Revista Literatura

Relato: Vuelve el Asesino Sin Nombre

Publicado el 24 abril 2015 por Cabaltc

Debido a las peticiones de continuidad que hicisteis vosotros, mis queridos lectores, al respecto de El Asesino Sin Nombre, he estado varias semanas trabajando en la trama de una posible novela. La verdad es que el argumento me está atrayendo poderosamente y, aunque originalmente fuera a ser un relato aislado, es bastante posible que cuando termine Eva me dedique de lleno a este nuevo proyecto.

Para los que no lo hayáis leído, os invito a pasaros por este enlace para que podáis tener una visión más amplia de este nuevo Asesino (aunque podéis leer este relato por separado).

Y sin más dilación os dejo con otro relato más ambientado en El Asesino Sin Nombre.

El Asesino Sin Nombre

-¿Frank? ¿Frank, qué haces levantado? -Preguntó Maud al hueco vacío de la cama.

Miró el despertador y vio que eran más de las tres de la madrugada del sábado. Bueno, mejor dicho del domingo.

-¿¡Frank!?

Maud escuchó los ruidos de una taza cayendo con fuerza sobre su plato y el de la cucharilla golpeando sonoramente en su interior. Después varias zancadas y finalmente la puerta de la habitación al abrirse de golpe. Su marido, apareció en la puerta con sus ya típicas ojeras y su pálido rostro sinceramente preocupado de lo que pudiera pasarle a su mujer.

«Desde que investiga este caso está tan tenso… -pensó mientras un sentimiento agridulce la llenaba por dentro-. Pero también se ha vuelto el hombre más atento del mundo».

Media hora antes

Frank Haton no dormía mucho últimamente. Eran ya tres las víctimas sin resolver que se atribuían al ya conocido Asesino Sin Nombre. Recordó con tristeza cómo sus esfuerzos por mantener a la prensa lejos de la realidad de un asesino en serie se habían truncado por culpa de aquel desalmado. Habían enmascarado de accidentes naturales los dos primeros, pero con el tercero parecía empezar a necesitar que le prestasen atención. ¡Hijo de puta malnacido! Con el tercero había mandado una copia de su propio manuscrito al New York Times, con una bonita carta de presentación que podía recitar ya de memoria.

Estimados paladines de la información y la verdad. El Departamento de Policía de Nueva York está intentando ocultar lo qué está pasando en realidad en vuestra ciudad: un asesino en serie anda suelto. Os preguntaréis ¿por qué lo sé? Porque yo soy el Asesino.

Para facilitaros el trabajo y daros la bienvenida a mi espectáculo os envío una copia del programa de asesinatos que irán golpeando esta ciudad hasta que consiga mi objetivo.

Con afecto os saluda,

El Asesino Sin Nombre

Tres cadáveres, ninguna prueba, pocas pistas y encima tener que soportar el cachondeo de ese perturbado y el acoso y las críticas de los periodistas. Su vida se había convertido en un verdadero infierno.

«¿Qué te motiva cabrón? -Pensó mientras revolvía su ya fría taza de café-. No parece ser el placer de matar, ni el sadismo, ni nada sexual… ni siquiera pareces seguir un patrón con tus víctimas ni con tus métodos. ¿Sólo quieres reconocimiento y publicidad?».

Noche tras noche Frank se repetía a si mismo las mismas preguntas. ¿Por qué había dejado tanto espacio de tiempo entre la primera y la segunda víctima? ¿Cuántos años llevaba rumiando en silencio y preparando sus asesinatos? ¿Cómo era posible que hubiera publicado un libro y siguieran sin poder dar con él?

La editorial no sabía quien era, los datos que exigían para poder publicar un libro eran suficientemente estrictos como para que supieran algo. Pero el muy cabrón había pagado todos los costes de edición y publicación por adelantado, haciendo que los requisitos necesarios para publicar desaparecieran. Los pocos datos que sí tenían estaban a buen recaudo en sus archivos, y sin una orden no podía obtenerlos. Y el maldito juez Carter había desestimado su petición al no ver suficientes indicios que apuntasen a una relación entre los asesinatos, la carta al Times y un posible asesino en serie. ¿Es que estaba ciego? «Consígueme una relación entre las víctimas, entre los métodos utilizados, un móvil… en definitiva, algo más que una corazonada y la carta de un morboso y fanático de la publicidad antes de que decida darte acceso a los archivos de la mayor editorial de este país».

Desesperado, levantó la vista hacia el armario en el que guardaban el whisky y se quedó unos minutos estudiando los pros y los contras que tendría el echar un trago para intentar conciliar el sueño que tanto le esquivaba.

-¡¡Frank!!

El grito de su mujer lo trajo de vuelta al mundo como si hubiera sido un golpe físico. No tuvo tiempo de hacer ningún razonamiento coherente, su abotargada mente proceso aquel chillido como una señal de peligro y actuó en consecuencia.

Soltó la taza que tenía entre sus manos, cogió la pistola y salió corriendo hacia su habitación. Abrió la puerta de golpe y escaneó la habitación con el cañón de su arma en busca de la amenaza.

-¿Frank? -Preguntó Maud con voz trémula-. ¿Qué te pasa cariño? ¿Qué haces con el arma?

-Yo… pensaba que… -balbuceó mientras recordaba cómo había sacado el arma de su cajón mientras preparaba el café, como si de un ingrediente adicional se tratase-. Perdona, es este caso. Me tiene desquiciado. Maldito cabrón trastornado.

El inspector se dejó caer en la cama, visiblemente hundido.

-Tranquilo, darás con él Frank, siempre lo haces -dijo mientras apartaba el arma y la guardaba en su mesilla de noche-. Ahora, ¿por qué no vuelves conmigo a la cama?

Y por primera vez en meses, Frank hizo caso a su mujer y se acostó.

Escrito por David Olier para el blog El Rincón de Cabal.

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