Su pelo salvaje blanco, brillaba bajo la luz de la luna en el obscuro prado, profundo valle, lugar sagrado donde vivían cientos de ellos en libertad, sin miedo a nada, a nadie, sólo sujetos a las inclemencias del tiempo, a los caprichos de la naturaleza.
Musculoso, sereno, la cabeza alta con su mirada al frente, alerta ante el intruso, sus cascos impregnaban huellas en el terreno casi pantanoso sobre el que apenas podían moverse.
Era cómo si estuvieran nuevamente en cautividad.
Sólo su gran fortaleza, les daba el coraje suficiente para seguir adelante y conseguir escapar de las sombras en que les sumían aquella densa niebla, en la obscuridad de la noche.
Apenas se oía un leve susurro, el ruido del fango al ser profundamente invadido por el indeseado visitante, intentando apresarle, estrujándolo hasta conseguir hacerle desfallecer, prisionero del pánico, empujándolo a su nauseabundo interior.
La pequeña luna creciente estaba casi escondida entre los frondosidad de aquel lugar. El silencio casi mortal, lo envolvían todo.
No podían siquiera intentar encontrar una vía de escape buscando en el horizonte el brillo de las estrellas. Todo era casi inútil.
Ardua tarea, pero su vida como en otras ocasiones, estaba en juego, y eran supervivientes natos, acostumbrados a luchar, a pasar por encima de cualquier obstáculo incluso un profundo acantilado.
Nunca retrocedían en su camino, ¿una mirada atrás?, aquello podía significar perderlo todo, no podían permitirse ese capricho.
El eco tan pronto acercaba cómo alejaba el sonido del caos de sus instintivos oídos.
Gracias a esas grandes dotes de supervivencia habían podido conseguir escapar en varias ocasiones de los designios del destino, de los lazos del infierno.
El aullido del lobo, resonaba entremezclado con el rumor del viento............
Continuara...........Letras y Fotografía de Marijose.-