Beatriz Benéitez Burgada. SantanderCuando alguien nos hace daño, se nos plantean varias alternativas. Una de ellas es alimentar el odio, la ira o el rencor; y esperar a que llegue el momento de vengarnos. La descarto. No porque quiera -o no sólo por eso-, sino porque no sirvo. Para cuando llega el momento de la venganza suelo estar en otro punto de la vida, en el que ni puedo, ni quiero, ni debo, seguir alimentando esos sentimientos que, sobre todo, son estériles. También está el olvido. Tiende a pasarme. A la vuelta de cualquier recodo se me olvida lo malo que me pasó y también quien me lo hizo. Esto está bien, pero... creo que no es lo ideal. Porque recordar nos ayuda a no tropezar dos veces con la misma piedra. Ser conscientes o conocedores de nuestros errores es lo único que puede hacer que no volvamos a cometerlos.
Ya he hablado más veces de mis viajes a Bosnia i Herzegovina, en misión humanitaria. La primera vez que estuve en Mostar, fuimos a hacer una ofrenda de flores a la Plaza de España, un gran espacio peatonal en el centro de la ciudad. Allí, justo en el centro, hay un pequeño monumento colocado en memoria de los soldados españoles que dejaron su vida en los Balcanes. La zona está muy rehabilitada gracias, al menos en parte, a la ayuda española. Pero justo a la altura de la plaza, casi enfrente de este monumento, hay dos edificios altos, destrozados y llenos de marcas de balas y de mortero. Da pena verlos. Pregunté al teniente Agustín García ¿Por qué no arreglan esos edificios? Para que no se les olvide la guerra, me dijo. Para recordar, cada vez que pasen por aquí el sufrimiento que trajo consigo, y tratar de evitar que algo así vuelva a suceder jamás. Alguien me hizo una pregunta similar el otro día, al ver una foto de un recorte de periódico que hay encima de mi mesa de trabajo ¿Para qué tienes esto aquí? ¿Por qué no lo quitas de tu vista? Le contesté algo parecido: Para que nunca se me olvide lo que esta persona me ha hecho sufrir. Y para intentar que nadie lo haga de nuevo. Espero conseguirlo. Pero no me gusta el odio, no lo soporto. Y además sólo lo siente quien odia. Prefiero mil veces la compasión. Me hace sentir mejor, y no me obliga a perder el tiempo. Tiempo que prefiero dedicar a las personas que quiero. De la justicia... se encargará la vida. El Universo es sabio.