SURREALISMO: POEMAS Y CUADROS
«En la noche están las maravillas del mundo».
Robert Desnos

El domingo, Óscar Domínguez, óleo sobre lienzo, 1935.
El sueño… Y en él, habitando, las aves y las piedras, las plantas y el cosmos, las nubes y el fuego…, porque materias con fisonomías y razones de ser tan distintas permiten alternancia de contrastes.
El sueño, como concededor de deseos, como canalizador de frustraciones, como liberador de lo inconsciente, como constructor de paisajes fantasmagóricos, como espejo de la creatividad, como mago que nos hace imaginar que lo soñado… ¡existe!

Darvaux, Leonora Carrington, óleo sobre lienzo, 1950.
Trota el surrealismo a lomos del sueño, evidenciando aquella frase donde André Breton reconoce a Sigmund Freud el protagonismo que tuvo en el rescate de la imaginación. Breton escribió: «Gracias a él, la imaginación está a punto de reconquistar sus derechos».
Y yo añado que gracias a los autores de «cadáveres exquisitos», que enlazaron realidad y sueños, tuvo el surrealismo su liturgia. Tuvo su propia expresión visual y escrita, que puede apreciarse en el automatismo, en la fragmentación de las ideas, en el doble como ingenio para representar la permeabilidad entre lo objetivo y lo oculto a la vista, en la convivencia de opuestos en un mismo espacio…

Retrato de los niños Lorenzo y Andrea Villaseñor, Remedios Varo, óleo sobre masonita, 1956.
Amigos, hoy les ofrezco una secuencia de imágenes visuales y escritas que han marginado a la lógica, de modo que la razón no es herramienta para interpretar lo que los poetas y los pintores, que hoy invito a mi blog, quisieron expresar.
El surrealismo, a diferencia de movimientos estéticos que surgieron después de la Revolución Francesa, no pretende ser espejo de su sociedad. A diferencia del realismo, y de su corriente naturalista, el surrealismo… ¡evade el lado lúcido de la verdad! Porque, como expresa Paul Élouard en La dama de rombos, la muerte es estar despierto —«hasta la muerte, hasta despertarme».

El brazo revelador, Paul Nougé, plata en gelatina, 1929-1930.
El surrealismo entiende que la libertad, puesto que la realidad social y política es pura hostilidad, ha encontrado cobijo en el pensamiento; al igual que piensa que el pensamiento ha encontrado refugio en el sueño.
El surrealismo entiende que el pensamiento —nicho de lo propio, de la individualidad, del Yo— y el sueño —amo de la regresión y con potestad para disminuir la represión— ofrecen una relación tiempo-espacio atemporal. Es este ismo un constructor de imágenes sensoriales que ofrecen a las alucinaciones y a lo instintivo espacios donde revelarse.

El doble secreto, René Magritte, óleo sobre lienzo, 1927.
Pero…, no nos equivoquemos: las vanguardias son hijas de su tiempo. Son testamentos espirituales que reflejan rebeldías. Son el resultado de la búsqueda de respuestas al papel que juega el hombre en la destrucción de sí mismo.
En el huerto donde este ismo crece, los sueños no son solamente frutos de felicidad idílica, pues, como sucede en la vida real, los sueños también son sepulcros abiertos por donde escapan las pesadillas.
Lector, deja que la mente vuele. Ya te dije que la lógica no es una opción para acercarse a los poemas y a los cuadros que aquí dejo. Para disfrutar del relato surrealista sólo es necesario recordar lo que afirmaba la pintora Leonora Carrington. Decía: «Todos dormimos. Todos soñamos. Todos».

POEMAS SURREALISTAS

La piedra filosofal, Victor Brauner, óleo sobre lienzo, 1940.
LA UNIÓN LIBRE
André Breton (1896-1968)
Mi mujer con cabellera de incendio de bosque
Con pensamiento de centellas de calor
Con taller de reloj de arena
Mi mujer con talle de nutria entre los dientes de tigre
Mi mujer con boca de escarapela y de ramillete de estrellas de última magnitud
Con dientes de huellas de ratón blanco sobre la tierra blanca
Con lengua de ámbar y de vidrios frotados
Mi mujer con lengua de hostia apuñalada
Con lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
Con lengua de piedra increíble
Mi mujer con pestañas de palotes de escritura de niño
Con cejas de borde de nido de golondrina
Mi mujer con sienes de pizarra de techo de invernadero
Y de vaho en los cristales
Mi mujer con hombros de champaña
Y de fuente con cabeza de delfines bajo el hielo
Mi mujer con muñecas de fósforos
Mi mujer con dedos de azar y de as de corazón
Con dedos de heno segado
Mi mujer con axilas de marta y de bellotas
De noche de San Juan
De alheña y de nido de escalarias
Con brazos de espuma de mar y de esclusa
Y de mezcla de trigo y de molino
Mi mujer con piernas de cohete
Con movimientos de relojería y desesperación
Mi mujer con pantorrillas de médula de saúco
Mi mujer con pies de iniciales
Con pies de manojos de llaves con pies de pajarillos que beben Mi mujer con cuello de cebada salvaje
Mi mujer con garganta de Val d’Or De cita en el lecho mismo del torrente
Con senos de noche
Mi mujer con senos de topera marina
Mi mujer con senos de cristal de rubíes
Con senos de espectro de la rosa bajo el rocío
Mi mujer con vientre de despliegue de abanico de los días
Con vientre de garra gigante
Mi mujer con espalda de pájaro en fuga cenital
Con espalda de azogue
Con espalda de luz
Con nuca de canto rodado y de tiza mojada
Y de caída de vaso en que se acaba de beber
Mi mujer con caderas de barquilla
Con caderas de araña y de colas de flecha
Y de cañones de plumas de pavo real blanco
De balanza insensible
Mi mujer con nalgas de greda y amianto
Mi mujer con nalgas de lomo de cisne
Mi mujer con nalgas de primavera
Con sexo de gladiolo
Mi mujer con sexo de yacimiento y de ornitorrinco
Mi mujer con sexo de alga y de bombones rancios
Mi mujer con sexo de espejo
Mi mujer con ojos llenos de lágrimas
Con ojos de panoplia violeta y de aguja imantada
Mi mujer con ojos de sabana
Mi mujer con ojos de agua para beber en prisión
Mi mujer con ojos de tronco eternamente bajo el hacha
Con los ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego
*

La fuente, Amparo Segarra, Eugenio Granell, collage y gouache sobre cartón, 1952.
VOLTIO
Tristan Tzara (1896-1963)
las torres inclinadas los cielos oblicuos
los autos cayendo en el vacío de las rutas
los animales bordeando los caminos vecinales con las ramas cubiertas de hospitalarias cualidades
y de pájaros en forma de hojas sobre sus cabezas tú caminas pero es otra quien anda sobre tus pasos
destilando su despecho a través de los fragmentos de memoria y de aritmética
envuelta en un vestido casi sordo al ruido coagulado de las capitales
la ciudad hirviente y espesa de audaces llamadas y de luces desborda la cacerola de sus párpados
sus lágrimas se vierten en arroyos de bajas poblaciones
sobre el llano estéril hacia la carne y la lava pulidas
de las montañas desconfiadas las tentaciones apocalípticas perdido en la geografía de un recuerdo y de una oscura rosa rondo por las calles estrechas a tu alrededor
mientras tú rondas también por otras calles más anchas alrededor de cualquier cosa
*

Medianoche, la hora blasonada, Toyen, óleo sobre lienzo, 1961.
UNA NOCHE
Michel Leiris (1878-1990)
Al alba de los sentidos
entre dos jardines de cerradas verjas
altos rastrillos de hierro encarcelando las hierbas y las gotas de agua
se alza una casa negra
de la que amo el saliente triangular
afilado por las pesadas piedras a las que como un forzado está uncida la noche
Sin descanso
aurora o crepúsculo es la torre de techo puntiagudo
la fortaleza erizada de trampas
en torno a la cual el tiempo monta guardia
ayudado por sus verdugos nocturnos
El silbido de una sirena a veces
sube de las turbias orillas del río hasta las ventanas de este anguloso edificio
y su grito penetra por la fuerza de las cortinas
derrumba los dorados baldaquinos
luego se desploma totalmente y coagula en el hondón de las sábanas
fija desnudez
Sin descanso
vigilia o sueño es aún la espada de dos filos
el mástil de doble sortilegio
que torna maléfica toda clase de vientos
Sin descanso
el grito de los perros llega y golpea la señorial fachada
detrás de los cristales hombres y mujeres continúan haciendo el amor
y los miasmas exhalados por el río lentamente se refinan
Un trenzado de cuerdas dejará siempre filtrar la acuidad del sonido
Esa voz modulándose en lo profundo de todos los oídos
se alojará en los nidos de termitas
en los agujeros de los muros
se esparcirá por las goteras gota a gota como el agua
y gracias a ella toda la ciudad sabrá mañana
que cuando el cuchillo de las realidades materiales haya acabado de utilizar
su maravillosa vaina de sueño
la casa se hundirá
y los que entonces duerman se abismarán
horribles ahogados
en el pozo espejeante de los antípodas viciados
*

Papilla estelar, Remedios Varo, óleo sobre masonita, 1958.
LOS ESPACIOS DEL SUEÑO
Robert Desnos (1900-1945)
En la noche están, naturalmente, las siete maravillas del mundo y la grandeza y lo trágico y el encanto.
Los bosques chocan confusamente con las legendarias criaturas ocultas en las espesuras.
Y estás tú.
En la noche está el paso del caminante y el del asesino
y el del guardia de orden público y la luz de reverbero y la de la linterna del trapero.
Y estás tú.
En la noche pasan los trenes y los barcos y el espejismo de los países en que es de día. Los últimos alientos del crepúsculo y los primeros temblores de la aurora.
Y estás tú.
Un aire de piano, un sonido de voz.
Una puerta golpea. Un reloj.
Y no sólo los seres y las cosas y los ruidos materiales.
Sino también yo, que me persigo o sin cesar me adelanto.
Y estás tú inmolada, tú a quien yo espero.
Extrañas figuras nacen a veces en el instante del sueño y desaparecen.
Cuando cierro los ojos, floraciones fosforescentes cobran vida y se marchitan y renacen como carnosos fuegos artificiales.
Países desconocidos que recorro en compañía de criaturas.
Y estás tú sin duda, oh bella y discreta espía.
Y el alma palpable de la extensión.
Y los perfumes del cielo y de las estrellas y el canto del gallo que tiene dos mil años y el grito del pavo en los parques en llamas y los besos.
Y las manos que se estrechan siniestramente bajo una luz blancuzca y los ejes que rechinan por rutas espantosas.
Y estás tú sin duda, la que no conozco, la que conozco al revés. Pero que presente en mis sueños te obstinas en dejarte adivinar sin aparecer.
Tú que permaneces inasible en la realidad y en el sueño.
Tú que me perteneces por mi voluntad de poseerte en imaginación, pero que de mi rostro sólo acercas al tuyo mis ojos tan cerrados al sueño como a la realidad.
Tú que desprecias una retórica fácil donde la ola muere en las playas, donde la corneja vuela por las fábricas en ruinas, donde la madera se pudre crujiendo bajo un sol de plomo.
Tú que eres la base de mis sueños y que conmueves mi espíritu lleno de metamorfosis y que me dejas tu guante cuando beso tu mano.
En la noche están las estrellas y el movimiento tenebroso de la mar, de los ríos, los bosques, las ciudades, las hierbas, los pulmones de millones y millones de seres.
En la noche están las maravillas del mundo.
En la noche no están los ángeles guardianes, pero sí el sueño. En la noche estás tú.
Y también en el día.
*

Mujer, José Moreno Villa, óleo sobre lienzo, 1930.
LA EDAD VIVE DE CABELLO EN CABELLO
Hans Arp (1887-1966)
la edad vive de cabello en cabello
a través del aire que ha quedado huérfano
vive como un huevo
que empolla un fruto
sobre una cuerda tendida entre dos alas
el aire tiene la edad de las alas
los frutos nacen de las alas
las hojas de las alas sangran
sobre las colas del aire
*

Mujeres rodeadas por el vuelo de un pájaro, Joan Miró, gouache, óleo y pastel sobre papel, 1941.
TE LO HE DICHO POR LAS NUBES
Paul Éluard (1895-1952)
Te lo he dicho por las nubes
Te lo he dicho por el árbol de la mar
Por cada ola por los pájaros en las hojas
Por los guijarros del ruido
Por las manos familiares
Por el ojo que deviene rostro o paisaje
Y al que el sueño devuelve el cielo de su color
Por toda la noche bebida
Por las barreras de los caminos
Por la ventana abierta por una frente descubierta
Te lo he dicho por tus pensamientos por tus palabras
Toda caricia toda confianza se sobreviven
*

Perro ladrando a la luna, Joan Miró, óleo sobre lienzo, 1926.
LOS PRINCIPIOS DEL FUGITIVO
(Louis Aragon 1897-1982)
He abandonado la esperanza junto a un mecanismo de relojería Cómo cortaba el hacha el último minuto
Había gran muchedumbre para esta ejecución capital
Los niños encaramados en los hombros
Con la mano gestos de alegría y espanto
En otra calle a orilla del mar
La tierra giraba en el aire marino
Una niña cantaba un estribillo
Enseñaba un poco de su piel más dulce que la vida
Se masacraba en firme en todos los rincones
Caballos fugitivos en los ascensores
Reían como seres humanos
Era un país de heridas donde soplaban vientos devoradores
Los árboles se trizaban en la mano de los hombres
Tan común era el enervamiento
Como simples cerillas
Salían las gentes de sus casas sin otra cosa
Como podéis poneros los trajes de la víspera
Dejad vuestros pianos en la acera esperando la lluvia
No sería acaso gran maravilla morir un día como hoy?
La aldea en que vivísteis mirad cómo se aleja
Pequeña en el recuerdo
Pasadme los gemelos que mire una última vez
La ropa secándose en las ventanas
Todo paraíso es dispersado Es la hora
En que nadie puede nombrar a quien toca
Incluso el olor de la tarde me resulta extraño
Como el papel de Armenia
O una canción nueva que todos ya conocen
Nada me ata aquí ni siquiera el futuro
Aún no ha nacido el obús que podría contenerme
Pues que el cielo es breve al fin de la jornada
Sus horizontes falsos son sus puertas condenadas
La luna cree que los perros van a morderla
Yo cazo estrellas con la mano
Moscas nocturnas no abatíos sobre mi corazón
Siempre podéis gritarme Firmes
Capitanes de la costumbre y de la noche
Escapo indefinidamente bajo el sombrero de lo infinito
Que no se me espere jamás en mis citas ilusorias
*

Maniquí de pájaro, Gregorio Prieto, óleo sobre lienzo, 1927.
LA SOCIEDAD SIN HOMBRES
(Pierre Unik, 1910-1945)
La mañana se desliza por vegetaciones arrugadas
como una gota de sudor en las rayas de la mano
Asciendo por la tierra
boca rugosa y severa
el sol dilata en los canales las hojas monstruosas
que recubren los cementerios las puertas las casas
del mismo ardor viscoso y verde
se hace patente entonces a mi espíritu con una intensidad inquietante
lo absurdo de los agrupamientos humanos
en esas casas apretadas una contra otra
como los poros de la piel
entre el vacío que apuñala los espacios terrestres
Oigo gritar los pájaros de los que antaño se dijo que cantaban
y que parecen implacablemente piedras
veo rebaños de casas que pacen la savia del aire
fábricas que cantan como los pájaros de antaño
caminos que se pierden en las cosechas de sal
trozos de cielo que se secan sobre el musgo verdoso
un rechinamiento de poleas anuncia que un cubo sube del pozo esta lleno de sangre límpida
que se evapora al sol
nada más turbará esta caminata por la tierra
hasta el anochecer
que trema en forma de mariposa clavada
en el umbral de una estación inmóvil.
*

Sin título, Antonio Berni, técnica mixta, tinta, collage, 1939.
DEL OTRO LADO
Francis Picabia (1878-1953)
Sentado a la sombra del agua
la idea melancólica me arrastra
hacia las épocas de la mano izquierda.
¡Los pájaros sólo para llorar se posan!
Lo espantoso es que moriréis a trocitos
en el mal lugar de la vida,
la cabeza en las manos, sin objeto.
Tomad un vaso de color,
poned tres gotas de frío,
y tendréis el perfume de después.
No os sintáis agradecidos con nadie:
los que sobreviven son los asesinos.
La muerte es la prolongación horizontal
de un sueño ficticio,
puesto que la vida no es demostrable.
*

Máquina de coser electro-sexual, Óscar Domínguez, óleo sobre lienzo, 1934-1935.
EN LA COLINA
Benjamin Péret (1899-1959)
En la colina que sólo estaba inspirada por los labios pintados
los ojos blancos se abren a la luz de la fiesta
y la respiración va a morir de su bella muerte
Se diría que una mano
se posa en la otra vertiente de la colina
y que los hombres gritan
Del cielo de Dios caían palabras absurdas
Ahora partamos hacia la casa de las algas
donde veremos los elementos cubiertos por su sombra
avanzar como criminales
para destruir al pasajero del mañana
oh amigo mío mi querido miedo
*

Ofrenda, Raquel Forner, óleo sobre lienzo, 1938.
LA DAMA DE ROMBOS
(Paul Éluard 1895-1952)
Muy joven aún abrí mis ojos a la pureza. Sólo fue un batir de alas en el cielo de mi eternidad, un pálpito de corazón enamorado que late en los pechos conquistados. Ya no podía caer.
Amante del amor. En verdad la luz me deslumbra. Tengo bastante en mí para mirar la noche, toda la noche, todas las noches.
Todas las vírgenes son diferentes. Siempre sueño con una virgen.
En la escuela se sienta en un banco delante de mí, con su delantal negro. Cuando se vuelve para preguntarme la solución de un problema, la inocencia de sus ojos me confunde hasta el punto de que compadecida de mi turbación rodea con sus brazos mi cuello.
Mas luego me abandona. Sube a un barco. Somos casi extraños el uno al otro, pero su juventud es tanta que su beso no me sorprende.
O bien cuando está enferma es su mano lo que conservo entre las mías, hasta la muerte, hasta despertarme.
Corro a sus citas tanto más rápido cuanto mayor miedo tengo de no llegar antes que otros pensamientos me arrebaten.
En cierta ocasión, el mundo iba a terminarse e ignorábamos todo sobre nuestro amor. Ella buscó mis labios con movimientos de cabeza lentos y cariñosos. Aquella noche creí que la llevaría hasta el día.
Y siempre es la misma confesión, la misma juventud, los mismos ojos puros, el mismo gesto ingenuo de sus brazos en derredor de mi cuello, la misma caricia, la misma revelación.
Pero jamás es la misma mujer.
Las cartas han dicho que la volveré a encontrar en la vida, pero sin reconocerla.
Amante del amor.
*

Composición surrealista, Suzanne Van Damme, óleo sobre lienzo, 1943.
ARTINA
(René Char, 1907-1988)
Al silencio de la que permite soñar
«En el lecho que me prepararon había: un animal sanguinolento y magullado del tamaño de un bollo, una tubería de plomo, una ráfaga de viento, un molusco helado, un cartucho usado, dos dedos de un guante, una mancha de aceite, no había puerta de prisión, pero sí el sabor de la amargura, un diamante vidriero, un pelo, un día, una silla rota, un gusano de seda, el objeto robado, una presilla de abrigo, una mosca verde domesticada, una rama de coral, un clavo de zapatero, una rueda de autobús».
Ofrecer un vaso de agua al paso de un jinete lanzado a rienda suelta en un hipódromo invadido por la multitud supone, por ambas partes, una total falta de habilidad; Artina llevaba a los espíritus que visitaba esa sequedad monumental.
El impaciente se daba perfecta cuenta del género de sueños que en adelante angustiarían a su cerebro, sobre todo en el dominio del amor, donde la actividad devoradora se manifestaba por lo general fuera de la época de celo; la asimilación alcanzaba su desarrollo en la noche oscura de los invernaderos totalmente cerrados.
Artina atraviesa sin dificultad el nombre de una población. Es el silencio que desata el sueño.
Los objetos designados y reunidos bajo el apelativo de naturaleza-concreta forman parte del decorado en que se desarrollan los actos de erotismo de las «series fatales», epopeya cotidiana y nocturna. Los cálidos mundos imaginarios que circulan sin cesar por la campiña durante la siega tornan el ojo agresivo y la soledad intolerable a quien detenta el poder de destrucción. En cuanto a los cataclismos extraordinarios, es preferible dejarse poseer por ellos sin reserva.
El estado de letargo que precedía a Artina llevaba en sí los elementos indispensables para la proyección de impresiones sugestivas sobre la pantalla de ruinas flotantes; edredón en llamas precipitado en el insondable abismo de tinieblas en perpetuo movimiento.
Pese a los animales y a los ciclones, Artina conservaba un frescor inagotable. Durante el paseo era la transparencia absoluta.
Aunque el aparejo de la belleza de Artina surja en el centro de la depresión más activa, los espíritus curiosos no dejarán de ser espíritus furiosos, los espíritus indiferentes espíritus extremadamente curiosos.
Las apariciones de Artina superaban el marco de esas regiones del sueño en que los pros y los contras están animados por una igual y asesina violencia. Evolucionaban en los pliegues de una seda restallante poblada de árboles con hojas de ceniza.
El coche de caballos lavado y renovado la llevaba casi siempre al departamento tapizado de salitre cuando de recibir se trataba durante una velada interminable a la multitud de enemigos mortales de Artina. El rostro de leño muerto era particularmente odioso. La jadeante carrera de dos enamorados al azar por las carreteras se convertía de repente en una distracción suficiente para permitir el desarrollo del drama al aire libre.
En ocasiones, una maniobra imprudente hacía caer sobre la garganta de Artina una cabeza que no era la mía. El enorme bloque de azufre se consumía entonces con lentitud, sin humo, presencia en sí e inmovilidad vibrante.
El libro abierto sobre las rodillas de Artina sólo era legible los días sombríos. A intervalos irregulares, los héroes acudían para conocer las desgracias que se abatirían una vez más sobre ellos, las múltiples y terroríficas vías por las que su irreprochable destino había de comprometerse nuevamente. Sólo angustiados por la Fatalidad, la mayoría tenía un físico agradable. Caminaban con premiosidad, hablaban poco. Expresaban sus deseos con amplios gestos de cabeza imprevisibles. Parecían, además, ignorarse mutuamente.
El poeta ha asesinado a su modelo.

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La entrada Surrealismo: poemas y cuadros. se publicó primero en El Copo y la Rueca.
