"Rosa Meditativa", Salvador Dalí, 1958
The Unending Rose
A los quinientos años de la Hégira Persia miró desde sus alminares la invasión de las lanzas del desierto y Attar de Nishapur miró una rosa y le dijo con tácita palabra como el que piensa, no como el que reza: Tu vaga esfera está en mi mano. El tiempo nos encorva a los dos y nos ignora en esta tarde de un jardín perdido. Tu leve peso es húmedo en el aire. La incesante pleamar de tu fragancia sube a mi vieja cara que declina pero te sé más lejos que aquel niño que te entrevió en las láminas de un sueño o aquí en este jardín, una mañana. La blancura del sol puede ser tuya o el oro de la luna o la bermeja firmeza de la espada en la victoria. Soy ciego y nada sé, pero preveo que son más los caminos. Cada cosa es infinitas cosas. Eres música, firmamentos, palacios, ríos, ángeles, rosa profunda, ilimitada, íntima, que el Señor mostrará a mis ojos muertos.
Jorge Luis Borges, La rosa profunda, (1975).
A boca de jarro