que es la verdad, sino por abrir de nuevo las heridas del hombre que siempre amó. -¿Cómo he acabado aquí? Justo en el momento que grita esa frase entra su futuro marido en la habitación y la encuentra acalorada, nerviosa y la abraza, sin decir una palabra la besa en la frente y se marcha.Helena se queda plantada, mirando la puerta y justo arriba de ella el reloj, que avanza cruel. Quiere a ese hombre que acaba de salir por esa habitación, pero en los últimos meses no ha hecho más que acordarse de Ramón y ha comenzado a ver con claridad las intenciones de esta boda. Él es el dueño de una prestigiosa compañía financiera y siendo su mujer, acabaría como la directora del departamento legal de la misma.-¿En qué me he convertido? Soy una simple puta. Helena cuelga el teléfono, avergonzada por lo que ha hecho. Llamar a Ramón, a estas horas, las lágrimas brotan en su interior, sale de la cabina de teléfono y se dirige a su casa, camina despacio, no quiere llegar y encontrar a su futuro marido yaciendo entre gemidos con su amante, sabe que no podría soportar que él supiera que ella sabe todo, que él viera en sus ojos que realmente le da igual. Llora mientras regresa a su casa, pero algo en su interior la dice que mañana llegará Ramón y  la llevará consigo otra vez a España, que la cogerá de la mano y la hará abandonar a esa Helena que tanto odia.Las primeras notas de la música nupcial suenan de fondo, los invitados están todos sentados, ninguno de la parte de la familia de Helena, no los ha querido invitar para que presenciaran esa farsa, además algo en su interior creía que no se iba a celebrar, pero allí estaba ella, caminando por el pasillo dirigiéndose directa al mayor e interesado error de su vida.La tarde cae tranquila, el cielo completamente despejado, sólo unas pocas nubes de un naranja intenso, efecto dado por los últimos rayos de la tarde. Ramón esta sentando en el parque junto a la estación de trenes, sobre la hierba, mirando el cielo y sonriendo, son las ocho de la tarde. Ramón-Debo ir a por ella, me necesita, la necesito. Coge las llaves del coche y sin importarle nada más sale disparado de la librería con dirección a Helena. El tráfico es terrible pero él lo intenta hasta que ya no puede más y deja el coche aparcado y sale corriendo hacia la estación. Son las diez y cincuenta minutos, sólo en diez minutos volverá a poner todos sus sueños en Helena, otra vez. Ese pensamiento le hace parar en seco, ¿de verdad quiere eso?, claro que la quiere y sigue caminando, pero algo en su interior no le deja ir más deprisa y parece que se está dando un tranquilo paseo. Justo cuando llega a la estación su tren se está marchando y  lo mira, puede que sea el tren de su vida, puede ser que perder un tren también se convierta en un bonito comienzo. Sale de la estación, llama a su hermano para que se ocupe de la librería y se dirige al parque de al lado. En él ve todos los trenes salir, es solitario, apenas hay niños y el césped esta muy bien cuidado. Se tumba y espera, hora tras hora hasta que la manecilla apunta las siete en punto, mirando el sol con los ojos cerrados hace el esfuerzo de recordar el rostro de Helena y dice en alto:-Ya no te quiero.

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