Lo encontré tirado sobre la hierba.
Ya estaba muerto.
Junto al nido, bastantes plumas de su madre. Creo que algún halcón o gavilán se hizo con ella y él, buscando a su mami, debió caer del nido y morir deshidratado.

Ojalá hubiese bajado el día antes a la finca.
Ojalá me lo hubiera encontrado con vida: tal vez criándolo a mano hubiese salido adelante.
Le enterramos anteayer en la misma tumba de la finca donde hemos sepultado los restos orgánicos de otros bichitos.

Me dio tanta pena que no he sido capaz de subir sus fotos hasta hoy.
Siguió el camino que abrió su hermano al desaparecer del nido.
Seguramente, ambos estén volando libres, surcando los cielos sitos más allá del arcoiris.

Su madre, junto a ellos, ante ellos, presidirá el vuelo y trazará las invisibles líneas que han de seguir.
Anteayer volvimos a encender una vela por los mirlos desaparecidos.
Volad felices. Siempre os recordaremos.

