Revista Talentos

Santa Inocencia

Publicado el 19 enero 2010 por Mcaellas
Santa Inocencia El correo spam o basura tiene cada vez más adeptos. Desde un Agustín Fernández-Mallo que se dedica a poetizarlo hasta Carmen Pérez-Lanzac, una periodista de El País que se hace pasar por el treintañero Paco para entablar relaciones cibernéticas con personajes ficticios como la tal Natalya, una rusa de largas piernas y corto cerebro. De esos intercambios sale una divertida crónica que fue motivo de risas durante varios días en el entresuelo americano de la calle Córcega. Otra rusa, Ekaterina, se ha colado en el mail de Claudia y de allí ha saltado a su estupendo blog. Conociéndola, quizás acabe en una novela. Por no hablar de Natacha, que nos interpela con ojos enormes y mirada insinuadora desde el blog de V de Amor, ese grupo de música inclasificable que nos reunirá a todos los desquiciados románticos de Barcelona (sí, aún quedamos algunos) el próximo día 26 en el Apolo. Yo mismo, visto el panorama, me lo pienso dos veces antes de darle al botón de descartar. No quisiera que un click precipitado mandara a la mujer de mi vida a la basura.
Todo esta historia del spam viene a cuento porque este jueves presentamos en Casa Amèrica Catalunya Santa Inocencia, el último proyecto de Joan Fontcuberta, resultado de una estancia creativa en la localidad turolense de Santa María de Albarracín, y que recoge la correspondencia que matuvo con un estafador cibernético, un tal Capitán Hook, camuflado bajo la identidad de un cura de la Sagrada Familia. Más allá de la trama del libro, lo interesante será escuchar al polifacético artista conversando con Iván de la Nuez sobre el camuflaje, la mentira, la ficción en definitiva. Como le escuché decir en Caracas hace unos años, la fotografía documental no es más que otro género de ficción.
“Toda fotografía es una ficción que se presenta como verdadera. Contra lo que nos han inculcado, contra lo que solemos pensar, la fotografía miente siempre, miente por instinto, miente porque su naturaleza no le permite hacer otra cosa. Pero lo importante no es esa mentira inevitable. Lo importante es cómo la usa el fotógrafo, a que intenciones sirve. Lo importante, en suma, es el control ejercido por el fotógrafo para imponer una dirección ética a su mentira. El buen fotógrafo es que miente bien la verdad.”
Joan Fontcuberta

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