Tan sólo... déjame

Su cuerpo se desperezaba lentamente por la cama; rozando sus mejillas con la franela de la almohada, moviendo lentamente sus piernas que se liaban entre las sábanas de aquella cama doble.
Percatándome así de que estaba a punto de despertarse. Colocándome las zapatillas me levanté hacia el escritorio, agarré un pedazo de papel y sentándome frente a tu cuerpo que yacía en mi cama, y comencé a escribir:
“Déjame mirar una vez más a tus preciosos ojos marrones.
Déjame sentir el juego de las yemas de tus dedos en la palma de mi mano.
Déjame perderme con el olor de tu pelo
Déjame que mis labios te acaricien tu cuello
Déjame que te despierte el resto de vida con una sonrisa en la cara
Tan sólo… déjame. “

Guardé aquel manuscrito de papel en un cajón y al instante abriste los ojos.
- Buenos días cielo, ¿Qué tal has dormido? – pregunté con una mirada inquietante. Tus brazos que se lanzaron suavemente sobre mí, me indicaron sin duda que no querías levantarte aún.
- ¿Qué escribías en aquel papel?
- La lista de la compra, esta mañana vamos a tener que desayunar a base de restos.
- Pues deja la lista, y quédate aquí conmigo. Te echaba de menos.
Me tumbé en la cama junto a ti, quedando nuestras miradas la una frente a la otra.
-Cariño, ¿Puedo decirte una cosa? – dije un una sonrisa brabucona
- Sí claro.
- Tan sólo… déjame