Hoy es jueves por la noche, día de fiesta. Mis amigos y yo vamos a ir con Grace y las chicas a pasar una buena noche lejos de las miradas indiscretas del pueblo. Muy lejos la verdad. No están preparados para ver lo que tenemos planeado. Esta noche va a ser memorable. Aunque bien pensado, la noche de San Juan siempre lo es.
Hemos cargado los coches con provisiones de alcohol y vituallas como para alimentar a una familia durante una semana. Bueno… eso si la familia es alcohólica y son capaces de sobrevivir a base de patatas fritas y cacahuetes.
Es la primera fiesta del fuego que salimos de nuestras casas antes del anochecer. Sin embargo el plan bien lo merece, y tenemos muchos kilómetros por delante. Nuestro objetivo es llegar a la antigua feria de Vermont, cerca del pueblo de Warren.
Hace ya tiempo que queremos montar una buena por allí. Tanto trasto divertido y abandonado está pidiendo a gritos que alguien vaya a pasárselo realmente bien. Las atracciones, los puestos,… todo está igual que hace diez años cuando la cerraron. Sigo sin entender cómo es que nadie nos ha hablado del sitio. Bah, será porque son todos unos muermos.
A pesar de ser jueves, todos hemos conseguido fumarnos las últimas clases. Nuestras familias están avisadas de que pasaremos la noche en casa de Frank. Es genial tenerle en el grupo, su familia siempre cubre todas nuestras huellas sin hacer preguntas. Aunque quizás es por sus padres por lo que lo tenemos en el grupo. «Son cosas de niños» dicen cuando les preguntamos por qué lo hacen. Ojalá mis padres fueran igual de comprensivos.
En fin, a las cinco estamos ya todos preparados en los coches. Yo llevo el mío, con Grace de copiloto y Fred y Dana detrás. La pareja más pegajosa del universo, pero unos compañeros de viaje geniales: no dicen nada, no se quejan y no en definitiva, no molestan. El resto van distribuidos más o menos de la misma manera en los coches de Eddy, Mery y Tom. Y el alcohol estará bajo llave hasta que lleguemos. Es la norma que pusimos los conductores para llevarlos hasta allí. Nada de diversión sin nosotros antes de tiempo. Así que, Metallica a todo volumen en la radio y rugiendo los motores nos vamos de marcha.
La Feria
Llegamos con el crepúsculo al aparcamiento de la feria. La imagen que tenemos delante es increíble. Ed saca su cámara semi profesional y empieza a lanzar fotos por doquier. Sin embargo es imposible que un objetivo pueda captar toda la aterradora belleza de la escena.
El viejo parking está totalmente abandonado. La basura se distribuye como un manto por el asfalto, acumulándose en aquellos puntos en los que el pavimento se ha resquebrajado. Una verja metálica se levanta delante de nosotros, separando el aparcamiento de la feria en sí. Las antiguas taquillas están rotas y descascarilladas, los letreros por los suelos, las papeleras arrancadas y los oxidados agujeros de la verja demuestran que son muchas las cosas que han pasado en esta década. Detrás de todo esto, una serie de edificios y atracciones abandonados y medio derruidos nos contemplan desde su privilegiada posición.
Pero lo más impresionante de todo es lo que rodea las rejas. La feria está ubicada cerca del Green Mountain National Forest. «Cerca» es un eufemismo, el bosque entero parece estar intentando engullir toda la zona. Los olmos y los abetos que hay alrededor tienen una altura igual o mayor que la mayoría de los edificios, como si se estuvieran cerniendo encima de aquello que puso el hombre en sus dominios. Sólo la noria sobresale a todo lo demás, como un enorme ojo entrecerrado en el que el casi oculto sol hace las veces de pupila. Y el efecto que producen los rayos anaranjados, casi rojos, del sol atravesando ese ojo y en las oscuras hojas de los árboles circundantes es aterrador… maravilloso… aterradoramente maravilloso.
Esto es lo que veníamos buscando. Nada de beber en las afueras del pueblo, en los límites de la granja del viejo Ed o en el cementerio. Algo totalmente nuevo y escalofriante con lo que tener algo que contar. Con lo que las chicas no tengan otra opción que pegarse a nosotros.
Y vaya si lo hemos conseguido. July está intentando convencer a sus amigas para que nos volvamos, Grace me abraza y el resto de las chicos aprovechan el momento para acercarse un poco más y poner la mano un poco más abajo de lo habitual. Sólo Fred y Dana continúan a lo suyo, ajenos al mundo.
Mientras Tom y Bret se deciden a buscar un hueco por el que podamos meter toda la bebida sin muchos problemas, el resto empezamos a sacar las cajas de Budweiser y las botellas de Jack Daniels del coche. Cuarenta y cinco minutos más tarde estamos instalados bajo el techo del andén del tren de la bruja. Tenemos un bidón metálico lleno de hojas y ramas echando fuego y proporcionándonos un calor que, para que engañarnos, no necesitamos. Pero es el día de las hogueras, y a Fred le parecía un buen detalle.
La Fiesta
Ya se ha hecho completamente de noche. El ambiente es cálido, sopla una pequeña brisa y, lo mejor de todo, es que no se escucha ni un sólo sonido a nuestro alrededor. Estamos solos y podemos hacer lo que nos de la gana.
Myke enchufa su enorme aparato de música y nos ponemos todos a beber, a bailar, a cantar y sobre todo, a reír. Después de todo un año aguantando padres, profesores, exámenes y de tener que discutir una y otra vez sobre qué o dónde queremos estudiar el día de mañana… necesitábamos desconectar. Necesitábamos beber y relajarnos
Al poco rato Fred y Dana se meten en uno de los edificios cercanos. Ellos sí que saben cómo celebrar una buena fiesta. Pero la noche es todavía muy joven.
Una hora más tarde Anna empieza a dar la brasa con que vayamos a buscarlos, que y a llevan demasiado tiempo a su rollo. Que no nos separemos y no sé qué otras historias más. Mojigata… ¿Cómo vamos a ir a buscarlos? Si todos sabemos lo que están haciendo. No creo que a nadie le haga gracia la idea de ver el feo culo de Fred encima de Dana. A ellos los primeros.
Sin embargo, una hora más tarde siguen sin aparecer. Anna y Tom, junto con los M&M (Myke y Mery) deciden ir a buscarlos. Eso si, con un cubo de cervezas y un puñado de condones. No vaya a ser que no estén haciendo otra cosa que beber y retozar y tengan la obligación moral de unirse a ellos.
Grace y yo nos quedamos junto al resto. Solo que nos alejamos un poco de la hoguera y del ruido para dedicarnos a tareas un poco más… privadas.
Otra hora después volvemos junto con Eddy, Bret y sus chicas. Al parecer Sam y Frank han decidido unirse a la fiesta que tienen montada los demás en el edificio. Empezamos a bromear con la idea de que tienen montada una orgía ahí dentro y nos están dejando secos de alcohol. Lo cual, por otro lado, no deja de ser cierto. Si cada uno que entra dentro se lleva tanta cerveza… vamos a tener que entrar todos a buscarla. Sin embargo, Rachel está cada vez más preocupada, y Bret se sube por las paredes cada vez que intenta ir un poco más allá y ella le rechaza con alguna de sus paranoias al respecto de los demás.
Harto de tonterías, la coge de la mano y se meten dentro, a la fiesta privada. Dejándonos a Eddy, July, Grace y a mi medio borrachos y con una enorme cantidad de alcohol más. La noche ya no es nada joven, pero todavía nos queda un tercio de la cerveza que trajimos.
El Amanecer
Me despierto todavía borracho. Grace está acurrucada a mi lado, con los ojos entreabiertos y roncando con suavidad. No puedo evitar sonreír, es una pena que no tenga el móvil cerca para grabar sus ronquidos y poder tomarle el pelo con ellos el resto del verano.
Aunque la sonrisa se me corta al mirar alrededor. La luz todavía alumbra lo suficiente para ver mucho más allá de un par de metros, pero las brasas del barril iluminan lo que ha sido nuestro campamento durante la noche.
Estamos solos. Eddy y July debieron irse con el resto cuando nosotros caímos borrachos al suelo.
¿Por qué coño no ha vuelto nadie?
Despierto a Grace. Vamos a ir a ver qué es lo que tiene de especial el edificio ese. La fiesta que han tenido que organizar allí dentro les ha debido dejar totalmente ko. Ella refunfuña y se queja, pero al final consigo que abra los ojos. No parece nada entusiasmada con el hecho de tener que entrar ahí. No entiendo por qué.
Sin embargo cuando intento presionarla para que me acompañe, se pone pálida y vomita la mayor parte de lo que cenó ayer. Creo que al final tendré que entrar solo. En fin, qué se le va a hacer.
Por primera vez observo el cartel que posee el gran umbral del edificio: La Casa de los Espejos. Una carcajada se me escapa por mi resacosa boca. ¿Se han quedado todos atrapados dentro sin poder salir? Menudos genios están hechos.
La Casa de los Espejos
Cojo un tablón de madera a modo de bate de beisbol antes de entrar. Mi intención es darles un buen susto cuando entre. Si realmente es un laberinto de espejos, lo más rápido y divertido será romperlos todos. Se van a enterar.
Al cruzar la puerta me encuentro con un largo pasillo de madera carcomida por la humedad. El polvo está cubierto por las pisadas de mis amigos, y se dirige a la enorme puerta que define el final de este podrido túnel. Me acerco y pego la oreja a ella. Si están dentro debería oírles, al menos los increíbles ronquidos de Tom.
Sin embargo no se oye nada de nada dentro. Qué extraño, aunque el zumbido que tengo en los oídos por la música y la resaca de anoche puede explicar el que no me entere de lo que sucede ahí dentro. Así que empiezo a aporrearla con el palo que tengo entre manos. Van a despertarse quieran o no.
Pero nada suena allí dentro. ¿Dónde se han metido todos? Si es una maldita broma se está convirtiendo en algo bastante molesto. Seguro que ha sido idea del idiota de Bret. Me la tiene jurada desde que me lié con Grace.
Así que abro la puerta de un golpe y blando el tablón como si fuera una maza.
Nada. No hay nadie en la sala. ¿Dónde habrán ido?
Observo a mi alrededor y descubro que no hay otra entrada a esta habitación que la que acabo de cruzar. ¡Joder! ¿Entonces dónde coño están todos?
Una brisa de aire sopla desde el otro extremo de la habitación y arrastra la pesada puerta por la que acabo de entrar, y esta se cierra con un sonoro portazo. No importa, la luz del sol ya empieza a asomar por el agujero que hay en el techo.
Es entonces cuando analizo la habitación que tengo a mi alrededor. Me encuentro en un extremo de una habitación que parece redonda. O al menos es como creo que debe de ser. Porque no puedo ver las paredes. Desde mi izquierda hasta mi derecha se extiende un arco casi circular de enormes espejos más grandes que yo. Vaya decepción, ¿esto es el laberinto de espejos? Menuda tontería de atracción.
Camino en círculos alrededor de estos gigantescos cristales, buscando el truco que tiene que haber en una sala como esta. Pero tampoco encuentro nada. Sólo mi reflejo.
Frustrado, golpeo uno de ellos con todas mis fuerzas. Pero tampoco se rompe.
¿Cómo es posible?
Intrigado, enfadado y por qué no decirlo, un poco asustado, me giro sobre mi mismo intentando descubrir qué es lo que oculta la habitación. ¿Habrá algún espejo falso por el que se pueda cruzar a otra sala?
Me voy al centro de la habitación, donde el sol ya calienta con algo más de fuerza, y observo mi alrededor.
Doce espejos de algo más de dos metros de alto por uno de ancho me rodean. Entre ellos forman un polígono regular que me rodea por completo. Encima de mi, la brillante esfera del sol empieza a aparecer.
Espera, ¿me rodean por completo? ¿Los espejos me rodean? ¿Dónde cojones está la puerta?
Salgo corriendo hacia donde mis instintos me dicen que está la puerta. Pero me choco contra un espejo. ¿Qué coño…? Empiezo a recorrer la sala tocando los espejos y con el sol como guía, buscando aquel hueco que me diga dónde está la puerta. Pero doy la vuelta completa sin encontrarlo. ¿Cómo es posible?
Golpeo con todas mis fuerzas el espejo más cercano. Una y otra vez, hasta que me duelen los brazos de hacerlo. Nada. El cristal no se rompe. ¿Qué demonios es esta sala?
Caigo al suelo de bruces, el corazón latiendo con fuerza excesiva, y me pongo a observar los espejos otra vez. Hay algo raro en ellos, pero no consigo determinar qué es lo que pasa.
Los cuento. Son doce. Analizo cada junta entre dos espejos. Están perfectamente ajustados. Y entonces me doy cuenta de qué es lo que no me encaja. No están reflejando la luz entre si. Cuando enfrentas dos espejos, la imagen se repite hasta el infinito en cada uno de ellos. En estos lo único que veo dentro es una réplica de mi mismo sentado en el suelo. Ni siquiera veo más allá de mi. Una bruma oscura me rodea dentro de todos y cada uno de los espejos. Salvo en uno.
En uno de los espejos no estoy sentado. Estoy de pie, los brazos cruzados en el pecho y una mueca de odio deformando mi rostro. ¿Cómo…?
La imagen de mi está distorsionada. No es totalmente nítida. Y los ojos que me observan no son los míos. Los míos son azules, los de esa cosa son negros como la noche. Dejo de mirarlo y me concentro en la visión de uno de mis reflejos reales. ¿Estaré alucinando por el alcohol y la marihuana de anoche?
Sin embargo cuando intento pensar en una explicación racional, todos los espejos dejan de mostrarme mi reflejo, para pasar a mostrarme a mi otro yo. Un yo diabólico que se está partiendo de risa a mi costa. Un yo al que puedo oír carcajearse perfectamente.
Un yo que me muestra otras doce salas iguales a la mía en la que están atrapados cada uno de mis amigos. Un yo que está hecho de maldad y de odio que utilizando esas doce puertas infernales que parecían espejos me muestra lo que va a hacer conmigo por el resto de la eternidad.
Un yo que no es yo.
Espero que Grace nunca entre a buscarnos.
Escrito por David Olier para el blog El Rincón de Cabal.
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