Estos días me he sentido apresurado, siempre hay cosas por hacer, cosas que terminan no siendo hechas, y más cosas nuevas por hacer. Entre el tener que escoger qué es meritorio de mi tiempo, qué quiero hacer y qué es necesario, siempre existe un mínimo de estrés que va creciendo si no se hace algo por remediarlo.
Una parte del remedio es darme cuenta de que esta urgencia que me lleva al estrés no está allá afuera en las situaciones en las que me encuentro inmerso, sino que está en mi forma de percibir estas cosas, en los pensamientos que creo y mantengo. La otra parte está en crear el espacio en donde poder hacerse consciente de esto.
Y me digo: Cuando más prisa sientas, cuando menos tiempo tengas, debes de hacer una pausa.
El hecho de tener prisa no hace que los recursos que requiero, que las habilidades que debo desarrollar, que los resultados que quiero obtener, se materialicen por arte de magia.
De hecho, mi capacidad de sentir presión, pánico, miedo, …, no me hace necesariamente más capaz de resolver la situación en que estoy. No importa la intensidad que estas sensaciones tengan; al yo dejarme posesionar por ellas, quedo más lejos de mis objetivos.
Al apresurarme estoy dejando de ir al ritmo del mundo, estoy basando mi comportamiento en una reacción que me hace sentir mal y que distrae mi capacidad de hacer las cosas lo mejor que puedo para simplemente hacerlas rápido.
Y si intento hacer varias cosas a la vez, más de las que mi atención es capaz de atender, también estoy sacrificando mi trabajo en pos de la velocidad. Y yo no he visto nada que crezca en la velocidad y la urgencia: las plantas toman su tiempo en germinar, crecer, florecer y dar frutos; los animales toman años en desarrollarse completamente. La prisa es algo que no existe en la naturaleza, es un estado mental, una creación humana.
Las cosas pueden hacerse en el tiempo que toma hacerlas. No más, no menos. Toda gran obra de arte, toda labor que merece atención, toma un determinado tiempo para crecer por sí misma dentro de nuestra atención, eso no se puede forzar. Puedo ir más rápido para alcanzar un cierto resultado, pero debo dar el tiempo a aquello que quiero que tenga la forma que deseo.
Y así, pienso que todos esos que parecen mis fracasos, mis derrotas, y demás evidencias de mi falta de habilidad, son en realidad un llamado a que haga una pausa y vea y reconozca lo que he creado para después concentrarme nuevamente en ir en la dirección deseada y hacer lo que corresponde. Un paso a la vez.
Así que cuando quieras ir más rápido, ve lento.
Cuando no quieras detenerte, haz una pausa.
La prisa que llevas por dentro no altera tanto el recorrido como tu capacidad de llegar allí completo, sin accidentes, con gusto y satisfacción de haber hecho todo lo que podías.
Haz una pausa.