Revista Literatura

Relato: El pozo

Publicado el 27 marzo 2015 por Cabaltc

Antes de empezar quisiera explicar el por qué del título. Creo que no refleja correctamente el contenido del relato, sin embargo, sí que refleja mi intención al escribirlo. Y no es otra que utilizar una estructura similar que el Pozo y el Péndulo de Edgar Allan Poe. Aunque, como podréis ver, muy muy diferente del original y es posible que el único que vea alguna similitud sea yo mismo.

Pero cualquier otro de los títulos que tenía destriparía el final o podría ayudar a entenderlo. Así que… sin más dilación, os dejo con mi relato para esta semana.

El Pozo

Estoy en un lugar oscuro y angosto, cubierto de mugre y casi sin poder moverme. Pero no es un lugar oscuro como pudiera imaginar, no es como la noche, ni una habitación con las persianas cerradas. Esto está oscuro de verdad, una ausencia total de luz. Pruebo a mover mis manos por delante de mi cara, y no consigo distinguir absolutamente nada. Si por mi vista fuera, podría no tener dedos, es más, podría no tener mano. Sin embargo los flexiono. Están ahí, o al menos eso creo yo. Para terminar de cerciorarme de que realmente tengo manos, me las llevo a la cara. Torpemente, ahora me doy cuenta de que pasa algo más. Mis movimientos son lentos y descoordinados. Aunque al final lo consigo. Si, tengo manos, y también tengo cara (algo que dada la situación tampoco está de más comprobar).

Después de haber agitado los brazos, me doy cuenta de que la situación parece bastante peor de lo que era. No sólo está oscuro y estoy cubierto por algo viscoso, y es que estoy completamente rodeado por esa sustancia. Rodeado ¿o inmerso?. Me quedo quieto para pensar en mi estado actual.

¿Cómo he podido llegar aquí? Me duelen prácticamente todas las articulaciones del cuerpo. No es un dolor insoportable y no parece que venga de fuera de mi. Así que descarto la posibilidad de que haya sufrido algún tipo de agresión. La presión y los pinchazos vienen desde dentro de mí. ¿Qué me han hecho? Alguien me ha hecho algo, de eso empiezo a estar seguro. No es una certeza, pero el dolor, la desorientación y mis dificultades para coordinar movimientos complejos hacen que me asuste de lo que sea que esté pasando. Intento gritar, pero no sale sonido alguno por mis labios.

La angustia me domina y me quedo totalmente inmóvil durante un largo rato. ¿Quién querría hacerme algo así? Bueno, «así», ¿qué es lo que me han hecho? Parece que tengo el cuerpo intacto, todo está en su sitio. O al menos la mitad superior de mi cuerpo. Lentamente, y con cierta dificultad, me llevo las manos a la cabeza. Orejas, nariz y boca. Me meto un dedo dentro de la boca para comprobar su interior. Ahí está mi lengua. ¿Por qué no podré hablar?

Pienso en esto durante otro largo rato. Las horas pasan y mi angustia remite, sustituida por el enfadado y la impotencia de no poder hacer absolutamente nada. Me gustaría gritar y llorar, pero sin lo primero, lo segundo no parece tener demasiado sentido. Y entonces me doy cuenta de otro detalle. ¡No tengo hambre!

Aquí han pasado ya unas cuantas horas desde que desperté y nadie ha venido a alimentarme. Esto sí que no tiene sentido. Otra vez me llevo una mano a la cara para palpar mi nariz en busca de algo que me esté alimentando. Nada. Así que vuelvo a meterme el dedo en la boca para ver si se me ha pasado algo por alto.

¡Qué idiota soy! No sé cómo no me he dado cuenta antes. ¡Mis dientes! Me los han arrancado, no tengo ni uno solo de mis dientes. Sólo puedo palpar mis encías. Sin embargo, lo más sorprendente es que tampoco me duelen. Están suaves y sin rastro de heridas o cicatrices. ¿Quién podría haber hecho una extracción así de limpia? No se me ocurre absolutamente nadie que pudiera conseguir quitar unos dientes sin dejar marca alguna. ¿Con qué lo habrán hecho? ¿En qué terrible experimento me estaré viendo inmerso?

Me doy cuenta de que llevo un buen rato con el dedo metido en la boca y me siento ridículo.

Vuelvo a pensar en comida. Me gustaría tener hambre, pero no siento la más remota necesidad de comer. Y eso me preocupa. Muevo las manos por mi torso y me topo con algo. Un cable o un tubo están clavados en medio de mi vientre. Directamente en el estómago. ¡Mierda! Soy un maldito animal de laboratorio. Me tienen encerrado, sin luz, sin poder hablar, sin escuchar nada y encima me tienen conectado a alguna máquina que se encarga de mantenerme con vida.

Estoy asustado, más que asustado. Sin darme cuenta de lo que hago, mis instintos primaros han vuelto a llevar uno de mis dedos a mi boca. ¡Mierda! Estoy realmente aterrado. Ya no me siento ridículo por tener el dedo ahí, sino muy preocupado por la clase de experimentos que deben estar haciéndome volver a mis automatismos más básicos. No debería estar chupándome un dedo.

Lo saco y decido hacer algo por mi libertad.

Empiezo a patear y a golpear todo lo que me rodea. El líquido amortigua todos mis golpes, pero empiezo a notar cómo una vibración sacude esa cárcel en la que me veo atrapado. Aumento mis esfuerzos por romper lo que sea que me tiene retenido en su interior.

Las vibraciones aumentan en intensidad, y cada vez son más frecuentes. ¡Estoy teniendo éxito!

Venga, sólo un poco más. Sigo pataleando, golpeando y dando puñetazos hacia aquello que me envuelve.

Y de repente mi prisión se empieza a encoger. Ahora estoy inmovilizado, no puedo hacer nada, y noto cómo esa asquerosa bolsa en la que me han encerrado comienza a moverse. ¿Hacia donde? Levanto la cabeza para mirar hacia arriba, o al menos, lo que yo creo que es arriba y veo una luz. ¡Una luz! Al fondo de un angosto pasillo circular veo algo. No puedo distinguirlo, porque la luz ciega mis desacostumbrados ojos, pero por fin voy a salir de aquí.

Espera. ¿Hacia dónde va esto? ¡Oh no! Esto no tiene por qué ser bueno. ¿Y si me van a desechar? ¿Y si ya no les sirvo en sea lo que sea que me estuvieran utilizando? Una indescriptible sensación me recorría el cuerpo. Estaba aterrado, nervioso, expectante y todo eso sin poder moverme lo más mínimo mientras algo me empujaba para que atravesase aquel portal de luz.

Y finalmente salí de allí. Unas descomunales manos tiraron de mi, me manipularon, me dieron varias vueltas y me quitaron el tubo que tenía en la tripa. Fue entonces cuando rompí a llorar. Desconsoladamente, sin ningún tipo de control. Aquellos gigantes, en lugar de apiadarse de mi, empezaron a gritar y a reírse, como si yo fuera el fruto de un malévolo ritual de una raza de seres más grandes que yo.

Pero entonces intentaron limpiarme la mugre que me cubría y me envolvieron en unas cálidas mantas. Para después tumbarme en una enorme cama al lado de un ser infinitamente más grande que yo. Un ser que empezó a acariciarme la cabeza con otra de aquellas manos de tamaño imposible.

Era tanto el cansancio que acumulaba, después de aquella terrible experiencia, que el calor, las caricias y el sentirme limpio hicieron que empezase a dormirme. Yo no quería, pero mi cuerpo y mi mente estaban agotados hasta la extenuación.

Lo último que escuché antes de poder dormirme fue a aquella gigantesca criatura susurrarme al oído entre lágrimas: «mi hijo».


Archivado en: Relatos Tagged: CabalTC, Ficción, Personal, Pozo, Relato Relato: El pozo Relato: El pozo

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Sobre el autor


Cabaltc 3578 veces
compartido
ver su blog

El autor no ha compartido todavía su cuenta El autor no ha compartido todavía su cuenta

Revistas