Revista Literatura

Si vienes a las cuatro, seré feliz desde las tres.

Publicado el 08 junio 2013 por Alex Vonkarma @alexvonkarma

Un viejo loco se ríe y llora desde la bohardilla del pequeño edificio de la avenida.
Vive en un cementerio situado en lo más alto del edificio; rodeado de muertos más vivos que muchos de los transeúntes que contempla desde allí. De vez en cuando abre un pequeño resquicio de la ventana para poder sentir el aire fresco que se mezcla con el olor del papel a la vez que cierra los ojos para seguir soñando con los ojos que le cautivaron una y otra vez.
Ríe y llora como los demás mientras con su raquítico dedo mojado con saliva recorre el cuerpo de los muertos que alberga en su estantería; cientos y miles de muertos convertidos en papel que le miran, le juzgan, le aplauden y le abochornan.
- ¡Callaos ya malditos, y cubrid vuestros rostros con vuestras manos, y no con vuestras glorias! Y dejad a este viejo loco morir en paz.
Súbitamente, agarró su bastón con fuerza y comenzó a golpear con fuerza a todos los que había tomado como sus difuntos amigos: Dickens, Cervantes, Shakespeare, Agatha Christie… y un sinfín de eternos escritores.
Agotado por el esfuerzo, se sirvió una taza de té y palpó los brazos del sillón de cuero rojo. Mientras intentaba evadirse de sus pensamientos por unos instantes.
Ideas agotadas, acabadas y desechadas manaron en forma de hojas del interior de los libros distribuidos a base de golpes por el suelo. Caballeros, princesas, zorros, asesinatos, huídas, piratas, políticos y demás, eran temas que estaban escritos en las hojas; de todos menos uno.
Utilizando el bastón a modo de separador halló uno muy especial. Un libro muy fino que entre sus páginas encerraba enseñanzas obvias y cosas tan esenciales que llegan a ser invisibles a los ojos.
Aún polvoriento por haber estado tanto tiempo olvidado en las viejas estanterías de haya lo agarró con suma delicadeza, como si de un valioso tesoro se tratase, y apoyado en el alfeizar de su ventana comenzó a releerlo, preguntándose si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya.
Si vienes a las cuatro, seré feliz desde las tres.

Le Petit Prince.

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