Había retirado finalmente el paquete de la oficina de correos de mi ciudad. La encomienda con origen internacional arribó a mis manos casi dos meses después de la compra, gracias a los desopilantes controles a los que están sometidas las adquisiciones vía internet en este bendito país. Me dispuse a bajar la escalera munida del ansiado encargo, la cartera y las gafas de sol; tratabillé en los escalones gastados sin caer gracias a un precario equilibrio que me permitió afirmar el pie derecho al llegar abajo, pero olvidé el estado catastrófico de las veredas de esta ciudad y mi pie izquierdo giró sobre sí: a los pocos minutos su tamaño se había duplicado.
Producto de la práctica ininterrumpida de ejercicio físico he atravesado desgarros, torceduras y una dolorosa pubalgia, pero hasta el arribo del año 2018 me encontraba invicta en cuanto a quebraduras. Evité la visita médica los primeros días debido al empleo de hielo durante 24 horas, baños tibios de agua y sal y crema desinflamatoria con àrnica, hasta que una extraña distancia entre el mayor y el resto de los dedos del pie motivó la consulta al traumatólogo. El amable profesional, radiografía mediante, diagnosticó fractura de un pequeño hueso sobre el empeine: de ahí la inflamación que dibujaba la V de la victoria entre uno y los demás dedos.
El tratamiento se limita a la inmovilización del empeine durante un lapso que puede oscilar entre 6 y 8 semanas, con grados diversos a medida que el tiempo, lentamente, permite que el hueso se vaya recuperando. Ha transcurrido ya un mes y debo agradecer la ausencia de dolor ya que no he sentido más que alguna sensación punzante, pero la consecuencia menos deseada ha sido la absoluta ausencia de actividad física: ni yoga, ni pilates, mucho menos caminar o trotar, y menos aún sumergirme en el mar a saltar y nadar entre las olas.
Entre los símbolos arcanos conformados por el Tarot, Tempérance o la Templanza se encuentra representada por un ángel alado que traspasa agua de una a otra vasija, de plata y oro respectivamente, que significan el pasado y el futuro. Así, la acción del ángel implica equilibrio y presente, autodominio y moderación respecto de los acontecimientos a los que el agua impregna de conocimiento regenerador: indica la necesidad de cultivar el autodominio ante los cambios, que pueden no resultar agradables pero devienen en una metamorfosis positiva en sí misma.
En el curso de estos días he incrementado la práctica de la meditación como manera de atenuar el estado de angustia producido por la falta de endorfinas, esos neurotransmisores naturales que estimulan al organismo generando sensaciones agradables y que resultan concomitantes a la práctica del ejercicio físico. En las múltiples ocasiones en que no lo he logrado la imagen de la Templanza ha sido guía y motor: de algún modo, este inevitable letargo ha devenido en oportunidad para seguir ahondando en mi propia fuente interior, aunque aún no sea capaz de percibir los frutos de dicho reencuentro.
Primer aquelarre anual
Las festividades y reuniones características de fin de año habían quedado atrás y una calma relativa retornaba a nuestras vidas: era el momento de reunirse, consultar el Oráculo y departir acerca de los últimos acontecimientos. Con un propósito repetido cada temporada estival: despedir a Marcela, pronta a partir al Uritorco para dormir bajo la protección del cerro y la naturaleza durante treinta días.
La mesa de mi hogar se vistió de blanco para recibir a mis amigas y la noche se extendió durante varias horas entre comida china, bebidas heladas, vino blanco y postres varios. La conversación, como sucede en cada una de nuestras veladas, se fue dilatando, ininterrumpida, entre risas y reflexiones que crearon una atmósfera de armónico bienestar.
Ha transcurrido más de un mes desde aquella reunión, Marcela ha retornado a nosotras y festejamos su regreso con otro aquelarre, esta vez en su hogar. Sucesivos, contenedores, energéticos, nuestros conciliábulos configuran una bendición a la que accedemos por derecho propio, con el título que confiere la pertenencia al sacrosanto círculo conformado por la amistad.
Vistosos testeos
Cuando los días transcurren con algún grado de melancolía, nada mejor que sumar momentos que vayan despejando las horas oscuras. Las sensaciones corporales son vehículos poderosos de bienestar, así que en estas horas de ocio forzoso he testeado una buena cantidad de productos para exacerbar los sentidos.
De Panambí, artesanos fabricantes de jabones orgánicos, proviene el pequeño tambor de colores que despliega una fragancia frutal al quitarle el celofán que lo recubre: aromático y original, ha sido un bálsamo para el baño diario.
Una vez más, VZ me acompaña en el ritual de limpieza del cuerpo físico con la crema corporal Shanti, que rinde tributo al término sánscrito cuyo significado es paz. Aireada, hidratante y levemente perfumada, transmite la necesaria sensación de placentero bienestar que demanda mi alma en estos días.