Revista Literatura

Suele Suceder

Publicado el 01 mayo 2008 por Chaimon
Suele suceder, no es lo normal, pero suele suceder. 
Dispone de un cuerpo repleto de curvas y cuando se hunde en líquidos, un poco por costumbre, otro poco por la cantidad de veces que le sucede a lo largo de su vida útil, siente algo muy lejano a un romance o amorío. Ni siquiera de verano.
Esta vez fue diferente, muy diferente y poco le importó la hora, a pesar de que el pícaro reloj que colgaba de la pared arriba de los estantes con platos, desnudaba 03.33 de la mañana.

Escucha que unas manos abren el cajón donde suele mezclarse con otras cucharas. En un compartimiento exclusivo, pero mezclado con otros compartimientos en los cuales suelen susurrar los tenedores y suelen ser mal hablados todos los cuchillos. 
Cuando observó acercarse la mano de la más pequeña de la casa, al principio esbozó una queja. Se sacudió y se dejó caer al suelo, especulando con que la niña haya aprendido esa lección de los grandes que habla de la combinación de gérmenes y cosas que caen al suelo. 
Como todo niño volvió a tomarla, abrió la heladera, tomó un pote, lo abrió y hundió toda su humanidad, su parte más cóncava comenzó a sentir un dulzor que llegó a erizar todo su pequeño cuerpecillo. Comenzó a sentir en casi toda su extensión, una textura apenas áspera, raramente suave, granulada y caricias infinitas, infinitas, infinitas que su cuerpo recibió con sorpresa. 
Se sintió rodeada e invadida por un líquido húmedo y deslizante, hasta ese momento desconocido.
 
En el preciso instante en el que la hundieron en ese abrazo húmedo, comenzó a extrañarlo, adelantándose en el tiempo. Adivinando que ese momento no sería para siempre, se dejó acariciar e intentó dejarse caer en ese líquido dulce, ya en ese momento amniótico para ella, pero no pudo. 
La mano de la niña, la sujetó y la hizo danzar y danzar y danzar.Tomo con su cuerpo y un movimiento tan leve cómo sensual y suave, apenas un poco de él. Lo justo indispensable que podía contener su cuerpecillo cóncavo.
En el trayecto desde que salió del pote, compartió con el viento su amor.
Llegó a una boca plagada de líquidos exultantes, consecuencia de una lengua deseosa y desesperada.

Se dejó mezclar un rato y al cabo de unos segundos cortos e inolvidables, sintió el abandono de a poco. No sabía a quien recurrir ante el deseo también desesperado de volver a sentir en su piel de acero, ahora opaca, pero que no desconoce lo que es haber brillado, ese roce que tanto le aceleró el corazón. Que de pronto plagó su vida de ansiedad.
Volvieron a hundirla en el pote.
 
Volvieron a mezclarla con el viento. Con la boca y sus líquidos.
Sabía de él porque tras cucharitas pequeñas le habían contado, pero no entendía y no tomó conciencia hasta vivirlo. En un momento mientras bailaba en la boca de la niña por segunda vez, le pareció escuchar que el almíbar le susurraba a su parte más cóncava, que ella fue la que más dulce lo hizo sentir.No es lo normal, pero el amor entre una cuchara de las pequeñas y el almíbar de zapallo, suele suceder.

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