Revista Talentos
Ese discurrir de la vida, sin más, que avanza sin miramientos, sin hipocresía, sin medir momentos, edades ni lugares.
¡Mi niño! Debió ser muy dulce su beso, pues tu rostro sereno quedó.
Tus manos suavemente se deslizaron entre las mías para marchar con ella, despacio, sin prisas, hacia la luz, dejándome, sin entender ¿por qué?, el silencio de tu ausencia, sangre de mi sangre, tatuado en mi piel.
Y aún agradecida por dejarme llegar.
Marijose
Fotografía de la red