Antes de comenzar el relato me gustaría hacer un par de aclaraciones al respecto del famoso Triángulo de las Bermudas.
El Triángulo de las Bermudas
El Triángulo de las Bermudas es una zona que comprende la superficie de océano Atlántico que se obtiene de unir los siguientes tres puntos: Miami (Florida), Puerto Rico y las islas Bermudas. Casi forma un triángulo equilátero de unos 1700 km de lado (de ahí su nombre), y tiene una mal merecida fama de zona catastrófica para los barcos y aviones que la atraviesan.
El Triángulo de las BermudasPor curiosidad os diré que el nombre proviene de varios escritores y periodistas que, en torno a 1950, hicieron algún artículo y relato sensacionalista sobre una zona del océano en la que los barcos desaparecían misteriosamente. Originalmente lo llamaron el Triángulo del Diablo. En 1964 un escritor sensacionalista, como parte de un libro de misterios, incluyó un capítulo titulado El mortal triángulo de las Bermudas. Y allí nació el término que hoy en día conocemos.
Actualmente se han desestimado todas esas teorías con datos empíricos y estudios de la zona. Pero hay un dato que sirve para dar cierta explicación al hecho: no más de 50 naves y 20 aviones han desaparecido por la zona, habiendo pasado más de 10.000.000 de barcos en los últimos 100 años. Es decir, una tasa de accidentes de 0,0007%.
En definitiva, una tasa similar a la del resto del océano.
Sin embargo hay sucesos que son difícilmente explicables, como pueda ser el caso del Vuelo 19 que desapareció en 1945 en la zona, y sobre el cual trata este relato.
Y ahora sí, mi versión de este misterioso Triángulo de las Bermudas.
5 de Diciembre de 1945
La Segunda Guerra Mundial acaba de terminar. Los japoneses han terminado firmando su rendición ante el desmesurado poderío armamentístico americano. Sin embargo, aunque ya hace casi tres meses de aquello, el ejército estadounidense sigue manteniendo a sus tropas en alerta. Los ejercicios de entrenamiento sólo han perdido fuerza en cantidad de nuevos reclutas, pero no en intensidad.
Y como en todas las prácticas, hay accidentes. Hace unas horas nos han informado sobre la desaparición del Vuelo 19 al norte de Miami sobre el océano Atlántico a menos de un centenar de millas de la costa. Las radios de cinco bombarderos TBM Avenger con sus respectivas tripulaciones han dejado de emitir al unísono a las 19:04 del día de hoy.
El comandante Johnson, del SS Samkey, y yo, el teniente segundo Williams, piloto del hidroavión PBM Mariner, partimos en busca de los aviones o de sus restos.
Sobrevolando el triángulo
-Teniente Williams, aquí el comandante Johnson, ¿me escucha?. Cambio.
-Alto y claro señor. Cambio.
-Nos dirigimos hacia la última posición conocida del Vuelo 19, adelántese y sobrevuele una zona de 5 millas de diámetro, avísenos si encuentra cualquier resto. Cambio.
-Entendido señor. Cambio y corto.
-Corto.
Apagó la radio e hizo unos rápidos cálculos mentales sobre la distancia total hacia el punto de destino, mas una estimación de la distancia que recorrería en espiral para cubrir la distancia que le pedía el comandante. En la base le habían asignado uno de los nuevos modelos de reconocimiento, con mayor autonomía de vuelo, así que estimó que podría cubrir un círculo dos veces más grande que el solicitado por el comandante Johnson.
-Aviador Mayor Smith, en cinco minutos sobrevolaremos la zona del incidente -gritó Williams-. Prepárese.
Williams no terminaba de comprender por qué les habían elegido a ellos para la maniobra. Había decenas de pilotos de menor rango disponible en la base aquel día, como para solicitar a uno de los oficiales con más experiencia que hiciera un simple vuelo rutinario.
Tampoco habían recibido las transcripciones de las últimas comunicaciones con los del Vuelo 19, simplemente habían recibido unas coordenadas y la orden de ponerse a disposición del comandante Johnson de la armada. ¡Un comandante, por dios! Algo debía haber ido rematadamente mal con aquel vuelo de entrenamiento.
O no era un vuelo de entrenamiento y estaban buscando algo pero… la flota alemana hacía ya casi dos años que había dejado de ser un problema. Aquellos malditos nazis habían terminado hundidos a lo largo de todo el Atlántico desde que el ejército americano inventó el sonar.
-Bien por nosotros… -murmuró el teniente.
-¿Decía algo señor? -Preguntó el aviador mayor Smith.
-No Smith, sólo que se concentre en no perder detalle del océano.
Smith era un buen hombre, pero nunca había llegado a luchar contra aquellas infernales máquinas submarinas de la Kreigsmarine. ¿No podría haber quedado alguna manada de lobos escondida por la costa? No creía que fuera posible (¡dos años por dios!), pero sí que creía capaces a los alemanes de inventar algún tipo de misil guiado que pudiera destruir sus aviones. Sin embargo, ¿desde dónde podrían haberlos lanzado? Y aunque fuera posible… ¿cómo habían derribado a los cinco a la vez?
El Triángulo despierta
El SS Smakey hizo su aparición por el horizonte, así que dejó sus cavilaciones para más adelante. Ya habían cubierto las casi 80 millas cuadradas que comprendían un círculo de diez millas de diámetro con epicentro las últimas coordenadas conocidas. Y sin embargo no habían encontrado rastro de nada.
-Smith, ¿ha conseguido captar algo?
-Nada señor. Este mar está más limpio y más tranquilo que una letrina en día de inspección señor.
-Qué raro…
-Se los ha tragado el Triángulo mi teniente.
-¿Cómo?
-El Triángulo de las Bermudas señor, estamos sobrevolando el centro mismo de esa zona del diablo.
-¿Supersticioso aviador Smith?
-No mi teniente, sólo precavido -contestó para luego añadir-. En la base se oyen historias extrañas señor. Las aguas abriéndose para tragarse flotas enteras, que los alemanes hicieron pruebas con demonios y los soltaron en las profundidades de nuestras costas,…
-Déjese de tonterías y siga buscando -respondió Williams molesto.
-A la orden señor.
Al cabo de unos minutos recibió otra llamada del SS Smakey. El comandante Johnson quería que ampliasen el perímetro de búsqueda en diez millas más, así que él y su mojigato acompañante pusieron rumbo oeste para empezar de nuevo su barrido de la zona.
Sin embargo, nada más avanzar un par de millas, recibieron una llamada de socorro procedente del SS Smakey.
-¡Mayday! ¡Mayday! ¡Mayday! ¡Mayday!
-Aquí Williams, ¿qué demonios pasa? Cambio
-…
-¡Responda SS Smakey!
-…creíble, no puedo describi… …el mar… …abierto… …garnos.
-Repita SS Smakey, no le recibo con claridad.
-¡Váyanse de aquí!
La última frase sonó con una claridad demoledora dentro de la cabina del pequeño avión de reconocimiento.
-¿SS Smakey? ¿Están ahí?
-…
Sólo estática al otro lado de la radio. ¿Dónde estaba aquel maldito barco? ¿Sería sólo algún tipo de señal radiofónica capaz de impedir las comunicaciones? Tenían que volver allí para ver qué había pasado. Sin embargo la última frase de advertencia estaba clara. Alejaos.
-¿Qué hacemos señor? -Preguntó Smith.
-Qué cojones… -espetó mientras manipulaba los mandos del aparato-. Volvemos a la posición del SS Smakey -y en un breve momento de lucidez preclara añadió-. Active los controles de su radio y llame a la base para informar inmediatamente de todo lo que veamos.
Dio media vuelta con el avión y voló todo lo rápido que le fue posible. Aunque sólo habían recorrido unas pocas millas, la conversación, el viento de cola y su lentitud en decidirse a dar media vuelta les había hecho alejarse más de la cuenta.
Unos minutos más tarde escuchó cómo Smith retransmitía a la base:
-El SS Smakey ha desaparecido mi General.
«¿General? ¿Un general está siguiendo una operación de rescate?», pensó Williams.
-Si señor, hemos puesto rumbo al lugar del incidente -respondió Smith-. Si señor, también estamos preparados para cualquier circunstancia. No señor, no hemos visto nada extraño.
Mientras su subordinado contestaba las inagotables preguntas del general, él pudo vislumbrar cómo una oscura mancha llenaba una inmensa zona del océano allí donde el SS Smakey había estado situado momentos antes
-¡Pero qué coño…! -Su frase quedó a medio camino de ser terminada.
A su espalda el señor Smith estaba intentando describir lo que estaba sucediendo debajo suya, pero las palabras no serían suficientes para explicar aquella locura.
Lo que parecía una enorme esfera de un metal más negro que la noche estaba ascendiendo a una velocidad vertiginosa hacia la superficie. De hecho, tuvo escasos segundos antes de poder virar el avión y esquivar un gigantesco chorro de agua que…
-Espera, ¿dónde está el agua?
Lo que acababa de suceder era inverosímil. Un tremendo agujero más ancho que cinco portaaviones puestos en fila se acababa de abrir debajo de su avión. Hasta donde se perdía la vista no había nada más que una falla profunda e insondable que se perdía en las entrañas del océano. O de la propia tierra.
Smith seguía haciendo verdaderos esfuerzos por mantener el control y describir aquello que acababan de contemplar. Sin embargo, no parecía haberse dado cuenta de que hacía un momento que se había desconectado todo aparato eléctrico y electrónico de aquel avión y estaban cayendo en picado hacia dentro del agujero.
Pero de lo que si fueron conscientes tanto él como Williams fue de que, en el momento en el que cayeron por debajo del nivel del mar, una miríada de diminutas naves flotantes rodearon su avión hasta formar un caparazón metálico que frenó en seco su caída.
Un grupo de aquellas naves comenzó entonces a brillar con una luz mortecina que fue dando paso poco a poco a una especie de imagen. Parecía el SS Smakey. Sin embargo en un primer plano apareció una figura de ónice. Parecía bípedo y ligeramente humanoide, sólo que su altura era similar a la del casco del Smakey, y su corpulencia y estructura ósea no dejaban lugar a dudas de que no pertenecía a nada conocido por el hombre.
Cuando pareció darse cuenta de que le estaban viendo, se giró y les mostró lo que tenía en una de sus gigantescas manos. Los restos sin vida del comandante yacía tumbado en la palma de la mano de aquel ser, y unos extraños cables metálicos entraban y salían por un sin fin de puntos de su cuerpo.
-Bienvenidos a mi reino -dijo la inerte cabeza del comandante Johnson-. Pronto pasaréis a formar parte de las filas de mi ejército de marionetas.
10 de Diciembre de 1945
El alto mando estaba reunido en la base de Fort Lauderdale. Nadie dijo nada hasta que el soldado de comunicaciones accedió a la sala.
-La búsqueda ha finalizado sin resultado señor -dijo-. ¿Quiere que les transmita orden de seguir buscando?
-No, déjenos.
El general Lewis Brereton parecía más viejo que cinco días atrás. Sin embargo hizo acopio de su fuerza de voluntad para girarse y decir la frase que ningún general de los Estados Unidos hubiera querido decir jamás.
-Señores, no tenemos ninguna posibilidad de enfrentarnos a lo que sea que habita en estos mares. Somos inferiores en armamento y tecnología, y lo que hay ahí abajo ha hundido o destruido todos nuestros intentos de contacto. Deberíamos vetar el tráfico por el triángulo.
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